Agentes de S.P.E.M.
Publicado en Apr 23, 2017
Prev
Next
Image
1 ¿Qué Deseas Pierce?

Al deseo, acompañado de la idea de satisfacerse, se le denomina esperanza; despojado de tal idea, desesperación.
Thomas Hobbes (1588-1679) Filósofo y tratadista político inglés.

 El deseo es la más fuerte de las emociones humanas y también la más destructiva.
 J. L.B.

 
 Para Pierce Cohen los acontecimientos de ese día serian los últimos de su vieja vida y también los comienzos de la nueva. Como siempre se despertó temprano para evitar confortarse con su familia, hacia meses había terminado la escuela secundaria y la falta de timón en su vida había causado grandes peleas, reprimendas y acosos por parte de sus abuelos que fueron quienes lo criaron, mientras ellos querían que él estudiase o trabajase de lo que fuere para aportar al hogar y hacerse su lugar en la vida, para Pierce eso no debía ser tan así, necesitaba encontrarse primero a sí mismo, jugar juegos online y salir de holgazán con los pocos conocidos que podía llamar amigos no eran justamente lo que llamaría justamente una senda de autodescubrimiento, pero al menos era una distracción del tedio del fracaso, la incertidumbre y la desgana por no encontrar su rumbo.
 Era muy temprano, ni siquiera el camión de basura había pasado aun, pero él debía salir lo más pronto posible, como posible temor a la pérdida de tiempo los viejos tenían la tendencia a despertar siempre muy temprano para aprovechar todo lo que podría ser su último día. Lavó sus dientes mecánicamente, tratando de no mirar al ser humano en el que se había convertido, años de subestimación, mala suerte y repetidos rechazaos habían mermado su autoestima, siempre el último en ser elegido, nunca la primera ni la última opción de la chicas y constantemente el centro de las burlas de sus compañeros por su tendencia al ostracismo y su falta de empatía a los gustos y modas del momento. Ser un marginado había sido su papel y aun en la soledad que se había convertido su vida seguía siéndolo al pie de la letra.
 Salió silencioso y sombrío a la calle, ganándole hasta al amanecer y salió a caminar; no tenia rumbo fijo, pero era mejor que ser acosado desde muy temprano. Como siempre su mochila verde y desgastada lo acompañaba en su hombro derecho, dentro había un cuaderno de garabatos y escritos que nunca mostraba a nadie y también unas partituras de órgano; lo único en lo que realmente se consideraba bueno, pero una carrera para vagos y mediocres cuyo mayor logro laboral consistiría en tocar horribles y corroídas canciones del recuerdo en algún evento barato que no pudiera permitirse contratar a verdaderos ases de la música. Cuando por fin logro librarse del entumecimiento del sueño, se subió a su skate negro con una calcomanía de la bandera francesa y se perdió en el horizonte del día que acababa de comenzar.
 El transito era poco, pero aun así debía concentrarse en el camino, aun, el sueño nublaba sus reflejos y a esta hora no era extraño encontrar a algún conductor semi alcoholizado, podría ir a la plaza de la ciudad pero a esta hora había empleados de la ciudad limpiándola y no quería sus miradas inquisitivas sobre él, el ciber café a donde solía ir a escapar de los tedios de su vida no abriría hasta las nueve o tal las nueve y treinta; aparte no tenía mucho dinero, la mayoría de sus conocidos dormía hasta pasado el medio día, a diferencia de él, ellos tenían padres mas permisivos en cuanto al tema de su futuro y la falta de actividades de provecho. Solo quedaba ir al lago, a esta hora siempre se encontraba vacío y era un lugar ameno en el que podría continuar durmiendo si el cuerpo se lo pedía y este día sí que lo hacía, había tenido pesadillas de sombras acosándolo sin cesar y gritos que venían de los cielos los cuales no entendía porque lo ensordecían, aunque sí que los comprendía en esencia, al escucharlos sentía lo mismo que cuando recibía las reprimendas de sus abuelos y conocidos mayores, “debes crecer Pierce, ya eres un adulto”.
 Ser un adulto ¿Qué significaba eso? Cuando tenía dieciséis concebía el mundo de la misma manera de la que lo hacía ahora a los dieciocho, jamás nadie lo preparo para lo que se le venía encima, en un momento le entregaron un diploma y al otro le abrieron las puertas para que se enfrentara a un mundo que jamás comprendió del todo. Fue estigmatizado por su falta de miras, cuando nunca se le señalo o insinuó siquiera alguna senda por la que transitar, veían todos los errores que cometía mientras crecía pero nadie se los señalo, un día como regalo de cumpleaños solo se le dijo que asumiera las consecuencias de sus actos sin provecho. Sus abuelos le echaban en cara sus fallas como hijo e ignoraban las suyas como padres.
 Unos ladridos furiosos lo sacaron de sus pensamientos y lo hicieron caer de su skate, uno de sus peores enemigos lo había tomado por sorpresa; jamás le cayó bien a los perros callejeros y menos a este en particular. Era un feroz animal cruza entre un gran perro de raza cuyo pedigrí era ya irreconocible por la gran supremacía del lado callejero. Abría y cerraba las grandes fauces de su enorme boca mientras ladraba y se acercaba a morder sus piernas, la adrenalina le hizo reaccionar rápido y logró levantarse mientras sujetaba su skate y lo blandía a modo de garrote, pero unos gritos femeninos detuvieron tanto a humano como a bestia de sus intenciones violentas.
 ─ ¡EY! ¡EY! Deja a ese pobre animal, infeliz. ─ Pierce en un momento no supo a quien se dirigía ella, iba a contestarle pero se quedo prendado por su apariencia, era una rubia despampanante, usaba una gorra celeste pero por detrás podía verse el cabello dorado salía por el orificio trasero de esta como una cola de caballo, su rostro era casi una incógnita unas enormes gafas negras cubrían sus ojos, pero podía ver su prominentes pómulos y sus carnosos labios rojos que dibujaban una mueca de desaprobación, tenía un enterizo de trabajo que combinaba con su gorra y una escoba en su mano derecha. ─ ¿Qué crees que le haces a ese pobre animal? ─
─ ¿Qué? Esa mierda de animal me hizo caer, solo me estoy defendiendo, maldita sea. ─ Se excusó pero eso no pareció mermar su humor agresivo para nada.
─ ¿Ese pobre animal? ─ Le señalo, mientras el perro se iba de manera serena con la lengua fuera hacia un costado a donde sea que van los perros callejeros mientras se acercaba a él con un dedo acusador. Pierce por su parte al estar tan cerca no pudo evitar observar que tenía un collar con una letra ≪L≫ dorada y de paso detenerse en los enormes pechos que se dejaban ver a través de los botones abiertos de su enterizo, ella por su puesto se dio cuenta e indignada le dio una bofetada en plena cara, mientras volvió a caer por segunda vez al suelo no pudo evitar leer fugazmente lo que estaba impreso en su pecho derecho “SPEM”, mientras estaba en el suelo, la miraba irse dando pisotones furiosos y solo logro pensar una cosa, ≪Se ve tan bien por detrás como por delante≫.
 No tenía ganas de levantarse y se quedo mirando por un momento como el cielo iba tomando color poco a poco; había amanecido. Luego de un rato se puso de pie, tenía miedo que la sexy chica loca lo barriera por venganza. Necesitaba relajarse luego del episodio y se puso sus auriculares  y con la canción de Linkin Park ─ ≪ Somewhere I Belong≫, salió a su destino. La música lo alejaba del mundo en el que vivía, se movía por mero reflejo, ajeno al peligro que se le venía encima, justo cuando la canción termina siente el tronar de un motor, al mirar detenidamente al frente ve como una camioneta a contramano se dirigía hacia él, salta con todas sus fuerzas, practicar parkour durante un año hasta que se lastimo las muñecas dieron sus frutos y posicionando sus manos y cuerpo en posiciones especificas logra reducir bastante la fuerza al chocar contra el suelo, el vehículo deja una estela de humo negro detrás de sí y una lata de cerveza sale volando por la ventanilla del conductor.
