Tres figuras y un camino
Publicado en Nov 23, 2019
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Tres figuras y un camino[1]
 
Esa mañana ventosa de octubre, tres figuras encapotadas se acercaban al campanario de la iglesia principal de San Rafael, (la primera construida), a paso lento y en contrapunto. Las vi llegar desde lejos, y tuve la impresión, por su porte y paso acompasado, que debían ser tres figuras importantes.
Corría el año 1936 y mi familia y yo nos habíamos instalado en la Colonia de San Rafael, ubicada a unos escasos kilómetros de la Villa 25 de mayo, el casco histórico de aquellos pagos. Pero por nostalgia, o tal vez por el respeto a los pobladores de esos lugares, nos habíamos trasladado y ubicado definitivamente en la villa, cerca del fuerte y la plaza.  Además, nos gustaban sus alrededores, sus altos carolinos, la cercanía de la montaña y la maravilla del otoño.
Esa mañana, pues, estaba intentando sacar unas fotos al campanario, pero el viento me lo impedía. Renegué un buen rato hasta que llegaron estos tres individuos a mi encuentro.
Al punto descubrí al querido Bufano, pero ¡cómo había adelgazado! Si no era por sus hipnotizantes ojos verdes, no lo reconocía. Al lado de él, y apoyado en un férreo bastón, me pareció entrever al querido Leopoldo Marechal –algún poema suyo había leído- y la otra figura, era un misterio para mí. ¡No lo conocía! Era un cura, a ciencia cierta, por su sotana, pero bastante raro. Fumaba pipa, tenía ademanes nerviosos y graciosos al mismo tiempo y me pareció que uno de sus ojos era de vidrio. Se presentó sin más preámbulos, intuyendo mi desconocimiento.
-Buenos días- padre Leonardo Castellani- ¿Fresca la mañana no?
-Bastante- asentí mientras enrollaba nuevamente mi bufanda al cuello. –¿De dónde viene Ud. Padre?
-De la ciudad de la Gallina, ¿o no Leopoldo? De dónde va a ser jajaja. Soy oriundo de Santa Fé, pero he venido a visitar a mis compadres acá, y me quedo unos cuantos días. Estoy radicado en Buenos Aires desde hace varios años, y soy amigo del padre Miguel, que me invitó la semana pasada.
- ¡Qué bueno padre! Me alegro mucho. Había leído algunas cositas suyas, que me fascinaron. Pero no tenía el placer de conocerlo cara a cara. Hace poquito un paisano cordobés me habló muy bien de Ud.
- ¿Y quién sería?
-Don Gustavo Martínez Zuviría…estuvo de paseo unos días antes de irse a Catamarca. Lo han nombrado interventor.
- ¡Ah sí! Claro, don Hugo Wast. Qué pluma ese cordobés, qué don de Dios. Pero estamos muriéndonos de frío. ¿Sabe si ya volvió el padre Miguel de la visita a los enfermos?
Leopoldo se acercó para escuchar un poco mejor pues se había entretenido mirando a unos horneros; Bufano sonrió amablemente y añadió:
-Nos espera esta mañana, pero no queríamos molestarlo antes de tiempo.
-Sí, sí, está. Ha vuelto hace unos minutos.
- ¿Y pudo sacar alguna foto? - preguntó divertido Marechal
-Una o dos…bah- respondí con una media sonrisa. Mañana vuelvo con mejor tiempo y trato de nuevo. Comencé a guardar el trípode y la cámara que pesaba mucho. Mientras tanto Castellani y Marechal se apresuraron a ayudarme en tanto que Alfredo golpeaba suavemente la puerta de la casa parroquial.
Los saludé y me fui a paso lento porque quería mirar por última vez ese trío que se había reunido en nuestra querida Villa y había elegido ese lugar justamente para encontrarse. Era un privilegio pues desde hacía varios años que el centro cultural e histórico se había trasladado a la colonia, y eran pocas las veces que los escritores se juntaban a conversar, compartir sus anécdotas y tomar unos buenos mates. Nadie me iba a creer que los había visto y había conversado con ellos.
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-Es que no sirve ¡no sirve la democracia! Para qué darle vueltas, Miguel. Si ves que no es como la del tiempo de Atenas, es un rejunte de ladrones, pillos y sinvergüenzas que roban y mienten a diestra y siniestra.
-Calmate, cachorro de león, calmate y tomate un amargo- sentenció Leopoldo a su amigo Leonardo.
- Tanta discusión para qué…- sentenció Alfredo. Hay que aprender de la naturaleza que es sabia. Hay que ver como los guanacos, las cabras del monte y hasta los pumas leones se cuidan entre ellos. No se van a devorar ni echarse tierra entre ellos. Hay uno que vela por la manada y ya….
-Sí, sí, Alfredo, es que eso es realismo puro…que se ha perdido después de las inmundicias de Emanuel Kant, el René y sus compatriotas. Hay que ver las porquerías que ha escrito Hegel y compañía, y los estudiosos se lo tragan todo porque es novedad. ¡Macana de intelectualoides inflados!
-Bueno, pero ¿qué podés hacer vos? Ya te dije mi suerte con “Pereda”- arguyó Marechal
- ¿Pereda? Contá un poco eso que a Borges lo vi solo una vez y me da mucha intriga- dijo el padre Miguel mientras cambiaba prolijamente la yerba del mate y se disponía a escuchar con mayor atención.
-Bueno, pues vamos a ver…la cosa está candente en Buenos Aires, y a nosotros no nos junan a menos que nos vayamos para allá, y hagamos un poco de lío. Vos Leonardo que vivís allá, me vas a dar la razón.
Hay varios grupos de literatos, se escribe mucho y se publica más. Dos por tres se juntan en el café Tortoni a fumar habanos y hablar de Letras…a leer y conversar de todo un poco. Hay una poetisa nueva, una maravilla de pluma, si la leyeran me darían la razón. Es una mujercita un poco tímida al principio, pero luego la mar de simpática e inteligente. –Alfonsina, claro- sentenció Bufano. He leído sus escritos. Una sensibilidad particular, realmente. La pobre mujer está sola con un niño pequeño. Si encontrara al desgraciado que la abandonó, lo reventaría contra una pared. ¿Se puede ser más cruel? Pero, ya me estoy aventurando en juicios que no me corresponden.
-      En fin, no hablemos del tema porque yo sé quién es y te secundaría en tu propósito- dijo Leopoldo, tomando el mate que le acercaba el curita. Pero me estoy yendo de tema y quería llegar finalmente a Borges. La cuestión es que Buenos Aires es a veces un hervidero de inteligencias. Encuentros de literatura, presentaciones de libros y de cuadros, conferencias de intelectuales se suceden como el día a la noche y se multiplican como la levadura en el pan. Pero las aguas están divididas, y este Jorge es a veces tildado de copetudo simplemente por pertenecer a una familia aristocrática. Ustedes saben cómo soy…admiro la sencillez y no me gustan los rintintines. Admiro a los verdaderos patriotas y tengo cierto recelo por estas gentes que no hacen más que mirar a Inglaterra y a Francia como si la literatura hubiese nacido allí. Pero este Jorge Luis, es un talento especial. Realmente tiene un don, pero es blando...blando como cualquier liberal que no quiere tomar partidos…pero que en la práctica es el más tradicional de todos.
-      ¿Y qué tiene que ver eso con la democracia, mi querido amigo? De eso veníamos hablando. Ud.dijo que no tuvo suerte con él.
-      Bueno, es que realmente nuestro Borges cree que se puede dar igual que en Norteamérica, igual que en Francia y que es la única forma legítima de gobierno. Si no fuera porque sé que es un liberal, diría que para él la democracia es un dogma.
-      ¡Qué irónico! Jajaja- acotó el padre Miguel. Hay que ver que Pío XII ha hablado de la democracia y las condiciones para que pueda desarrollarse decentemente, pero eso es tan difícil como que yo les pida a las parroquianas que no se queden conventillando después de misa y vayan a rezar, que falta les hace.


