13 de abril de 2016
Publicado en Apr 13, 2021
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Probablemente pocas veces me he mojado tanto en mi vida, caminar 50 cuadras por Av. Corrientes bajo la lluvia no fue una tarea fácil. Volvía Cristina, una luz entre tanta oscuridad macrista.
Eran las 3 de la mañana del 13 de abril de 2016, y con un grupo de compañeros esperábamos el 99 frente al famoso Carrefour de Vélez. Los días previos fueron una absoluta locura, era una misa ricotera pero sin el Indio ni Skay; no era ni Racing, ni Cemento ni Tandil, era en Comodoro Py 2002.
¿Por qué una locura? Bueno, básicamente desde la noche anterior se veían columnas militantes que salían desde Quilmes, Tigre, San Martín, etc. Las Unidades Básicas revolucionadas, los grupos de WhatsApp y las redes explotadas. Volvía Cristina, y había que bancarla. La cita eran los Juzgados Federales de la Ciudad de Buenos Aires. 
No existirá en la historia (si lo pienso bien si, igual existirá, porque para magias como éstas existe el Partido Judicial) un proceso como el de Dólar Futuro, del cual no voy a extenderme en absoluto, basta con ver las declaraciones de CFK y Kicillof,- también procesado-, en el juicio. Pero ahí estábamos nosotros, la tele y la radio, un país expectante de lo que sucedería. En Argentina no es tan común ver este tipo de cosas, Menem había pasado por sus conflictos judiciales, pero claro que no podemos señalarlas como una característica propia, más bien lo contrario. Desde mediados de 2015 y en pleno juego electoral, lo judicial se volvió tapa y protagonista de la vida diaria. Campagnoli, Marijuan, y Bonadío, entre otros, entraban de titulares en el partido contra la Pesidenta. Recuerdo estar recibiendo boletas para octubre y que lleguen noticias judiciales, no era normal.
En la previa cierto sector agitaba una detención, si, por la Dólar Futuro; y hablamos de la detención de Cristina, no de los funcionarios macristas que fijaron el precio del dólar y se enriquecieron, no, no ellos.
Llegamos a las 10 de la mañana, aún llovía y mi campera –no impermeable- pesaba 5 kilos. La descripción escenográfica no variaba del resto de nuestras concentraciones: una marea ciudadana. Quienes hayan estado ahí recordarán el hit “…la historia de los gorilas se terminó decían que a Comodoro no ibamo’ a entrar, le hicimo’ un caravana y entramo’ igual…”. Quiero recalcar que la marea era ciudadana. No estábamos tan acompañados por todos los amigos intendentes del conurbano, o por ciertos dirigentes sindicales, que estaban sentados en la Rosada M. Muchxs se escondían, rompían, acusaban.

Ya no llovía, Cristina declaró, salió y nos habló (admito que yo la escuché por la radio, habái tanta gente delante que el sonido no fue suficiente). Salió el sol y a los tribunales Federales copados les quedaba claro que somos todos estos. Con mi campera mojada y mis compañerxs nos volvimos, sabíamos que hacer, es fácil cuando habla ella. Aunque aún no era consiente de lo que había sucedido ese día, en ese lugar.

A partir de ahí, y por un tiempo más, Juncal iba a ser el nuevo protagonista de las historias militantes. El departamento de Néstor y Cristina en Capital Federal. Siempre tengo presenta una frase que un compañero una vez me dijo: el activo político más grande de Latinoamérica, era cuidado por militantes, simples militantes leales. Por eso, esa fue nuestra gran historia, bancar. El 13 de abril, en Comodoro Py 2002, nos quedó claro, no tenía miedo. Cristina no volvía, no se había ido, porque cada uno de nosotros tiene un dirigente adentro, y ese dirigente es dirigenta. Cristina Fernández de Kirchner.
Foto del autor Lautaro
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Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos