LA TIERRA PROMETIDA
Publicado en Mar 06, 2018
Prev
Next
Image
LA TIERRA PROMETIDA.
Entré con mi imaginaria pata de palo, mi jarra de cerveza para llenar, y un sinfín de canciones por chillar con los otros compañeros en la Taberna, donde nos solíamos reunir después de cada peligroso viaje. Pasé a tientas, no tenía mucha luz,esa especie de cueva, pero como no íbamos muy acicalados no necesitaríamos vernos para brindar por las mujeres guapas que animarían la fiesta. Solté mi jarra en el mostrador, derribé otras pocas, y bebí hasta saciar la sed de un capitán alegre, gordito y con ganas de juerga. Se acercó mi improvisada damisela, creo que la toqué, ya que las otras habían elegido antes de que supieran que era yo el rico de esa trinchera. Bebimos juntos o eso creí, y salimos por la puerta tropezando con barriles, baúles, y cubos que a saber qué era lo que tenían, porque no me gustó lo que pisé cuando caminé sin saber a dónde me dirigía esa mujer bella.
Desperté atado, cerca del mar, lo reconocería hasta a ciegas, y vi a la mencionada mujer hermosa,  sabía quién:  Ginevra. La mujer con la que todo hombre sueña, pero que no se alcanza porque vive demasiado alto como para arriesgarse a subir y caer para morir, sin pelear ni siquiera. Me sonrió con maldad, como si una venganza viniera, pregunté por Inés, y  dijo “mi hermana  se marchó hacia otras tabernas,  con el dinero de la bolsa escondida entres tus piernas”. Tenía arrogancia y prepotencia bajo esa dulce apariencia. Suspiré, no quería luchar, en el fondo me gustaba ser su prisionero, ya que sabía que mi vida era su principal riqueza. La conocía, fingía ser fuerte pero en el fondo solo buscaba una seguridad que ningún hombre le daría en esa época. Me habló al oído, sonreí por tan tanta torpeza, la besé y una bofetada sentí en mi barba, que no fue dolor, solo una reseña. Entonces Ginevra, ya en la puerta, se volvió, y  exclamó: “Te soltaré si me llevas a esas Américas”. Contesté que por supuesto, a cambio ella sería mi mujer en el barco  Luna de Miel, que renombraría para festejar la falsa unión traicionera. Pegó un portazo, y con una simple mueca, quité la saga de mis piernas. Fui a buscarla, y mi licor preferido  tragué de un sorbo al besarla, sin que se retorciera. Había sido su novio de joven, y sabía cómo besaba la puñetera. Me pidió otra vez, ”llévame a las Américas, allí podré ser una mujer libre, sin ser señalada por las viejas alcahuetas”. La abracé y le dije,  “solo si en el barco consientes ser mi reina, luego serás lo que  quieras en esa Tierra Prometida, que no conoces y no creo que te dejen ser lo que anhelas, porque siempre hay alguien que manda, y cariño, no serás tú, a pesar de esa astucia tan despierta”. Contestó: “llévame y seré incluso tu sirvienta, con la condición de que me dejes allí libre para hacer lo que mi corazón desea”
Y así fuimos los dos, siendo los Reyes de un corto reinado entre diferentes velas. Llegó a su destino, y bajo la luz de la Luna Nueva, Ginevra se despidió y me dio otro beso, el beso que todo hombre espera. ¡Ya vendrá a mí!, pensé mientras desaparecía entre las tinieblas. Ahora  soy viejo cuando leo en la prensa  que una mujer se había convertido en la dueña de casi todas las Tierras, donde la Libertad de los esclavos no se compraba, ni se vendía en mesas, donde se caminaba seguro de que nadie te iba a imponer a latigazos, lo que para cualquiera no era grato, ni por un poco de pan para las barrigas vacías y a la vez llenas, quizás  de muchos ruidos, es decir, de llantos por tantas injustas peleas…  
Página 1 / 1
Foto del autor Sandra María Pérez Blázquez
Textos Publicados: 65
Miembro desde: Nov 23, 2012
0 Comentarios 410 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Breve historia sobre una diferente Princesa Ginevra

Palabras Clave: America

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



Comentarios (0)add comment
menos espacio | mas espacio

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy