Mi ltimo suspiro
Publicado en Sep 20, 2021
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Mi bella Estela no quiso irse diciendo adiós, prefirió entregarme su silencio en nuestra última noche. No me atreví a decir una palabra, tenía miedo de romper en llanto por enésima vez en el día. Me aferré a su torso mientras ella acariciaba mi cabello. Siempre supo cómo devolverme la paz que constantemente pierdo. En un último gesto de amor, quitó las lágrimas de mis ojos y besó mi frente, me deslicé cuidadosamente para acabar con mi cabeza en su pecho, cercano a su cuello. Quise sentir el aroma pegado a su piel, ni siquiera el horrible olor de hospital me quitaría el recuerdo de su mejor aroma. Tendidos en aquella cama helada, nos vimos retratados en el peor momento de nuestras vidas. Sabíamos lo que sucedería a la mañana siguiente, poco importaba el veredicto profesional de aquellos médicos que tan amables se comportaron con nosotros. Conscientes de nuestras últimas horas, no tuvimos tiempo suficiente para rememorar una vida llena de placer y dolor.
¿Ahora quien me sacará del pozo oscuro en el que me encuentro? Si la luz de mis ojos nunca volverá a iluminar el camino. No serán suficientes las condolencias vacías, incluso si fueran sinceras no podrían llenar el vacío que dejó Estela. Mi corazón enfermo la necesita, mi alma es intransigente a lo externo, mi cuerpo la pide como un lamento desesperado.
 
¿Me observas? ¿Todavía me amas? ¿Me cuidas? ¿Me proteges? ¡Nadie me protegerá de mí mismo! ¿O regresarás para mostrarme que me quedan años buenos? No fantasees mujer, el humo que te contaminó también estropeó mi casco azabache, ensució la ropa, las cejas, la barba; y así como te enamoraste de mi encanto perdido, yo me enamoré de la vida y de tus piernas. Siempre caminas hacia adelante y los pasos atrás valen la pena, persevera y triunfarás, que todo tiene solución, ¿Recuerdas, Estela? Sin ti, el tiempo no me tratará de la misma forma. Ahora él predica en mi contra y castiga mi humanidad con latigazos de soledad, sangre se derrama en una habitación donde duermo solo.
 
 “Burro viejo” diría mi madre, quien se fue rezando, haciendo las paces con la muerte. Seguramente habrá llegado con aquel Dios en quien tanto creía, me pregunto si recibirán a mi amada con el debido cariño. Madre valiente la mía, y también lo era mi Estela querida, me cuidaron tan bien que llegaron a malcriarme. Fui un hombre mimado y temeroso, contento con la seguridad de que me marchitaría mucho antes que ella.  
 
Gonzalo, nuestro hijo, llegó de muy lejos para despedirla. Pronto se irá porque es un hombre ocupado, no quiero retenerlo con mi angustia. Es trabajador y ambicioso como su madre, un calco de mi persona preferida. A pesar de mantener una maravillosa relación con él antes y después de su independencia, nunca pude quererlo tanto como quiero a mi amada. No sé si es malo, injusto, incorrecto; lo único que recalco siempre es la paciencia y buen ambiente que caracterizaba nuestro triangulo familiar. Madre, padre e hijo, quizá nunca pudimos definir los roles de cada uno, pero fuimos felices. Todo un orgullo verlo crecido, enamorado y feliz.
-Puedo quedarme, papá. No quiero dejarte así, siempre fuiste un desastre ocultando tu tristeza- Me dijo, y es cierto.
Gonzalito sabía lo que sucedería, porque durante toda la vida prediqué mi amor infinito como un estilo de vida. El mandamiento de querer a esa persona especial, reemplazarla sería tan difícil como traerla de vuelta.
 
Se ha ido, tanto él como el resto de las personas. Todavía llevo puesto el traje negro de la ceremonia, cuyo valor es lo suficientemente excesivo para calificarlo de ridículo. Me encuentro rodeado por cosas que me recuerdan a Estela, recostado en el suelo mientras escucho música de nuestra juventud.
 
Si ella me visita le diré la verdad, estoy destruido, colapsado. Cambié tu voz racional por una que me promete darme la oportunidad para volver a verte. ¿Te imaginas? Encontrarnos en un plano astral, vernos y amarnos como si nada hubiera pasado, besarnos en un mundo hecho para nosotros dos.
Perdón, tienes que perdonarme si no estás de acuerdo conmigo, Estela. Una idea invade mi cabeza y creo que el arma que sostengo es mucho más letal que la utilizada por tus labios. Yo no llenaré de mal mi cuerpo, sino que volaré en mil pedazos mis ideas.
Déjame ir, Estela, no me reproches el error, déjame ser libre. No hay nada por lo que pueda aferrarme a la vida. Las horas se vuelven en mi contra, ¡Que decir de los años! Se esfuman como noches de verano.
 
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Foto del autor Santiago Armella
Textos Publicados: 20
Miembro desde: Sep 10, 2021
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Descripción

Mi bella Estela no quiso irse diciendo adis, prefiri entregarme su silencio en nuestra ltima noche.

Palabras Clave: relato drama historia muerte romance melancola

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



Comentarios (1)add comment
menos espacio | mas espacio

**Leticia Salazar Alba**

Una historia, diria yo un cuento corto que no le falta nada, empece a leerlo por si Titulo y me atrapo una excelente literatura, Gracias
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September 24, 2021
 

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