El amor, la familia, el apoyo incondicional, yo nunca supe que era eso. Crecí como una papeleta que el viento llevó de una casa a otra, en la que debía permanecer mientras se cansaban nuevamente de mí y me regresaban al siguiente en turno para que cuidara de mí. 


Así pasé mi niñez, mi adolescencia, mi juventud y así va pasando mi adultez; no he logrado estabilizar mi mundo, creo que en parte porque nunca me enseñaron a valorar lo bonito de tener una familia.


Mil veces inicié relaciones, creí enamorarme de cada persona con la que establecía un vínculo fraternal, pero luego el final tocaba a la puerta y partía nuevamente en busca de mi siguiente aventura.


Todo parecía ser algo normal, siempre estuve acostumbrado a no amanecer bajo el mismo techo y en la compañía de las mismas personas por mucho tiempo, cambiar de pareja fue tan natural como cambiar de casa en mi niñez.


Un día conocí a una mujer diferente, una mujer con una estabilidad familiar que me causaba un poco de envidia y un poco de terror, una mujer que me regaló todo su amor, pero que además me regaló algo que no pedí y que no creí necesitar; me regaló el amor de su familia, me recibió en el seno de su hogar y me hizo parte de él.


Al principio parecían divertidos, les tomé cariño, pero poco a poco fuí hartándome de tantas cosas a las que no estaba acostumbrado, no quería alguien que me amara de manera tan desmedida que me hiciera el centro de su universo, nunca había sido el centro de nada y no sabía como serlo, ni estaba interesado en aprenderlo.


Cansado de tanto amor prestado decidí huír y buscar nuevamente, y nuevamente, y nuevamente... estaba acostumbrado a saltar de cama en cama, pero entre una y otra, mi soledad acostumbraba a recordarme a la mujer que tanto me amó.


Algunas veces por soledad, otras por creer que lo sentía y unas más por acrecentar mi hombría, la buscaba, ella siempre estaba allí, y se convirtió en una fuente de energía para mis malos momentos, en ella me recargaba para luego volver a caminar siempre en busca de alguien más.


Un día en medio de una crisis existencial corrí en su búsqueda y me encontré con un "no más", me asusté, eso nunca me había pasado con ella, pero decidí enfrentarlo e insistir porque no estaba dispuesto aperderla, ella no resistió mucho y volvió a ser la misma, suceptible ante mis necesidades y siempre dispuesta a darme su energía para poder seguir adelante.


Creí que no podía arriesgarla nuevamente, pero pasado solo unos días quería volver a la calle, me agotaba su amor y me agotaba el regalo de su familia en mi vida, no porque no los quisiera, era simplemente que no me acostumbraba y necesitaba salir al mundo.


Decidí decirle que no podía seguir, ella me bendijo y me dijo que tampoco podía más y que entendía que era lo mejor, seguro de mi decisión caminé tranquilamente en busca de mi nuevo destino.


En mi recorrido encontré varios amores nuevos, algunas mujeres que me llenaban de felicidad, muchas mujeres buenas, muchas que como yo, no sabían lo que querían o que solo buscaban una cama para descansar una noche y ahí llegaba nuevamente la soledad.


Cuando mi energía nuevamente había sido consumida por esos nuevos amores y me quedé sólo, sin fuerzas, sin saber que hacer, busqué nuevamente a mi fuente de amor, estaba cansado y necesitaba un puerto donde ponerme a salvo y resultó que ella, ya sin energía, no pudo abrir más su puerta, me pidió dejarla descansar y la insistencia ya no tuvo efecto.


No entendía lo que pasaba, me preguntaba cuánto tiempo se demoraría en regalarme nuevamente su amor, el tiempo pasaba y no obtenía respuesta, no me iba lejos por temor a perderla. No sabía que eso ya había pasado, ya se había ido y en su partida me dejó una explicación sencilla a su decisión.


"Camilo. Siempre me enseñaron a regalar amor, a brindar lo mejor de mí y a ser la mano amiga de las personas a las que amaba, por eso te entregué junto con mi amor, el amor de las personas que amaba; te ofrecí una familia a la que amo, un amor puro y un apoyo incondicional, ellos como yo, sentían la decepción cada vez que marchabas y mi corazón quedaba destrozado y el de ellos insatisfecho porque no los valorabas. Su dolor me dolía y mi dolor les dolía. Mientras tanto a ti no te dolía el dolor de nosotros y sin embargo cada vez que algo te andaba mal y volvías, aquí estábamos, y siempre volvías a partir sin importarte lo que dejabas en nosotros. 


En tu última partida sentí rabia de tu desamor y la tristeza hizo tal meya en mi corazón que quise dejar de vivir, cuando casi sentía morirme mi madre secó mis lágrimas mientras me pedía, dejarte seguir tu camino, repitiendo: no es su culpa, a él no le enseñaron el valor de una familia, a él no le enseñaron el valor del amor transparente, a él no le enseñaron a ser feliz, él está hecho de miedos; pero a ti sí y no puedes dejar que sus miedos pongan límite a tu vida. 


Por eso hoy acepto tu adiós, voy a entregar mi amor incondicional a quienes lo merecen en verdad, mi familia que no debe sufrir por tí, ni por mí, pero sobretodo el amor incondicional que merezco y que he venido viendo pisoteado por tu desamor, ojalá encuentres quien supla tus necesidades y te ayude a superar tus miedos para que puedas por fin dejarte amar"


Recibí esta nota como un balde de agua fría, no pensé nunca que un adiós definitivo existiera entre nosotros, hoy entiendo que no es que no la amara, es solo que no sabía amarla y que tenía miedo de dejarme amar, que su ofrecimiento de un mundo fuera de mis estándares me asustó y me hizo perder lo único que había tenido en mi vida.


Me he quedado solo y me arrepiento de no haber valorado lo que me ofreció, pero por todo lo que sacrificó por mí en su vida, hoy le digo adiós con la fe puesta en que encontrará alguien que valore lo que yo no pude y que haga que la idea de morir nunca más se pase por sus mente, porque no soportaría su vida en el limbo por mis errores del pasado.


Ella y su amor propio me dieron la lección de mi vida, creo que tuve que perderla para por fin entender lo que es el amor.