La lluvia se deja caer en esta terminal abandonada, en donde cientos de llantos por despedidas y alegrías por llegadas e idas se manifestaron, te acercas a mi con un vestido azul pegado a tu cuerpo, un abrigo rojo y un paraguas negro.
Pareciera que el tiempo se detiene, no es necesario decirnos alguna palabra y ya saber claramente los sentimientos que queremos expresar.
El viejo reloj de la torre marca las 17:14, te acercas tímidamente y tomas de mi mano, para apoyarte en un hombro que se siente fuerte ante tu fragilidad de ser, ese ser frágil esculpido en roca, ternura a la vista, bestia indómita antes las situaciones negras de la vida.
Caminamos por el anden del tren en busca de recuerdos de adolescencia, cuando el mundo era tan grande como las ganas de estar juntos algún día nuevamente. Nos vemos en un fotograma del pasado besándonos a escondidas de nuestros padres, recuerdo a don Luis, siempre amenazando de muerte si te rondaba, al final la muerte piso su zapato primero.
Que bello lugar, que estimulante lluvia, es como si miles de agujas se estrellaran sobre el suelo del sur amado, tu mano suave como las olas de verano, perfecta ante mis ojos, eres mi sueño más hermoso querida.
Caminemos a tu casa, una taza de café abrigara nuestros cuerpos y una manta nuestros deseos.