 Pierce estaba indignado, el día no podía ser peor, es como si el universo conspirara para hacérsela pasar mal, no solo estaba sucio y lastimado tirado en el suelo como un borracho, sino también estuvo a segundos de morir. Tenía esa horrible sensación muy en el fondo del pecho, que se tiene cuando notas lo irrelevante de tu existencia hasta el momento y eso no te gusta para nada; debía cambiar el rumbo de su vida pero la gran pregunta era ≪ ¿Cómo hacerlo?≫

 Estaba tan irritaba por el pervertido mal tratador de perros, que ni siquiera notó la vieja camioneta Wolsvagen con la pintura verde oscura salpicada de oxido que se venía peligrosamente encima de ella, si no fuera por esa aguda y chillona voz en su cabeza tan parecida a la suya que le advirtió, en un segundo y sin soltar la escoba dio una mortal hacia atrás y se alejo lo suficiente del vehículo, la imprudencia con la que se manejaba ese conductor no tenia limites, justo cuando iba a hacer algo por detenerla antes que sucediera lo peor, el celular de la agencia sonó, desde que había sido relevada de las tareas especiales para hacer el trabajo comunitario no había esperado escucharlo tan pronto, algo grande estaba pasando y eso sólo significaba algo mucho peor que un conductor imprudente.
 Miraba las aguas que iban y venían al igual que sus pensamientos, vivir para él y quizás para todos en este mundo era quizás la odisea mas grande, no podía dejar de pensar lo oscuras que se habían puesto las cosas desde hacía dos ya largos años, el accidente, la muerte de su amigo y el distanciamiento, por lo que se ve definitivo con toda su familia, todo sumado a la imposibilidad que tenia por dejar este mundo que tanto lo confundía y lo ponía a prueba, era algo que lo tenía cansado; mientras suspiraba aprovecho para dejar salir todo el humo de la ultima calada que le había dado a su cigarrillo, veía el fumar como una muerte lenta y eso lo consolaba un poco.
 Pierce por fin había llegado a su lado olvidado del lago, el único lugar donde se sentía a gusto, la completa soledad era su otro escape luego de los juegos online, por lo menos cuando no tenía el dinero para pagar el tiempo para jugarlos; cuando era más joven tenía un ordenador con internet en casa, pero cuando sus padres decidieron que ya era un adulto se la cortaron, estar indefinidas horas frente a un monitor en la oscuridad de su cuarto no era algo que un adulto productivo debía hacer ni por asomo, por lo menos no con dinero ajeno.
 Dinero, ≪hace al mundo andar≫, todo era tan complicado culpa de él, todos se encerraban en oficinas, cocinas, casas o se deslomaban a pleno aire libre; limpiaban, transcribían, creaban, arreglaban o destruían para tenerlo, era el cimiento de la base de sus vidas, no podías pensar en tener una familia sin primero tenerlo a él. Los sueños eran limitados por el dinero, aquellos sueños que no podías sustentar con tu billetera no servían para nada y se convertían solo en delirios. Pierce veía el verde de la vegetación y se imaginaba cientos y cientos de billetes a lo largo, luego veía gente desesperada cortando todo lo verde del mundo para metérselo en los bolsillos, al final de su fantasía todos llevaban el dinero cortado a grandes hornos y lo quemaban; del humo salían aquellas cosas por las que habían buscado el dinero, pero al final ya no tenían energía para cargar las cosas por las que habían gastado tanto tiempo, algunos ya no tenían fuerzas y otros simplemente se hicieron tan viejos que ya no podían cargar el peso de sus deseos. Y el mundo quedaba sin color, el humo oscuro reemplazaba las nubes, toda el agua del mundo se había usado para hacer dinero y la nieve era ahora ceniza que cubría a todo y a todos. Al final también vio dos ojos maliciosos y una ancha sonrisa de dientes amarillos que miraba al mundo desde el infinito, como si contemplara una obra de arte.
 El crujir de ramas saca a Pierce de su ensoñación, otra persona en su lugar especial esto era algo malo, a pocos metros de él paso otro chico no mucho mayor que él, pero sí que era más corpulento, lo miraba con detenimiento para ver si era conocido, por lo menos uno ochenta de altura, pelo negro peinado hacia atrás, barba de un par de días, gafas oscuras (seguro para parecer muy genial) e iba fumando (no conocía a nadie de su rango de edad que fumara); tenía un cenicero portátil negro donde apago su cigarrillo para luego guardarlo en su bolsillo. Cada paso que daba era seguido por un crujido al final de sus jeans negros había dos botas negras y grandes (ideal para dar patadas pensó Pierce). No sabía por qué, pero por un momento pensó que ellos podrían ser amigos, algo había en él; la misma incertidumbre por vivir que él tenía.
