IDA Y VUELTA - Vertientes del Escepticismo - Jorge Dossi -1990
Publicado en Oct 06, 2009
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                                     VERTIENTES DEL ESCEPTICISMO
                               "Hay muchas cosas en las que
                               no creo, pero sobre todo no
                               creo en el escepticismo"
                                               Jose Pablo Feinnman
        Hay muchas razones que pretenden explicar el ir y venir de nuestra aventura, la aventura de la identidad que forjamos cuando advertimos la presencia de una creación que nos ha costado mucho: el prototipo de un argentino enraizado, asumido y consustanciado con la carga histórica de sobrellevar aciertos y desaciertos, pero siempre dispuesto a dar batalla aunque la crisis se obstine en engullirlo.
        Nos costará mucho acostumbrarnos a vivir el país como se debe, a soñar con el bienestar después del sacrificio. El rostro se endurece cuando recordamos las luchas interiores que presionaban por respuestas en los oscuros tiempos de la dictadura militar; porque hay que reconocerlo: cuesta mucho volver a ilusionarse, volver a creer en la pureza de una resurrección de ideas, en una valoración de situaciones que marcaron a fuego las pautas culturales de una generación.
        Además, no es fácil instalar una polémica que suponga una reconstrucción histórica de las ideas y nos permita generar autocríticas instaurando de una buena vez la conciencia crítica que tanta falta nos hace.
        Esta apreciación inicial constituye un acercamiento al fenómeno que la intelligentzia ha denominado "el pueblo- rebaño", el pueblo masificado, despersonalizado, conducido carismáticamente y obligado a optar falsamente propuestas inconducentes.
        Inocular resignación y fomentar el escepticismo ha logrado un resultado asombroso cuando se trata de resistir una voluntad nacional que afianza su compromiso con la historia y el futuro del país.
        La sola posibilidad de imaginar que afrontamos una transición necesaria después del infame proyecto "procesista" y que nos queda un arduo camino por desandar, obliga a examinar con cautela como operan las usinas del escepticismo para insertar en la conciencia popular algunas de sus más afamadas frases a saber: "en este país no se puede cambiar nada" o " este país no tiene arreglo".
        Es notable verificar que ya no sólo se opera sobre la gente mediante una incitación a la desesperanza. En forma descarada también se le atribuyen responsabilidades electorales cuando sus decisiones terminan ungiendo a dirigentes políticos que luego defraudarán sus expectativas.
        En nuestro país ha existido desde siempre, -y los  medios de comunicación así lo han confirmado- una presencia muy fuerte de los intelectuales a la hora de efectuar una mirada reflexiva sobre hechos que de una u otra manera han conmovido a la opinión pública.
        Vamos a intentar una explicación sobre los motivos que impulsan a ciertos sectores intelectuales a fundamentar sus actuales convicciones -reñidas en muchos casos con las que sustentaron en otras épocas- y alimentar así el florecimiento del escepticismo.
        Es claro el ejemplo de algunos intelectuales latinoamericanos que -en su condición de "espíritus críticos"-, han adherido y acompañado el surgimiento de los movimientos nacionales de liberación en los cuales vieron coronarse los sueños populares convertidos luego en realidades tangibles.
        La ventajosa capacidad de abstracción sobre el resto del pueblo los erigió en preclaros anticipadores de la crisis, aunque luego, terminaron tomando distancia al menor atisbo o indicio de que los procesos populares sobrevinientes pudieran vulnerar su conciencia crítica.
        Es conocida la dificultad con la cual frecuentemente tropieza el intelectual que actúa en la estructura orgánica de un partido político y comienza a cuestionarse si esa situación afectará el ejercicio crítico de su pensamiento, ya que tarde o temprano la misma eclosionará y sobrevendrán variadas lecturas donde no faltarán las imputaciones en torno a la deslealtad partidaria como también a la independencia de criterio.
        El punto en cuestión se refiere a la actitud que asume el intelectual cuando profesa su devoción al escepticismo. Creemos, por el contrario, que su tarea debe afirmarse en la procura y la capacidad de interpretar las alegrías y tristezas de su pueblo.
        El ser concreto del pueblo necesita ser internalizado por el intelectual que muchas veces, olvidando esta función esencial, bucea por los contornos de su propia y abstracta dimensión.
        Cuando el intelectual asume una actitud comprometida con los destinos de su pueblo, el reconocimiento que sobreviene constituye la mejor prueba de su travesía.
        Feinnman afirma que el escepticismo "es una actitud política profundamente reaccionaria, ya que, por su propia naturaleza, debe demostrar constantemente la inmutabilidad del orden establecido, la astucia del poder y la inutilidad de toda rebelión".
        Podemos afirmar entonces, que mientras la permanencia de un horizonte escéptico domine el panorama de la sociedad argentina se dificultará la concreción de espacios reflexivos que impulsen la creatividad y la búsqueda del sueño colectivo.
