2-7-2020
Publicado en Aug 03, 2020
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El cielo nocturno se coronaba con un hermoso brillo naranja, producto de los rascacielos en llamas. A lo lejos se oía el suave arrullo de las explosiones y las sirenas de bomberos. Aaron observaba el espectáculo desde la oscuridad de la terraza en el piso más alto de la torre de comunicaciones. La parte más baja del edificio ya se consumía por el fuego, pero los rescatistas aún no llegaban. ¿Y por qué habrían de venir? Era domingo por la noche, y por lo tanto todo el mundo asumiría que la torre estaba desierta.
Aaron se sentó de frente a la valla de seguridad, cada pierna en el espacio entre barra y barra, y los pies colgando hacia el vacío. Encendió un cigarrillo y abrió una lata de cerveza. También trajo consigo una radio portátil y algo de comida, no sabía en cuánto tiempo el fuego llegaría a la terraza. Miró hacia abajo para calcular la cantidad de pisos que todavía no se habían reducido en cenizas.
Diez
Los primeros años de escuela fueron muy duros. Era una víctima de burlas constante por ser gordo e introvertido. Mientras los demás niños corrían y peleaban entre ellos, yo prefería actividades más reposadas como leer o jugar a las canicas. Ese era mi juego favorito, empujar las bolitas de cristal con los dedos para que chocaran entre sí. También comencé a demostrar interés por la biología y, más tarde, por la física y la química.
Nueve
Mi familia no era perfecta, pero no era mala. Siendo el hijo del medio, mis padres no me sobreprotegían como a mi hermano menor, ni me sobreexigían como a mi hermana mayor. Miriam siempre fue una chica brillante, pero terminó casándose con un hombre rico que años más tarde la dejó por una mujer más joven. Y Samuel murió por sobredosis a los 27; lo que me sorprendió mucho porque, sabiendo que mi hermano era un caso perdido, logró superar la expectativa de vida que yo le había dado. Papá y mamá eran buenos, pero no lo suficiente.
Ocho
No la pasé tan mal en la secundaria, tenía un par de amigos y los profesores me felicitaban por ser estudioso. Mi primera novia se llamaba Brenda, una compañera de clase apasionada por la historia. Nuestro noviazgo cesó cuando yo empecé la universidad. Quince años más tarde nos encontramos en la calle, ella era una simple ama de casa divorciada. De cierta forma me recordó a Miriam, y sentí mucha pena.
Siete
La universidad sucedió como un sueño premonitorio de los peores años de mi vida que estaban por venir. Como era bueno en las ciencias duras, por supuesto que debía elegir una carrera asombrosa que me haría ganar mucho dinero: ingeniería nuclear. Qué equivocados que estuvieron ellos, pero cuánta razón que tuve yo. Luego de cinco tortuosos años llenos de fórmulas, finalmente recibí mi diploma con un sabor amargo debajo de la sonrisa.
Seis
Mi primer empleo fue en la planta de energía nuclear. Junto con un grupo de recién graduados como yo y un supervisor llamado Bob, me encargaba de revisar uno de los reactores principales. Al cabo de unos ocho meses terminé trabajando a la par de Bob y de otros ingenieros gracias a mi capacidad sobresaliente. Luego de seis meses más me nombraron supervisor y me dieron mi propio grupo de recién graduados.
Cinco
Conocí a Carla a través de Samuel, era la hermana de uno de sus amigos. Pero ella y yo no teníamos nada en común: extrovertida, le encantaba cantar y bailar. Nos casamos pronto y fuimos felices durante 35 años, aunque nunca pudimos tener hijos. Ese fue un motivo de profunda tristeza para Carla que terminó por envenenar su cuerpo, y falleció de cáncer uterino. Claro, en aquel entonces la medicina no era tan moderna y los doctores no sabían detectar las enfermedades a tiempo. Pero la ciencia de la muerte siempre estaba un paso más adelante. Quedé viudo y no quise volver a casarme, supe que ya no había nadie en el mundo para mí.
Cuatro
Poco tiempo después de casarme, un colega de la planta nuclear me invitó a un grupo de científicos selectos que trabajaban en proyecto militar. Un proyecto que revolucionaría al país, según sus palabras. Su objetivo era crear las primeras bombas de hidrógeno para la defensa nacional en guerras futuras. Debo admitir que fui un tonto crédulo y acepté en seguida la propuesta. Lo que empezó como un simple interés se convirtió en una obsesión, y finalmente en una tumba.
Tres
Las bombas eran perfectas, mi equipo y yo quedamos muy satisfechos con el resultado. Nuestros nombres aparecieron en los periódicos junto con fotos del presidente estrechando la mano a los generales. Las bombas se veían radiantes como becerros de oro, rebosantes de millones y millones de microscópicas vidas contenidas en su interior. Poco a poco me di cuenta del grave error que había cometido. Pero ya era demasiado tarde, y el mundo ya estaba podrido.
Dos
Tardé una década en idear mi plan, que al principio apareció como una fantasía o un sueño febril. Había sido cómplice en la condena de toda la humanidad al crear esas malditas bombas, pero al mismo tiempo sabía que esta humanidad ya estaba condenada. Tal vea mi trabajo era librarla de su mal, usando ese mismo mal como instrumento. Carla había muerto una semana atrás, mis padres yacían en el mausoleo familiar junto con Samuel, y Miriam vivía aislada en otro país. No tenía nada que perder, nada que temer.
Uno
¿Qué hice en esos diez años? No lo recuerdo, tal vez nada importante. Lo que sí recuerdo es lo que hice hace diez días atrás. Yo sabía que las bombas de hidrógeno estaban guardadas en una base militar en las afueras de la ciudad. Estaban bajo tierra, dormidas pero siempre pulsantes. Y también sabía cómo burlar a los guardias de seguridad para infiltrarme a la sala donde se encontraba la consola de lanzamiento. El amanecer se asomaba detrás del vidrio grueso de la ventana, pero en cuestión de minutos fue testigo de otra maravilla. Ante mis ojos se alzó el nacimiento de un nuevo sol que vino a purificar esta tierra para el nacimiento de una nueva era. Logré huir de la base entre todo el pánico y la confusión.
 
Aaron se despertó bruscamente cuando sintió el ardor del fuego lamer su espalda. En unos minutos más las llamas lo envolverían para expiarlo. Encendió otro cigarrillo y abrió otra lata de cerveza.
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Foto del autor tu vieja estanza
Textos Publicados: 5
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Descripción

Este fue el primer escrito que tuve que entregar en el Mundial de Escritura de julio. El concurso duraba un mes (creo que todavía no terminó, no lo sé). Busquen por Google "mundial de escritura 2020"; cada día se les da a los participantes una consigna que tienen que usar para escribir sus relatos. Bueno, después de dos semanas yo abandoné el concurso porque dichas consignas empezaron a parecerme cada vez más boludas. ¿O no que soy simpática?

Palabras Clave: ficción drama mundo post-apocalíptico

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficción



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