 Pierce se acerco dispuesto a saludarlo, pero cuando el tipo se dio cuenta de su presencia, solo giro un poco la cabeza hacia él y acelero el paso dejando una cacofonía de crujidos detrás de sí, en solo instante ya estaba a bastante distancia y solo se notaba su remera verde oscuro a la distancia. En ese momento todos los recuerdos de la escuela primaria y secundaria volvieron a Pierce, siempre había sido el último en todo, las peores notas, pésimo en los deportes de grupo y siempre ridiculizado por sus gustos o su comportamiento; sus carcajadas exageradas, o su tendencia a dar gritos de sorpresa o indignación  o ciertas miradas depravadas que solía dar sin disimulo y que logro controlar con el tiempo. Siempre había sido un rechazado aun en su propia casa, nunca fue el hijo deseado ni el nieto que se esperaba, desde pequeños se había refugiado en la fantasía en cosas como el anime, los video juegos o las películas y de mayor eso no había cambiado en nada, por esa razón todos decían que jamás había madurado pero la verdad es que, ≪Cuando el árbol no se riega, la fruta nunca madura≫.  A veces los padres malcrían a los hijos y cuando estos ya están grandes se los reprende por su forma de ser, pero ¿cómo culpar a la maquina por funcionar mal, cuando fue mal construida desde un principio? La frustración lo volvía a golpear desde el interior, pero afortunadamente también algo más; el sueño. Y Pierce como si nada se acostó en la hierba debajo de un árbol usando su mochila de almohada y se entrego al él.
 No había sido bueno lo que hizo, o quizás sí, no se ponía de acuerdo aun, había sido de mala educación lo que hizo, pero aun así, no quería gente nueva en su vida, las personas solo complicaban las cosas, además él y su particularidad ya eran de por si complicación suficiente, viviría en modo automático su vida hasta que esta terminase, no podía permitirse dañar a nadie más ni que lo dañaran tampoco. Había sido desagradable con ese chico, pero al final los cercanos a él salían dañados, era lo mejor para todos. La soledad a veces era dura, pero lo único seguro. Además debía de apurarse, entraba a trabajar en menos de una hora, por mucho que odiase lo que hacía, morir de hambre no era uno de los finales que quería para sí. ≪Dinero≫, pensó, ≪Hace al mundo andar≫. Prendió un cigarrillo y apuro el paso.
 ─ ≪Tic, Toc. El Tiempo se acaba Pierce ¿Qué vas a hacer?≫ ─. Resonó el eco de una voz en medio de la oscuridad.
 Pierce abre sus parpados, pero no ve con sus ojos, ya no hay color, todo es blanco y negro. Su posición al caminar tampoco es la habitual, de pronto, ve que apoya manos y pies para andar, pero ya no son eso; tiene cuatro patas. Ahora el mundo lo abruma, los olores son fuertes como si la fuente de cada uno estuviera debajo de su nariz y los sonidos, lo ensordecen, los autos rugen, los pasos son atronadores y los pájaros ya no trinan, GRITAN. Por un momento el pánico lo abruma y corre. Pasa frente a una vidriera y no se reconoce al verse en ella, los pelos de su lomo se ponen en punta y ladra ¿ladra? Cuando se mira con más detenimiento, ya no es hombre, ni siquiera humano, es un perro y no cualquiera, es el que lo ataco en la mañana temprano. Intenta recordar su vida antes de despertar y lo hace, pero nota que es su vida pero al mismo tiempo no lo es, reconoce las caras en todas ella pero desconoce la situaciones que recuerda, el se ve en una caja y enormes caras familiares lo ven con ternura y lo hacen jugar con sus manos; lo rascan y acarician y dicen cosas indescifrables con voz tierna. Luego recuerda mas, ahora es mucho más grande, siente muchas libertad al moverse, muerde almohadones y revuelve la basura, algo que como humano le resultaría asqueroso, pero que como can le resulta inmensamente agradable, se sumerge en los olores y los sabores que ahora son mucho más fuertes y sabrosos que antes, siente ruidos fuera de la casa, un desconocido aparece, corre hacia él, ladra e intenta morderlo, debe protegerse y a su familia. Termina el recuerdo y otro aparece de inmediato. Todos le gritan y hasta lo golpean, no entiende la razón, pero todos están furioso, sube a un auto, es de noche y hace frio, de la nada la puerta se abre y lo saca de manera brusca sujetándolo del pescuezo, lo llevan hasta un cartel en medio de la autopista y lo atan, ve como todos se suben al auto, nadie da la vuelta para mirarlo, el ladra y llora, una cadena lo sujeta y no lo deja llegar a ellos, ni seguir el auto. Lucha, frio, hambre y sed, lo invaden  por todos lados, recuerda su cama y su tarro de comida y el de agua y llora, la ira lo invade, lucha y lucha y al final rompe la correa que lo ahorca, es libre, pero ¿para qué? Luego ve una sucesión de diferentes situaciones pasar rápidamente por su mente, revolviendo basura podrida buscando algo comestible, beber de charcos sucios, es alejado a gritos cuando se acerca en busca del cariño que alguna vez el humano le brindo, peleas con otros perros por lo poco que hay y golpes de diferentes humanos que lo alejan de la basura de la que se alimenta. Al final es de noche y hace frio, olfatea pero solo huele miseria, ve la luna y aúlla.