        En las actuales circunstancias que atravesamos los argentinos, existe una certidumbre: la propagación de un virus que pretende instalarse a diseñar una estrategia que imposibilite el despegue de nuestro país.
        Cabe señalar también que a pesar de que hoy estamos en mejores condiciones de ejercer libremente el pensamiento crítico, no por ello debemos soslayar la aprehensión del sentimiento popular y su autentica recreación porque como bien lo señalara Leon Rozitchner "Hay libertad, s¡, pero también represión, y mas sutil, lo que tenemos de ganado sólo sirve si lo podemos ejercitar para mostrar, pensar y poner en juego las trampas, las carencias y las astucias de las que el sistema se vale para que las cosas permanezcan mas o menos como están".(11)
        La vinculación del escepticismo, con el pensamiento crítico y la política quedó patentizado en la figura de Mario Vargas Llosa, célebre intelectual devenido en político, con una obra apasionante dentro de la narrativa latinoamericana.
        Si observamos el giro de sus posiciones políticas en los últimos años podemos acercarlo a nuestro Sebreli y trazar un paralelismo en tanto asocian sus expresiones al escepticismo.
        Cuando el gobierno del presidente Alan García propuso la nacionalización de la banca peruana, medida de neto corte revolucionario, conducente a priorizar el desarrollo económico del país; Vargas Llosa inaugurando su flamante rol de dirigente político se alzó para condenar la decisión presidencial y augurar tiempos nefastos para el país, además de organizar y participar en movilizaciones antigubernamentales de oposición a la medida, las que en la etapa por la que entonces atravesaba la débil democracia peruana sólo podían contribuir a generar filtraciones golpistas con la consecuente erosión del poder interno y las consabidas presiones externas lesivas para su soberanía.
        Cabe entonces preguntarse si esta actitud del notable escritor no constituyó una actitud  reaccionaria que, -si bien se encuadra en un legítimo derecho opositor- terminó incubando el germen del escepticismo y puso en peligro el camino que se habían trazado el pueblo peruano y su circunstancial conductor.
        Es dable admitir que estas reflexiones desnudan un perfil ideológico y ello es posible en el sentido de convenir lo más provechoso para el desarrollo de los pueblos, pero también constituyen una observación al comportamiento en el que incurren muchos intelectuales debido a la notoriedad e influencia que ejercen en la opinión pública.
        Dominar el lenguaje no es un lujo, pero tiene un altísimo costo: se transforma en inmoral y condenable cuando se lo utiliza contra la voluntad popular, con propósitos de humillación haciendo de la subestimación al sujeto-pueblo un monumento a la diatriba.
        En una incisiva nota publicada hace algunos años, Vargas Llosa instauraba una polémica que aún hoy permanece vigente y lo justifica en sus posiciones al afirmar: "el nacionalismo es la cultura de los incultos y estos son legión". Así rezaba el agravio de mayor dureza lo cual nos sugiere un primer interrogante: el pueblo peruano y los pueblos hermanos de Latinoamérica merecían esta lapidaria sentencia que subliminalmente los alcanzaba. (12)
        Sobre la vigente intención de atribuir incapacidades a los nativos de estas latitudes por ejercer defensas en torno al nacionalismo cultural se han pronunciado muchos cómplices de la dependencia. Para ellos es oportuna la respuesta que Luis Barroso prodigara a Vargas Llosa : "los incultos tenemos esa manía de no perder la esperanza".
        Las vertientes del escepticismo se originan en la frustración y el desencanto que la política en tanto modo de organización de la sociedad ha traído aparejado con la consiguiente carga de fracaso, desesperanza y renunciamiento.
        En un artículo titulado "Escepticismo, fuerza mayoritaria", Jorge As¡s generó una polémica que nos interesa destacar en forma conjunta con la réplica que recibiera por parte de Oscar Castelucci.
        Desde la crítica expresada por este último, la política argentina, en tanto dio cauce a las aspiraciones del pueblo que acompañó a sus líderes naturales, constituyó el reflejo de la constancia de ese pueblo en aras de labrarse un porvenir. Con sus vicios y errores pudo contener la crítica que disparaba el individualismo ciudadano requiriendo una explicación y así fue abriéndose paso hasta encontrar la comprensión.
        Si nos ubicamos en la óptica de Asís, quien nos refiere una mayoría de escépticos, no podemos soslayar a quienes generan los motivos, esto es, los mercaderes de la política que se imponen desnaturalizar sus objetivos y se enquistan en los poderes públicos conformando estructuras corruptas dentro del mismo poder con una autonomía sumamente peligrosa.  
