Las deudas traen pobreza, los ahorros traen riqueza:

Hace ya varios años en mi primer viaje al maravilloso México, una joven amiga y exitosa visitadora médica de una farmacéutica multinacional se quejaba de que cada vez que recibía su remuneración mensual ya la debía prácticamente toda y hasta más, pese a recibir un alto sueldo y comisiones, estar soltera y tener muy pocas obligaciones familiares. Qué podía hacer para sentirse con "lana" y no sentirse "pobre", me preguntó.
En aquel momento le compartí tres principios:
1. No acumules deudas. Trata de comprar de contado y sólo lo estrictamente necesario, obtendrás mejores descuentos y precios.
2. Consecuente con el primer principio: Deja sólo una tarjeta de crédito (ella tenía tres), y trata de usarla sólo para los hoteles y aerolíneas, en función de tu trabajo. Y elige pagar cada cuenta de la tarjeta en una cuota única, así evitarás el cobro de intereses.
3. Ahorra siempre por lo menos el 30% de tus ingresos, no importa que tan altos o bajos puedan ser. Hay que ajustarse a sobrevivir con una cifra menor a los ingresos personales, no pretender vivir por encima de nuestras verdaderas posibilidades económicas, menos en función de la apariencia o de los cánones sociales.
Además le recomendé que diferenciara lo necesario de lo superfluo, comprar sólo los artículos importantes para tener calidad de vida y no confundirlos con los lujos o vanidades (algo difícil ciertamente, en especial para una joven dama) que los medios y un mundo consumista nos quieren hacer creer que necesitamos. Existen muchos bienes y productos tan buenos como los de "marca", y que son notoriamente más baratos. También le dije que la única deuda que es justificable y buen negocio es para comprar la vivienda propia, financiada a largo plazo por un banco, pues las cuotas sustituirían el arriendo cuando se vive en casa o apartamento alquilado, y al final contaría con su propiedad como patrimonio propio. Eso si, tratando de pagar la mayor parte de la inversión de contado, de modo que la deuda restante sea la menor posible.
Meses después, mi amiga azteca me escribió muy entusiasmada: "Apliqué los tres principios, no fue tan difícil como creía. Ahora primero ahorro y después compro... Me quedé con una tarjeta nada más. Ya hasta tengo una cuenta de ahorros que está engordándose con más del 30% de cada mesada... Ya me siento con ´lana´... y estoy pensando en comprarme una casa." Menos de dos años después ella se hizo a su casa propia.
Este tipo de consulta o queja la he escuchado con frecuencia y siempre recomiendo los mismos tres principios.
A propósito, merece particular atención el que un carro o automóvil puede llegar a convertirse en factor de empobrecimiento hoy en día, todavía más si se ha comprado financiado o asumiendo una alta deuda y se ha caído en la trampa de comprar uno demasiado lujoso o caro, peor aún si está por fuera de nuestro real poder adquisitivo. Hay que recordar que los intereses de financiación encarecen un auto hasta el punto de convertirlo en un pésimo negocio, sumada la desvalorización, más los seguros (costosos de por sí) que son un gasto no recuperable, y los impuestos igual, por no hablar del combustible y mantenimiento que exigirá. Lo ideal pues, es comprar el vehículo de contado, aunque no sea tan lujoso o nuevo, y sólo si se necesita realmente o se tiene el capital ahorrado o disponible suficiente para no asumir deuda. Excepto si el auto es condición indispensable para el trabajo o negocio propio, y en tal caso los ingresos deben estar muy por encima de las cuotas de financiación. Y aquí surge una incómoda pregunta para nuestro ego: ¿Un carro costoso o lujoso es una necesidad real o creada?
Igual ocurre con la economía de un país. Hace pocos días leí que la ciudad estado de Dubái, famosa por sus edificios y hoteles ultramodernos e igualmente ultracostosos, destino de moda para los multimillonarios y el "jet set ", estaba a punto de la quiebra financiera... ¿Qué pudo haber pasado? Pues que ellos (su gobierno) carentes de jugosos ingresos petroleros como sus ricos vecinos, habían diseñado un "inteligente" plan para hacer de Dubái una meca financiera y turística de lujo del mundo, a través de un alto endeudamiento que supuestamente se pagaría después con los impuestos e ingresos recaudados cuando se alcanzara la meta planeada, pero estalló la gran crisis financiera mundial y... Ahora, los Emiratos Árabes, "su papá", un estado verdaderamente rico por el petróleo tendrá que prestarle 10.000 millones de dólares comprándole bonos para sacar a Dubái del apuro, transitoriamente.
Y observando la mencionada crisis que se originó en Estados Unidos, cabe preguntarnos: ¿Es esta "gran recesión" acaso consecuencia del modelo o política de desarrollo de las últimas décadas del crecer a punta de "consumo", que reemplazó al anterior modelo de crecer a través de "producción y ahorro"? Las deudas traen pobreza, los ahorros riqueza. Tal vez sea éste el fondo de la cuestión.
Terminaré con la frase de André Kostolany, maestro de la especulación bursátil del siglo XX: "Es más sólido quien tiene 10.000 dólares y no debe nada, que quien tiene 1´000.000 y debe 800.000 (aunque las matemáticas demuestren lo contrario)".
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