 Pierce despierta agitado, un sudor frio cubre todo su cuerpo, recuerda el sueño vívidamente como si aun estuviera viviendo en él. Ahora se siente mal por el perro de esta mañana, comprende porque quiso morderlo, se sintió amenazado, al igual que él fue rechazado, pero a diferencial suya fue abandonado a su suerte, sufriendo todo el mal que el mundo guarda, solo, recordando una vida mejor. El analizaba la situación y no podía evitar comprarla con la suya. Mientras fue joven y adorable todo lo amaron, pero al correr el tiempo se fue convirtiendo en un carga para aquellos cercanos a él, nunca fue lo que quisieron que sea y nunca quiso serlo tampoco, cuanto más pensaba y comparaba la situación del animal con la suya una pregunta rondaba en su mente ≪ ¿Cuánto faltaba para que él sufriera la misma suerte que el perro?≫
 El día era una mierda, eran casi las once de la mañana, el sueño no solo le había causado malestar emocional, sino también el suelo le había dejado todo el cuerpo adolorido por dormir en una mala posición, los raspones habían empezado a arder y también tenía un hambre de mil demonios. Tomo sus cosas y se apresuro en volver a la ciudad.
 Sonaba ≪Jailbreak de AC/DC≫ a todo volumen en sus auriculares, el trafico estaba muy pesado ideal para esa canción, Pierce se sentía muy mal y la adrenalina de andar a toda velocidad con su skate esquivando el trafico lo llenaba de una sensación donde solo importaba el momento y la acción, la sensación más parecida a la que seguramente sentían sus personajes de anime, películas o avatares de juego al vivir en sus respectivos mundos de fantasía.
 Hacia horas había comenzado su día laboral y ya se sentía miserable, trabajar en un pequeño supermercado era algo muy… degradante no era la palabra, pero odiaba tener que atender gente, por lo general la mayoría eran neutrales, ocupados en sus propios problemas y solo hablaban los suficiente para poder comprar lo que buscaban, aun así a él le gustaba que al menos lo saludaran o le prestaran atención cuando preguntaba lo que buscaban, pero lo que más lo sacaba de quicio eran los clientes molestos, aquellos que preguntaban el precio de todo y no compraban nada porque les parecía muy caro, ≪La gente conoce el precio de todo pero el valor de nada≫ pensó para sus adentros. También estaban aquellos que tardaban horas elegir lo que buscaban y aun mas en juntar el dinero, o peor aquellos que pagaban con billetes grandes cantidades muy pequeñas y también estaban los buscapleitos, siempre una queja, siempre un problema, gente tan viciadas por el tedio de su vida que complicaban la vida de los demás, les hacía sentir poderosos atacar a alguien que no pudiera defenderse, como él, si les respondía de mala manera podían quejarse con su jefa y esta despedirlo sin tapujos, era una mujer avara y sin demasiada paciencia, excedida de peso, de cabello escaso y maltratado por teñirlo tanto, viuda desde hace años (de seguro su marido se suicido, bastardo afortunado), el trabajo no era de su agrado, pero él era un inútil, muy inteligente decían aquello que lo habían conocido bien pero nada practico, sabia muchas cosas, aunque nada que sirviera para poner pan en la mesa, sus manos eran torpes para ciertos trabajos y complicaba las cosas simples hasta puntos impensables. Necesitaba este trabajo, el alquiler estaba a la vuelta de la esquina y había malgastado mucho dinero en un reproductor de mp3 y unos buenos auriculares, comía lo mínimo y necesario y más simple para poder ahorrar, pero los cigarros no eran baratos mas la marca que le gustaban a él (la misma que fumaba su difunto padre) y sabia por experiencia propia que conseguir trabajo era una odisea, hasta que no ahorrase lo suficiente para poder subsistir aunque sea un mes sin trabajar no podía darse el lujo de renunciar y más aun si no tenía una posibilidad laboral asegurada.  Sobrevivir era una ardua tarea, más cuando no se la quería hacer.
