Si pudiera retornar a la infancia y obtener conciencia total de mí, lo primero que haría sería tomar algún bolígrafo, hoja en mano cualquiera y escribir acerca del primer movimiento que haya realizado: querida pequeña hoja frágil, pero resistente para soportar infinidad de ideas, ¿tontas? ¿inteligentes?, no lo sé, pero tengo fe en este transcurrir donde plasmo mis ideas al cerrar con un punto final. El cerrar los ojos es otro signo, más aún, llega la señal desde tu interior más profundo, esa ‘corazonada’ que sube por tu estómago, llega a tu garganta, siente la angustia, ahí en tu nuca y detrás de la oreja susurrando ¡algo estuvo mal!
Eso no puede pasar otra vez, lamentablemente nada se puede cambiar, el presente es tan efímero, que todo se vuelve pasado, así como el agua no se puede recuperar cuando la tratas de sostener en tus manos y se escurre por tus dedos. Lo que sí puedo hacer es lo siguiente: a estas horas 02:00 de la madrugada, un día domingo, ejercitar los dedos, practicar los movimientos del dedo índice, desarrollar la fuerza en el pulgar, el dedo del medio es el tercer pilar, hay que cimentar su base muy bien, para poder dejar constancia en vida. Primeramente, debo hacer esto, con su permiso lector/testigo: ¡gracias doy Dios por tener todo en orden aún!