Raíces
 
En un abiomundo
donde crecen crisantemos en candelabros
entre dinteles y alfeizares
 como de las cloacas.
Donde la aética prevalece, 
sin glorietas ni glorias espartanas
y se marchan turbulentas las arenas del viento
 hacia odiseas quejumbrosas y quejumbrísticas
de ignóticas praderas.
 
Mi cefálica ortodoxia
carece de puntos de referencia,
las estrellas en mi sextante
se doblan en mis manos 
y me pierdo entre tules
de palabras empalagosas.
 
Ya ni la siutiquería suprema 
que solía oír como acordes 
incestuosamente populachelísticos
 que me solían consolar
no los disfruto como antioquera,
ya no me suenan relajadamente intrascendente
sino sólo como odiosa mustiquista
que prefiero no oír,
además de descubrir
que no es más que una jodiente
pérdida inincalculable de tiemposoro.
 
Solo sé que quiero no estar entre
el ser vivo y la nada
que promete el límbistico espacio
pantanoso y mefistofónico.
Todo lo siento como vulgares
engañifas y estafornicadas.
 
No sé dónde nos encontraremos los afines
si quedamos paridos en pie
al final de estas orgías pericárdicas
desmontadas de toda sanidad y lógica descollante.
 
 
¿Volveremos
a los ígneos guetos iconoclastas 
subterráqueos dos punto cero 
o sólo volveremos 
a la frotación de ramas
para encendernos los fuegos del alma 
si es que aún conservaremos
la esencia mítica del viejo y primogénito Dios?//
02.12.2022.