 Hace horas se mantiene alerta a todos los que la rodean, el aviso fue claro, un ≪mal≫ anda suelto por la zona, los demás agentes especiales de S.P.E.M. están ocupados en otros lugares, ella debe de tener cuidado, ya que es una amenaza de tinte desconocido, el radar de la agencia detecto un aura maligna sumamente fuerte entrando a la ciudad, por lo general suelen ser cautos y no se hacen notar, no entrando en posesión, pero este no era cauto, alerto a todos los radares con solo entrar a la ciudad, algo así como una declaración, en la agencia se temía lo peor, al igual que ellos los ≪males≫ podían surgir en cualquier lugar y momento y ser cualquiera con la suficiente oscuridad interior como para ≪renacer≫. Como todo lo malo si no eran eliminados desde un principio estos crecían en poder y se convertían en amenazas mucho más grandes. Ella debía encontrarlo rápido y evitar que siguiera esparciendo la miseria en la sociedad y tal vez hasta borrar su falta anterior.
 Pierce no podía mas, su estomago rugía como un león, tenía hambre y mucha. Pero había un predicamento, tenía dinero, pero no el suficiente como para comprarse algo para comer y pagarse el tiempo en el ciber café al mismo tiempo, debía elegir y algo en su interior le decía que iba a tener hambre hasta muy pasado el medio día. No tenía suficiente energía para andar en skate, así que opto por caminar, pero con cada paso le daba más hambre, cuando la comida gano la puja al vicio se dirigió al mini súper mas cercano que encontró, pero en cuanto entro el hambre lo abandono, el chico de temprano era el vendedor (podía reconocer aun sin sus gafas oscuras puestas, ahora podía notar su mirada, esta era como si estuviera cansado de todo y todos; una mirada frustrada), aun no se recuperaba del golpe bajo de antes y se fue, ignorando el hambre.
 Reconoció al chico del lago y por lo visto este también lo reconoció, porque salió disparado con solo echarle un vistazo, al parecer la actitud de temprano le había dolido, pero era mejor así, además quien sabe, tal vez se salvo de conocer un idiota, eso no lo sabía, lo que si sabía era que él si se había salvado de conocer uno.
 Mira a todos y cada uno de los que se cruzaban por su rango de visión pero nada, todos eran normales en apariencia, ninguno tenía nada raro en su hombro izquierdo. Sabía que era una pérdida de tiempo buscarlo en la multitud, él solo había advertido su presencia para molestarlos, si era tan arrogante como para hacer eso significaba que era poderoso, no se volvería a hacer notar hasta que fueses demasiado tarde y lo haría a lo grande para echarles en cara que no lo habían detenido a tiempo. Eso la estaba enloqueciendo. La misma camioneta de esta mañana paso a toda velocidad de nuevo dejando detrás de sí una lata de cerveza rodando por la acera, un mal presentimiento se le vino encima, dio la alerta por radio a las autoridades locales y a la central de S.P.E.M. (esta daría avisos por diferentes medios) con la descripción del vehículo, esperaba que eso fuese suficiente, pero dentro de ella nacía una amarga angustia.
