I.
Tenía un mal presagio.
Cuando caminaba, me chocaba con los árboles,
se me dañó la suela de mi zapato y me dificultaba caminar
puse mal la dirección y el taxi me llevó a donde no era,
al final me tocó ir a pie.
En realidad nisiquiera sabía como llegar,
de alguna forma todo me llevaba hacia tal lugar,
me equivoqué por una cuadra, vi el celular,
y de a poco conseguí encontrar, lo que para mí, iba a ser conseguir paz.
Y en realidad poco me gusta rimar con verbos,
pero cuando de tí se trata solo sale.
Porque cuando de tí se trata, recordar, no es tristeza, sino felicidad. 
 
Fuí a la cafetería donde nos conocimos,
compré el té que compré ese día pero esta vez del otro color.
Y me senté, aunque esta vez, la mesa era solo para uno. 
Tenía un mal presagio,
pero en realidad, lo que no quería afrontar,
es que esta vez solo el té me iba a tomar. 
Y poco me gusta rimar con verbos,
pero cuando de tí se trata solo sale.
Porque cuando de tí se trata, recordar, no es tristeza, sino felicidad.
 
Las personas pasaban, y entre todas, pensaba que como 13 era,
alguna de ellas iba a ser tú.
Tenía un mal presagio,
pero en realidad, lo que debía aceptar,
es que en Viernes 13 no te iba a encontrar. 
Y la mesa para uno, se tornó de dos,
dos sillas, una vacía, porque del recuerdo, solo quedo yo.
 
II.
Y ví a tu padre saludándome de nuevo,
extrañado encurro en el saludo corresponderlo.
La vista cálida se veía, fría por el fondo,
y tu rostro veo acercarse prófugo.
No sé por qué ahora estoy en cama,
tu rostro aparece en el panorama.
Qué linda vista, que linda escena,
pero qué triste sería que ni real era.
De a poco, la imagen blanca se tornaba,
y no sabía porque te hacías tan pálida,
lo que me dí cuenta es que mi piso era,
y en mis sueños todo lo que yo quería
se hacia realidad,  pero con mi almohada.
Entre abrazo y beso, te fui perdiendo,
me fui alejando y despertando,
qué triste escena, pero que linda vista,
de la que jamás yo olvidarme quisiera.
 
El café se asomaba por mi olfato y mi llanto,
que creía, el mal presagio,
me llevó de nuevo a ese pequeño espacio,
donde compartimos el pastel, las risas, y  el encanto.
El encanto de tus ojos, profundos y cafés
que como en la mañana impregnaron en toda mi piel
ese tierno olor a viejo, a profundo, a clásico
que en la mesa para uno, terminó el mal presagio.