Bufano soltó una risa clara y sencilla como una cascada, y todos lo secundaron. Y la conversación continuó por largo tiempo, hasta que se acabó el agua para el mate, y ya era hora de volver a las casas. Y, como suele suceder en conversaciones donde todos buscan la Verdad, cada uno volvió a su hogar con algo más aprendido, y con la sensación de que quedaba mucho aún por hacer.
FIN 
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[1] Cuento basado en tres escritores argentinos: Alfredo Bufano (Mendocino), Gustavo Martínez Zuviría (cordobés) y Leopoldo Marechal (bonaerense).
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Descripción

Un cuento sobre Borges, Marechal y Leonardo Castellani

Palabras Clave: Leonardo Castellani Jorge Luis Borges Alfredo Bufano campanario San Rafael Villa 25 de mayo Buenos Aires

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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Enrique Gonzlez Matas

Me alegra encontrar un escrito tuyo de nuevo aquí, aunque lo encuentro casi por casualidad, porque al desaparecer por meses no sabemos si estás o no en estas páginas. Así no creo que te extrañes de tus pocos lectores. Yo te sigo porque me interesa tu literatura, como lo demuestras en este estupendo relato donde demuestras gran dominio del recurso del diálogo.
Un gran abrazo, y reitero que deberías comunicarte más en estas páginas.
Responder
December 14, 2019
 

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