Dicen que a partir de la segunda mitad de la vida, es cuando empezamos a tomar realmente consciencia de nosotros mismos, ya no nos preocupamos tanto por lo material, ni tratamos de agradar a todos, sino que nos empezamos a mostrar al mundo como realmente somos, sin importarnos tanto la aceptación de los demás.
Algunos empezamos a darnos cuenta de donde reside la verdadera felicidad y comenzamos un camino en el que hay más aceptación, menos victimismo, más responsabilidad y, sobre todo, mucha más serenidad. En definitiva empezamos a actuar como adultos, responsables directos de nuestra propia vida y de los sucesos de la misma.
Algunos necesitan un par de vidas más para empezar este proceso, pero seguramente también es necesario que haya gente que viva toda su vida dormida en su ignorancia, empapada de con su propio victimismo. De hecho la mayoría de las personas viven así, todo el día quejándose y maldiciendo a la vida y a su mala suerte, y aunque no es fácil convivir con este tipo de personas, con las que trabajamos y pasamos muchas horas de nuestra vida, nos sirven de ayuda proyectando la imagen de lo que no queremos ser.
Ni sobra, ni falta, todo es y ocurre como tiene que ser y como tiene que ocurrir.