Me encontraba sumergido en un sueño con infinitos matices. El cielo no poseía un color exacto, sino que proyectaba azules diversos. Desde el azul cobalto al celeste, impregnados por minúsculas piedras rosadas. Un océano por encima de mi respiración entrecortada.
No había forma en nada en las que mis ojos acentuaran su atención. La vida habitaba en mí y todo a mi alrededor era un hermoso desierto.
El tiempo en este rincón del mundo onírico parecía haberse parado, al igual, que tu ya desfallecido corazón.
Era consciente de que ya te habías marchado, incluso soñaba siendo consciente de que yo mismo, con mucho esfuerzo crearía una habitación privada para y por nuestra intimidad futura.
Convencido de que el recuerdo no contribuiría a una recuperación a largo plazo, dispuse de algo con  valor espiritual. Te entregaría mis esquemas, planteamientos y dudas sobre la vida. Dibuja en este lienzo lo que desees cuando te sientas sola. Vuelve a la sensible línea de la felicidad  y libérate de prejuicios y limitaciones en el espacio en blanco que te ofrezco.

Ahora quiero ser egoísta, lo necesito desesperadamente. ¿Por qué he de renunciar a la única fuente en la que lavaba mis manos sucias y heridas?.
Renunciar al calor primaveral de tus consejos.
El camino no se vislumbra desde el punto en el que estoy.
He adelgazado y mis huesos se han torcido, rasgando mi piel.
El aliento del invierno envuelve a los árboles e invita a algunas aves ha despedirse de su hogar.
¿Acaso quieres hacer eso conmigo?.