Una plaza de Italia, como el cuadro, como sus columnas.El estudio es detenido, inquietante. Lejos de verterse en otro comentario estético las palabras fluyen sin conocimiento, arrestadas por la única autoridad: lógica aplastante.Silencio.Más allá un tren que no se esconde arroja humo. Este elemento no es anacrónico, siempre está el humo envuelto de respuestas.Un pacto irreal en mitad del espacio aguarda a que la luz se torne más macilenta si cabe. Un ocaso invertido que marca la dirección de las sombras.La estatua descansa y asiste en derredor por aquello que no se mueve y permanece, que no significa tiempo ni distanciaAquí, a nuestra llegada, somos recibidos por un cubo que exhibe si pudor el interior y nos indiza, quizá, celos y desconfianza. ¿ Qué sabe qué?Fuera un guardia descuelga el cuadro y hace sonar un silbato. Las traviesas trémulas hacen ruido, demasiado. Todo cobra sentido ahora que escucho su conversación y el sol vuelve a ser dorado.El cubo se materializa y mis manos, profanas de arte, dibujan un paisaje irrepetible.