Libro Historia de instituto. Captulo 8
Publicado en Nov 13, 2019
Prev
Next
Image
Capítulo 8. La relación secreta.
Nos vemos todos los días. El resto de días de la fiesta nos los pasamos buscando escondites para pasar tiempo juntos. Y cuando no estábamos solos, hablaban nuestras miradas. Sólo Sofía sabía lo de nuestra relación en secreto. Es en la única en la que puedo confiar. Ni siquiera se lo ha dicho a Andrés y su hermano tampoco. No creen que sepa guardar el secreto. Ella es nuestra cómplice. Y creo que se divierte más que nosotros con este jueguecito que nos llevamos entre manos.
Es difícil esconder una relación. Siempre hay gente alrededor. En clase nos pasamos notitas y los descansos estamos con nuestros respectivos amigos. En el recreo, a veces nos podemos escapar y escondernos en algún callejón para compartir un beso.
Por las tardes es más fácil. Con la escusa de los trabajos, nos juntamos un par de veces a la semana en su casa o en la mía. Y pasamos un rato agradable hablando y escuchando música. Y también nos ponemos un poco con el trabajo, si nos queda tiempo. Hoy estamos en su casa. Estamos solos, recostados en su cama y enrollándonos, cuando oímos ruido de fuera. Es seguida nos incorporamos y hacemos como que estamos con el trabajo. Llaman a la puerta y Andrés entra a la habitación.
– Deberías tener cuidado con lo que te dejas por la casa. – Le advierte a Jaime enseñándole una de mis notas.
Se apoya contra el marco de la puerta satisfecho con la idea de haber descubierto algo importante. Nos miramos un segundo. Jaime se levanta y coge la nota en seguida.
– ¿La has leído? – Le pregunta Jaime a su hermano.
– Estaba medio abierta… – Responde con una sonrisa burlona. – ¿Desde cuándo estáis juntos?
– Cállate, y largo de mi habitación. – Le empuja para que salga. Andrés se va riendo.
– Lo siento. Se me habrá caído sin darme cuenta. – Me mira con cara de culpabilidad. Yo estoy algo nerviosa.
– Sólo han pasado unos diez días y ya se ha enterado tu hermano… – Sueno preocupada, y lo estoy. No quiero que nadie sepa lo nuestro.
– Ya. Pero sabíamos que iba a pasar tarde o temprano. Este tipo de cosas no se pueden ocultar mucho tiempo. – Vuelve a sentarse a la cama.
– Pero aún es pronto. – Me levanto. Estoy cada vez más nerviosa.
– ¿Por qué no quieres que se sepa lo nuestro? – Me pregunta, parece entre confuso y enfadado.
– Pues… porque aún es pronto… No estoy preparada para que todo el mundo sepa lo nuestro. – Le digo. Parezco poco convencida. Se acerca a mí.
– ¿Por qué? – Me increpa.
– Pues… porque aún no estoy preparada. – Me estoy poniendo más nerviosa todavía.
– Aún no confías en mí, crees que te estoy engañando y que es sólo un juego para mí. – Está empezando a molestarse y a atosigarme. – ¿Es por eso? Dime. ¿Sigues sin confiar en mí?
– Sí. Es eso. ¿Vale? – Le confieso con una voz más alta de lo que me hubiese gustado.
Nos quedamos en silencio un rato, nos cuesta mirarnos a los ojos. Llaman a la puerta de la habitación y Andrés entra.
– Mamá necesita ayuda con las bolsas de la compra.
– Ahora no Andrés. – Contesta Jaime de mala manera.
– Ayuda a tu madre. Yo me tengo que ir. – Salgo huyendo como puedo, sin dejar que Jaime me responda.
Camino a casa pienso en lo nuestro, nuestra relación, si la podemos llamar así. Pienso en si deberíamos dejarlo estar, seguir como estamos o hacerlo público. Como siempre, termino en casa dándole vueltas a la cabeza acostada en mi cama y sin tener una solución.
Al día siguiente, en clase, estamos tensos el uno con el otro. Hoy no hay notitas. Pasan las horas eternas, parece que no tienen fin. Suena el timbre del recreo y Jaime me pasa una nota antes de salir: «Te espero donde siempre». Es lo que tanto temía, la charla.
– Hola. – Le digo cuando llego a nuestro escondite. Parece preocupado y enfadado.
– Sé que te agobia el tema pero tenemos que hablar de nosotros, de nuestra relación. No podemos seguir así, a escondidas. No me gusta esta situación.
– Lo sé y lo siento, pero… no estoy preparada. – Tengo un nudo en el estómago.
– ¡Siempre dices los mismo! – Empieza a enfadarse cada vez más. – ¡¿Y cuando crees que lo vas a estar!? ¡¿Pretendes que sigamos así siempre!?
– ¡No, siempre no, pero por el momento la cosa está así! – Yo también me empiezo a enfadar.
– Está así… ¡Está así porque tú lo has querido! Al principio lo entendía, ¡pero llevamos dos semanas saliendo! ¡No es hora ya de superar tus miedos!
– ¡No te atrevas a hablarme de mis miedos! ¡Tú no me conoces, ni sabes cuáles son mis miedos! – Esto ha estallado ya.
– ¡Porque no me dejas conocerte!
– ¡Como voy a abrirme si aún no confío en ti!
– ¡Eso es! – Tiene un tono acusador.
– ¿El qué?
– ¡Qué aún no confías en mí!