        Esta confusión y desmoronamiento de los ideales de organización y decencia desprestigió a la clase política y a la vez, marcó el pensamiento de los argentinos que muchas veces dieron vuelta la cara a la corrupción, el descaro y la ignominia.
        Así fuimos creando mitos que justificaran una incredulidad que ganaba adeptos y creímos en el salvador que vendría a socorrernos, a librarnos de tan aciago destino y no dudamos; golpeamos las puertas de los cuarteles pidiendo intervenciones para después arrepentirnos. Hicimos un culto del "no te metas" y abrimos los ojos asombrados cuando el horror que se ocultó fue brotando en testimonios, fotografías y denuncias.
        Admitimos ser hijos del rigor pero nos cuesta coordinar el interés general y encauzarlo hacia fines de bien común. Nos preguntamos una y otra vez  porque se promete y se incumple tanto desde el discurso político, porque se bastardea subliminalmente el mensaje de la política, porque seguimos aguardando el paraíso de favor sin luchar por conseguirlo.
        La mediocridad que campea señora en estas latitudes conspira contra el esfuerzo de las creencias y así vemos proliferar desde audaces santurrones hasta mágicos poseedores de la verdad revelada arrojando sus redes y atrapando a los incautos que se animan a curiosear.
        La crítica se ensaña contra estos mercaderes del abatimiento y la desesperación endilgándoles el mote de aprovechadores o farsantes, lo cual sin dejar de constituir una verdad, al mismo tiempo soslaya un debate frontal sobre esta peculiar manifestación de los argentinos cuya sencilla explicación se traduce en una palabra: creer
        Hay un apetito insaciable por encontrar una solución a los problemas del espíritu, un sentimiento inocultable de unidad y comunión con el prójimo que no siempre es percibido como corresponde y permanece reprimido por un comportamiento social inconsciente.
        Necesitamos creer en algo o en alguien y el escepticismo provocado por las falencias y los vicios de una dirigencia política adeudando responsabilidad y altura a las demandas populares se transforma en ganancia para los predicadores del oportunismo que no vacilan en extender su mensaje al desencanto.
        Feinmann enumera algunos de los motivos por los cuales se ha optado por el escepticismo: "Los jóvenes porque son jóvenes, porque se criaron bajo el Proceso, despolitizados, desmovilizados, contando apenas con el rock como módica expresión de identidad, los viejos porque son viejos y entonces, claro, ya nada pueden, los que se quedaron porque el miedo los paralizó, los que se fueron porque perdieron el país, todos es cierto, fracasamos, pero sin duda -y juro que esto no es un golpe bajo- hubo muchos que fracasaron mas: los que murieron, será por ellos, entonces y también por nosotros que habrá que seguir, que habrá que creer."
        Sin perjuicio de disentir en torno al fracaso de los que murieron -podríamos considerar que triunfaron y que sus muertes contribuyeron a concientizar sobre la necesaria estabilidad del sistema democrático- Creer constituye una constante histórica que ha trascendido la amargura del paraíso perdido. Creer ha significado el nacimiento de nuevas esperanzas que volvieron a la carga deseosas de intervenir en el proceso reparador de nuestra historia.
        A pesar de la vecindad del escepticismo, la vida y las creencias impusieron la emotividad de su contenido para batallar contra la cruzada redentora de la resignación. Se vislumbró en cada experiencia popular la convicción y la fe en el retorno del compromiso, en la vocación de servicio, en el amor a la tierra.
        Nuestra generación no quiere vender su alma al escepticismo. Se viene equivocando a veces y acertando otras tantas, pero no esta callada, aprendió de su predecesora que el silencio también conlleva a la muerte, por eso ahora trata de vociferar, de latir en cada acontecimiento donde la vida sea el principio y fin de un proyecto. Donde se pueda creer en la lucidez de la conciencia cuando los obstáculos nos pongan a prueba.
        Vociferar para conmover el remanso de una sociedad que no puede estancar su actitud crítica y que hoy, más que nunca necesita creer como expresara Scalabrini Ortiz porque "he allí toda la magia de la vida".
NOTAS
11.- "Que piensan los ideólogos en la democracia", en Expreso Nº 9 Junio de 1987, pag. 62
12.- "El Nacionalismo Cultural" en Clarín, 18 de Febrero de 1982, Suplemento Cultura y Nación y en Línea N§ 20 Marzo de 1982 "Cultura, Emancipación o Dependencia?"
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Vamos a intentar una explicacin sobre los motivos que impulsan a ciertos sectores intelectuales a fundamentar sus actuales convicciones -reidas en muchos casos con las que sustentaron en otras pocas- y alimentar as el florecimiento del escepticismo

Palabras Clave: escepticismo intelectual Vargas Llosa Asis opinion publicia espiritus criticos juventud pueblo estrategia magia vida

Categoría: Ensayos

Subcategoría: Sociedad


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