Cartas para ti CCCXL
Publicado en Mar 23, 2020
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El muroQuizá papá estaba tratando de brindarme algún don. Que aprendiese algo a mis cortos años de vida. Porque, lo esperaba como cachorro que espera a su amo. Era tan feliz cuando volvía de un largo día de trabajo. Pero, al instante que abría la puerta, aunque lo esperase con la más amplia de las sonrisas, su respuesta siempre era la misma. Tal vez el hielo hubiese cortado menos profundo que su indiferencia, pero fue su caricia con puño de hierro que logró derribar mi inocencia.De pronto, mami rápidamente me agarraba de un ala, me susurraba suplicante que entendiera que con papá solo estábamos jugando a escondernos. Pero sus lágrimas no lo hicieron más entretenido. Nos refugiamos tras un muro que construí con mis manitas para mantenernos distantes del dolor. Entonces, cómo esperan que confíe en las bondades del mundo, que camine por la tierra sin preocupaciones o heridas que corroen con cada paso. Si, desde pequeño, mis ojos convivieron con la violencia no solo de su indiferencia, sino también de la más grande de sus decepciones. Creí que me mantendría distante, quizá protegido, pero me mantuve en cautiverio. Y tratando de encontrar un espacio de libertad, levanté una coraza, creé una celda que me tuvo prisionero hasta que el llanto finalmente fluyó como río al mar.Aunque más tarde aprendería sobre su amargura, la infelicidad que le había negado su plenitud, me convertí en el recipiente de todas sus frustraciones, el verdugo que le había arrebatado su libertad, y pensé que ese era el propósito de mi existencia.Desde ese momento, escribo y lloro para sacarme todos los males del cuerpo. Enhebro plegarias y soplo algunos deseos a los cuatro vientos pa’ que este mal no perdure más que mi infancia, porque quiero dejar de ser un objeto, este mueble que me disfraza para huir de su desapego por mi vida.Tal vez papá pensó que endureciendo mi corazón evitaría alguna magulladura en mi camino, pero las heridas de su amor siguen cicatrizando, mientras trato de derribar esto que me ahoga y me desarma, y no me deja contemplar los colores que viven en mí.
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