– ¡Eso ya lo sabías! – Le espeto.
– ¡¿Cómo crees que podemos tener una relación de verdad si no confías en mí!?
– ¡¿Y quién ha dicho que esto sea una relación!? – La expresión de su cara cambia. Parece decepcionado. Se va.
Me empiezo a sentir culpable por mi respuesta, pero al mismo tiempo me alegra un poco haberle hecho daño. Supongo que esperaba un poco de venganza en mi interior, aunque no lo haya hecho adrede. Me siento mal y, como siempre, no sé qué hacer.
El resto de la mañana ha ido de mal en peor.
En casa de Sofía le cuento lo ocurrido. Ella intenta entender las dos partes. Y yo también lo intento. Pero hay algo que me retiene a no confiar en él. No sé si es lo correcto pero es lo que siento.
– ¿Vas a ir a su cumpleaños? – Me despierta de mi ensoñación.
– Iba a ir. Ya tengo su regalo. Pero ahora no sé si sería lo correcto. – Me siento mal con toda esta situación.
– Deberías ir. A lo mejor se suavizan las cosas entre vosotros.
– No sé. Tal vez. Ya veré…
Otra cosa más en lo que pensar acostada en mi cama. Su cumpleaños es mañana y lo celebra en su casa. Observo su regalo encima de mi cómoda mientras intento decidir si ir a la fiesta o no.
Llego un poco tarde a la fiesta, pensando que así me puedo mezclar entre la gente que ya está allí. Pero mi plan de pasar desapercibida falla al encontrarme a Jaime cara a cara nada más entrar. Nos quedamos parados unos segundos. Alguien llama su atención y aprovecho para deslizarme entre la gente para camuflarme. El resto de la tarde logro esquivarlo. Pero llega la hora de la tarta y quiero estar ahí cuando sople las velas. Aunque no lo pretendía, he acabado justo enfrente de él.
Me mira directamente mientras cantamos el Cumpleaños Feliz. Como siempre, me hace sentir rara el que me mire tan fijamente. Al terminar, sopla las velas y empieza a abrir regalos. El mío aún lo llevo en mi bolso. Se me ha olvidado ponerlo con el resto. Así que se me ocurre ir a su dormitorio y dejarlo en su mesa junto con una nota, antes de ir al baño. Cuando salgo, él está apoyado en la pared de enfrente con mi regalo abierto en su mano.
– Te has acordado. – Es un reloj. Me había dicho en un par de ocasiones que estaba pensando en comprarse uno.
– Claro. Pero supongo que alguien te habrá regalado otro mejor. – Me apoyo de lado en la pared junto a él. Se gira hacia mí.
– Te echo de menos. – Suspira. Se me corta la respiración.
– Yo también. – Le respondo después de unos segundos.
Se acerca a mí, coge mi cara con su mano y me besa. Es un beso suave, al principio. Pero en seguida empieza a ser intenso. Le rodeo el cuello con mis brazos y él aprieta mi cuerpo con el suyo con su otro brazo. Nuestros labios ansiaban que llegara este momento.
Aunque el lugar no era el más adecuado. Alguien pasa a nuestro lado para entrar al baño y paramos de besarnos. Giramos nuestras caras y vemos que la mitad de las personas de la fiesta nos está mirando. Unos sorprendidos, otros sonriendo. Nos separamos inmediatamente y nos miramos medio sonriendo. Jaime me coge de la mano y nos dirigimos al lugar de la fiesta. Estoy avergonzada y sólo espero no ponerme colorada.
Nadie dice nada. Todos siguen con la diversión. Y nosotros pasamos el resto de la fiesta juntos. Se han ido ya casi todos. Sólo quedamos los de siempre.
– Bueno, ¿desde cuándo estáis juntos? – Dice Jorge al fin. Todos nos miran con curiosidad. Jaime me mira y yo asiento con la cabeza.
– Desde la fiesta, se podría decir, ¿no? – Me mira para confirmar.
– Sí. Desde la primera noche. – Estoy incómoda por esta conversación.
– ¿Pero cómo paso? – Pregunta Carmen.
– Sí, contadnos – Exige Elisa.
Así que le contamos la historia desde el principio, desde que nos sentaron juntos en el instituto. Se burlan un poco de nosotros. Están sorprendidos, y es normal, tal y como empezó nuestra relación cuando Jaime llegó… Al rato se van todos. Jaime me lleva a casa en su moto.
– Al final te has salido con la tuya. – Le espeto.
– ¿Con qué?
– Ya lo saben todos. – Parece culpable.
– No era mi intención que pasara así. No podía pasar más tiempo sin besarte.
– Yo tampoco. – Sonrío y noto que me sonrojo.
– ¿Te llamo mañana?
– Claro.
Me besa. Un beso suave y tierno. Uno detrás de otro. Nos despedimos y entro en casa. Esta noche no tengo nada en que pensar y estoy cansada, así que me duermo en seguida.
Página 1 / 1
Foto del autor Araceli Galera Ruiz
Textos Publicados: 21
Miembro desde: Sep 30, 2019
0 Comentarios 31 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Palabras Clave: Juvenil amor pensamientos reflexiones

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



Comentarios (0)add comment
menos espacio | mas espacio

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy