16.01.11
Hasta nunca.
Un martillo roza mi rostro cuando alguien lo lanza a través de la sombría luz de la ventana, veo el rostro de mi agresor y rápido tomo mi sable samurái y salgo en su caza.
Lo encuentro en medio de la calle y certero con mi sable corto sus tendones. Lo tengo de rodillas frente a mí, ahora punzo todas sus venas y coloco débiles torniquetes en sus arterias, para que lento se desangre, saco mi pene y le orino la cara, llora o es la orina que corre por sus mejillas. No me suplica que le deje vivir sabe que no hay marcha atrás.
Es una noche perfecta, nadie en las calles, tenue luz de los focos, una leve llovizna, saco un cigarro, me coloco los audífonos y miro como desfallece a la muerte mi temor.