… y te volveré a buscar preguntándote cómo estas y entre versos ocultaré mi miedo a tu olvido.
Aturdiéndote con atavismos propios de mi deseo, engolosino tu oído con palabras que nunca te dije pero que extrañamente siento. Anacronismos son el contenido de mis noches; tocan mi ventana con dedos fríos y sonido lacónico. Como alma en pena entrando al hades busco la luz, esa pequeña esperanza que poco a poco languidece, pero se aferra a la vida. Te siento tan mía, metafísicamente tu siempre serás mía; como pañuelo a las lágrimas, como suspiro al pecho, como memoria al dolor, como urticaria a la piel, como ceniza al tabaco… Sentirás mi aliento detrás de tu nuca, saborearas mi saliva en cada trago de tequila, escucharas mi tenue voz en la noche y me llamaras por otro. Mientras ese momento llegue te guardare con recelo como el secreto ignoto del mayor alquimista, nada evitara que en mi promiscuidad tu piel sea la única que toque, prepararé miles de diálogos, contestaciones, privaciones, contradicciones para manifestarlos cuando te vuelva a ver si no en esta, sí en la otra vida; utilizaré verbos que aniquilen y hagan palidecer la retórica. He probado la miel edénica, sin embargo, me parece algo insulso comparado al sabor de tus besos. He mirado hasta el cansancio crepúsculos de tardes veraniegas a orillas de ríos donde el agua corre infinitamente, el sol descansa en el lecho nocturno y la luna sale a danzar con las estrellas en un baile erótico, afortunadamente, no manchan el brillo inefable de tu mirada. Prosaicamente descubro situaciones inmersas de éxtasis jovial en donde mis sentidos son atareados por estímulos preciosos, pero vacuos de sensibilidad y sentimiento; cambiaria lo que he vivido (y lo que viviré) por un minuto contemplando tus pecas. Despierto aún con el velo del sueño cegando mis pupilas, la existencia sacude el polvo de mis fantasías contigo; me entrego a simbolismos donde las formas más extrañas y bellas se yuxtaponen una con otras. Representado por actos mi mundo onírico transcurre entre el lugar que te miré, el primer diálogo donde interactuamos sin máscaras, la soledad de mi ser rodeado de gente y entregado a arrobar tu belleza y la habitación en donde nunca te hice mi mujer. Ahora te espero con un cigarro consumido por el aire asfixiante de mi habitación, te espero con las miles de palabras que esperan sentadas al borde del papel esperando a ser clamadas por una voz denigrante que ha sido gastada maldiciendo y endiosando tu nombre noche tas noche, te espero con dedos ansiosos de tocar tu cabellera, te espero con besos y caricias que te asesinaran de una manera execrable y te espero dormido en el suelo lleno de botellas compañeras de mi angustia en noches como estas donde la sombra te abandona y los errores resurgen de una manera intolerable reprochándome por qué te deje ir.