Quizá no podía hablar ni escribir de la felicidad porque eso no le marcaba tanto como aquellos momentos donde no podía respirar y sentía un apretón desde su laringe hasta el terminar de sus pulmones.
Quizá no le inspiraba la felicidad porque prefería detenerse a vivirla y no a contarla.
Y es que aquellos momentos eran tan efímeros que no le daba el chance de hablar de la excitación que causaban en ella.
Quizá por eso solo la veías postear letras que hablaran de su dolor, de sus penas, de sus miedos, más nunca de sus buenos momentos.
Quizá debería dejar de mostrar sus cicatrices y empezar a mostrar sus lecciones o quizá no, porque al fin y al cabo uno nunca quiere quedarse con lo malo, por eso lo expresa; para sacarlo desde las entrañas, para liberar, para soltar…
Quizá su escribir se trataba de una ambivalencia: de dolor y sanación, lo que de una manera u otra denota una felicidad.
Quizá sí, quizá incluía en letras sus placeres, más nunca explícitos; siempre venían acompañados de pesares, porque: ¿Quién dijo que había calma sin tormenta?
Quizá por eso la juzgas de ser fría con la vida, porque tratas de medirla por sus letras, pero, ¿acaso de has detenido a leer su alma?
                                                                                                     
 
                                                                                                               ˜Josibel Martínez