La ilusin del reinvento
Publicado en Aug 21, 2020
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“La vacaciones revitalizan si sabes aprovecharlas.”, se dijo al cerrar el último archivo.
  El lunes tendría su primer día de vacaciones después de quince años de trabajar por su cuenta, por fin podría disfrutar haciendo lo que le viniera en gana, claro si tu definición de disfrutar equivale a sentarte a escribir y leer libros de principios del siglo XX por horas. Bueno, en eso de los gustos, cada quien tiene sus deleites.
A partir del lunes, tenía una semana entera para hacer lo que quisiera, así, tal cual. Sin embargo, nada le atraía más que disfrutar la soledad y el silencio de su departamento, lo cual empezó a anhelar una semana antes. No necesitaba nada más. Su gozo estaba en el encierro, lo sabía y lo tendría.
A las seis de la mañana del lunes encendió la Lap Top, apareció la pantalla de Word en blanco, pero para su sorpresa nunca apareció la inspiración para llenarla. Recordó en un instante todo lo leído y escuchado, con mucho escepticismo, respecto a los bloqueos de inspiración, desaparición de musas y sencillamente, a no tener la mínima idea de qué escribir. Siempre le había parecido una ridiculez y en su postura, cargada de la soberbia de “nunca a mí”, hoy se derretía frente a la situación de no saber qué escribir y no tener idea de por dónde empezar para corregir tal situación. En el peor momento, se mantenía inmerso en la inactividad desesperante del inútil, del incapaz que incluso, ya al extremo, lo llevaba a cuestionar su vocación de escritor.
Así iniciaba el periodo de relajación y creación que había vislumbrado por varias semanas. Lo consideró una oportunidad única para alcanzar sus metas de escritura y lectura, pendientes, las que cuelgan de la más trillada de las justificaciones, falta de tiempo.
“Así pasa con los planes de todos, tu planeas y lo incontrolable te desvía.”, se dijo asimismo, para después continuar, “Porque pensar, imaginar y diseñar ilusiones lo puedes haces con tal sencillez, que todo, en ese instante, se vuelve viable, pero cuando aparece la realidad, esta se convierte en una bestia que fulmina todo, incluso lo que siempre consideraste un hecho.”
Ahora correspondía el turno a la frustración, como siempre, ¿y el momento de enfrentar la realidad? También como siempre, una vez más, no apareció.
“¡A todos nos ocurre!”, se gritó asimismo. Lo hizo en voz alta, como si quisiera justificar el desvanecimiento de una ilusión más. Sin embargo en esta ocasión, la simplista justificación no tuvo cabida. Dentro de sí surgió la necesidad de retar a lo evidente por primera vez. Ya era hora de modificar su repetitiva perspectiva y pensar, aunque sólo fuera por un instante, que lo que quería era posible. Tenía que reinventarse.
El verbo surgió sin más reflexión. Era indeterminable el origen, pero de inmediato lo colocó de nuevo en el terreno de la confianza, por lo menos para intentar lo que se había propuesto semanas atrás y no claudicar antes de mover un dedo. Hoy la justificación era el bloqueo, mañana qué sería.
“No puedo vivir justificando.”, se repitió mentalmente.
 
