SEGUNDA PARTE
El lamento
 
Quien es  LAURA
 
Su seducción fluyó con deliciosa delicadeza, reconociendo haber tomado esa increíble decisión por su belleza. La sola evocación de su ternura, tuvo como repuesta inmediata una celebración agradecida, como si eso, fuese la visión delirante de notables dulzuras. Esa muchacha, resguardó seguramente la gloria sorprendente de alegrías pasadas, envueltas de felicidad, con toda la grandeza de su sonrisa. La sugestiva señal del disimulo, trasladó la sensación placentera de su mirada, a la cercanía de su cuerpo encendido. Tomás se encontró con ella en forma casual en el mercado de flores y su hechizo fue instantáneo. Su tercera cita fue decisiva. Esa mujer era su alma gemela, para Laura un desafío. Se casaron al año siguiente, Tomás había consolidado una posición exitosa en el campo empresarial muy importante. Nuevamente el destino chocaba con él. La timidez de Laura contrastaba con la expansiva personalidad adquirida por Tomás en su cambio rotundo de la montaña a la empresa y solo algo no había sido modificado, su especial atracción por la música clásica que hizo de él un vicioso oyente y espectador de cuanta obra se presentase en los teatros locales y cercanos .Esa noche de luna de miel fue memorable e imborrable. Solo ellos dos y la montaña con su eco descendiendo por laderas que rozaban el templo majestuoso de su historia y el filo de una nube, avanzando examinando una luz en la ventana, confirmando su oficio de buscar la ocasión en su vuelo para encontrar las voces de corazones que le dieran mayor sentido al golpe del silencio. Naturalmente, Tomás posó sus labios generosos en la piel de Laura sin perturbarse para disfrutar la gentileza que otorga la vida, fue entonces cuando ella descansó su rostro agitado en su pecho, lamiendo el reino de la prudencia. Le decía en susurros, que la luna tuvo en otras oportunidades los pliegues pensativos del desaliento nubladas con lágrimas; pero hoy, sin ese insano dolor, atesoró la inquieta atracción de una madura y fantástica pasión, antes aturdida. Tomás se apropió de su cuerpo lentamente hacia la morada de esa dama, en cuya mejilla encontró la marca de los astros, y en su cuerpo, el disfrute de todas sus fragancias saciadas de sueños con la visión de las tentaciones. La exquisitez de ese encuentro, acogió con la misma solemnidad, el inicio de un festejo de intensa existencia y deleite en su lecho, señalado hoy como el refugio más prudente de todas las escenas anheladas, porque en definitiva, todos los amantes  albergan el después, en los rincones de sus propias exaltaciones. Consciente que el cansancio del amante gran espiral de fatigas inconclusas, pecador deshumanizado, que tiene la virtud de ignorar todos los aplausos. Laura, que siente un oleaje de inmensa pasión, desea disfrutar el fuego delicioso del amor sellando con ardientes labios, la delicada promesa de besar sin pudor. El vestido de Laura se abrió al camino deseado, dibujando su figura mientras las manos pinzaban el hombro del pecado. La curva de su vientre, tiene la dimensión exacta del recorrido de una palma de la mano, y su espalda se mantiene recubierta por una piel de delicada tersura, capaz de defender el enigma del pecado. Fue cuando todas las rabias del mundo, escucharon celosamente la huida de fantasmas, refugiados en el humo del incienso. Un rostro, primero de luces, y luego una mirada sonriente de pasión, selló el encuentro, y ese mismo día, sus piernas delicadamente bellas aleteando su desnudez perfecta, con su tobillo derecho sorprendido por la lisonja del artesano, quitó el aliento a su amante. Ah que bella eres exclamó Tomás ante el ritual de la mirada, embelesado de sus formas. Sobre su antebrazo izquierdo asoma el seno de Laura, ofreciendo el pezón erecto, asombrando su osadía, de sugerir de una entrega. Brilla su piel esmaltada de pequeñas arenas luminosas, convirtiendo a Tomás, en un humilde vagabundo donde el amor atravesado por la flecha de la esperanza ya no permite luces suficientes para iluminar tanta oscuridad. Tomás, planeaba besar su frente, y desde allí; besar su boca y luego su cuello Para caer en la oquedad de tus senos, donde posará sus labios tibios Ha de recorrer su vientre, absorbiendo todos sus deseos; aún, los que le oculta buscando llegar a su Venus, que se abrirá lentamente para ser el despertar de su viaje. Besará esa gozosa herida eterna y luego entrará en ella bajo el suspiro Y es ahora sí, cuando viajando juntos, se unirán en un solo gesto Tomás llevará sus lágrimas de gozo en la palma de su mano y con ellas, los dos entrarán al mar de los sueños para finalmente  sellar la entrega de un amor con un mensaje de labios, y después un duelo de lenguas.