REINVENTARSE
         Se lanzó a su transformación de golpe. Tenía que reinventar sus creencias, convencimientos y aprender a respirar su nueva realidad. Ya no tenía otra opción si quería lograr esa ansiada recarga.
         Volvió a sentarse frente a la laptop. Escribió, “Soy”, sólo esas tres letras. Los planteamientos, descripciones, hipótesis y creencias en referencia a la palabra le alcanzaron para escribir setecientas veintiséis palabras. El escrito lo describía con honradez, pero seguía con la tendencia hacia el desequilibrio, poniendo más énfasis en sus debilidades y apenas mencionando sus fortalezas. Se castigaba y hasta cierto punto promovía su incapacidad, ¡era una locura! Tan fácil que hubiera sido escribir lo mismo en sentido contrario. Por lo tanto, surgió la pregunta obvia,
“¿Por qué sigo sin creer en mí?”.
Sin pensar respondió,
“Porque nunca has conseguido nada que valga la pena”.
“Tienes un MBA.”, le dijo la voz. No la identificó, pero lo escuchó perfectamente. La voz continuó,  “Desde luego vale la pena, pero lo más importante, te diferencia del promedio.”
¡Ahí estaba la clave! Para reinventarse tenía que aprovechar al máximo lo que lo diferenciaba.  
Pensó en lo que destacaba. La lista no pasó de tres verbos. El primero, escribir, pero, ¿sólo él lo pensaba? No recordaba que nadie más se lo hubiera mencionado. En ese momento el conflicto interno revivió, partiendo de la coincidencia que pudiera haber entre lo que él pensaba de sí mismo y lo que los demás pensaban. ¿Cuál era la realidad?  
Reinventarse tampoco iba a resultar sencillo, sobre todo si iba a considerar lo que los demás pensaran de él, en cualquier aspecto. Tenía que aprender a confiar en sus creencias, pero sobre todo convencerse de que estaba en lo correcto y si como un adicional los demás también lo pensaban, sería bueno y si no lo pensaban, sería bueno.
“La confianza en ti mismo es insustituible.”, se dijo. “Si no la tienes, nada bueno te sucederá.”.
Para reinventarse la necesitaba y lo sabía. Lo que no sabía, mejor dicho, no imaginaba, era lo difícil que es que uno mismo crea en sí mismo.
“Paradójico que sea más sencillo creer en los demás que en uno mismo.”, pensó.
Sin embargo, tenía que hacerlo, no tenía opción. ¿Qué haría? En primer lugar listar lo que tenía que hacer, pero como una práctica obligatoria. Crearía rutinas y las transformaría en hábitos. Se apegaría a estos sin pretextos. No justificaría las omisiones y las evitaría al máximo. Si estaban bajo su control, nunca sucederían.
Los principios estaban establecidos.
“Sencillo, como todo lo que se piensa e imagina.”, se dijo
Ahora venía el turno de la realidad.
“¡Otra vez la devastadora realidad!”, pensó, pero de inmediato detuvo el mal agüero.
“Para esta, no hay más que la acción”, se dijo y sonrió.
En ese instante volvió a la laptop y leyó lo escrito. Si de tres letras produjo más de setecientas palabras, era capaz de escribir lo que quisiera, de cualquier cosa sobre la que tuviera una opinión. Lo importante era hacerlo constantemente. Apegarse a una rutina en cuanto al ejercicio de escribir, pero sobre todo, de publicar y difundir sus ideas, que debían cumplir con tres requisitos, uno, debería gustarle la narrativa, dos, atrapar y motivar a continuar la lectura y tres, conocer y aceptar las vulnerabilidades del texto, pero sobre todo, tener los argumentos de defensa, en caso de requerirlos. Si lo lograba, no tardaría mucho en aumentar sus seguidores, ser leído y lo más importante tener crítica.
Ahí estaba la rutina y lo que debería arrojar para reportar efectividad. ¿El requerimiento de esfuerzo era superior a cualquiera que hubiera tenido? Sí. ¿Había otra opción? No, pero por fin estaba convencido de que lo que haría le daría una recompensa. Esto último lo  llevó a otro cuestionamiento, ¿por qué quería reinventarse? ¿Recompensa o logro? Podría responder que ambos, pero sería una mentira, quería la recompensa y con eso dio al traste con la autenticidad del logro. Debía ser al revés, del logro surgiría la recompensa, como un añadido, pero no podía ser la meta, así no funciona, no tendría ningún valor.
Se engañaba, no podía definir el logro puro. La definición, como todas las que hasta ahora le complicaban la vida, era sencilla y consistía tan sólo en su disposición de lograr lo que buscaba sin esperar recompensa. Llevarlo a la práctica, no era tan sencillo, por eso su respuesta fue un no rotundo. El reinvento quedó cancelado.
 
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Foto del autor Juan Carlos Maldonado Garca
Textos Publicados: 109
Miembro desde: Jul 09, 2009
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Descripción

La dificultad de creer en nosotros mismos, una maldicin global que muy pocos superan y nadie lo consigue en su totalidad. Una imperfeccin ms con la que hay que lidiar, pero no perderse.

Palabras Clave: Motivacin logro cambio transformacin

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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