 Pierce caminaba viendo su triste billete de veinte. Hasta que el viento se lo arrebato de los dedos, miro incrédulo su mano vacio por unos segundos y luego se lanzo en el skate a toda velocidad en su búsqueda, cuando lo perdía de vista este caía al suelo por unos momentos, pero volvía a ser llevado por el viento y así sucesivamente hasta que Pierce se fue adentrando cada vez más en la ciudad, la aventura de Pierce se hacía cada vez más osada, esquivando transeúntes, gatos y obstáculos cada vez más difíciles, por fin el billete se había detenido y por última vez, un niño de la calle lo agarra y sale corriendo contento, cuando Pierce intenta seguirlo el trafico se lo impide, justo en ese momento a la mitad de los vehículos de la ciudad se le ocurrió pasar por esa calle en especifico, en ese momento solo pudo pensar: ≪Este día es una mierda≫
 Apenas la luz roja le dio oportunidad Pierce busco al niño que se llevo su dinero, no lo veía  por ningún lado, pero su cabeza empezó a funcionar y le indico que buscara el local comercial más cercano, había tiendas de ropa por doquier, también tiendas que vendían celulares y sus accesorios, en esas no servirían sus veinte, necesita ver algún lugar donde vendieran golosinas o cosas por el estilo que llamaran a la codicia del niño, movía su cabeza para todos lados, hasta que un carro de salchichas reclamo su atención y vio al niño doblar en un esquina cerca de él con ambas manos ocupadas. En ese momento Pierce sentía como la impotencia lo invadía, estaba por volver derrotado a su casa, pero su estomago volvió a rugir, tenía hambre y el niño había comprado comida, estaba en todo su derecho en quitársela ya que la había comprado con su dinero y eso haría, este día no lo iba a derrotar por completo.
 Se apresuro de nuevo en su persecución, debía evitar que se comiera todo, luego de doblar por la misma esquina que él lo diviso a los pocos segundos y se sintió indignado, estaba compartiendo una de sus salchichas con un perro callejero en plena calle, la furia lo invadió, mas aun cuando vio que era el perro de más temprano el que lo hizo quedar tan mal frente a la chica sexy, su cuerpo temblaba sobre el skate, cuando iba a dirigirse hacia ellos con toda su furia un recuerdo lo invadió, volvió a ser un perro atado a un poste mientras la familia que lo crio lo abandonaba porque ya no era adorable y se sintió muy avergonzado, luego miro al niño y se vio a si mismo otra vez, Pierce había nacido condición privilegiadas, jamás le falto nada, siempre tuvo comida y abrigo, calzado y juguetes y un techo sobre su cabeza, el niño estaba todo sucio, con ropas vieja y remendadas, no tenia calzado y estaba muy flaco, aun si había comprado una salchicha para él y para el perro ¿Por qué? Empatía. El niño se veía a sí mismo en el perro y quería evitarle la misma miseria que sufría cada día, en un punto ese niño era mejor que cientos de adultos con estudios y trabajos fabulosos, veía más allá de sus carencias y se preocupaba en las necesidades de los que lo rodeaban.
 Pierce sintió mucha vergüenza, por quejarse de su familia, por no afrontar los retos de su madurez y por llorar como si el mundo le debiera algo, cuando era él quien le debía mucho. Una lagrima casi se le escapa, pero el asombro se lo impide, la misma camioneta de esta mañana, el conductor no había terminado de beber y seguía conduciendo enfurecido a contra mano, el niño y el perro estaban distraídos comiendo y no se darían cuenta a tiempo, Pierce no podía gritar; seria en vano por la distancia, sin pensarlo dos veces se subió al skate y dirigió hacia ellos a toda velocidad sin importar que pudiera pasar. Pateaba con fuerza el suelo para impulsarse, con cada una solo pensaba: ≪Mas rápido, debes ser más rápido.≫
 La camioneta estaba ya encima de ellos, el niño y el can no la vieron hasta que sintieron el crujir del viejo motor y las luces de los faros los encandilan a ambos. De pronto un skate golpea uno de los faros y tanto el chico como el perro salieron despedidos hacia un costado de la calle. Todo fue tan brusco que solo pudieron ver una silueta oscura parada justo donde habían estado ellos que salía despedida a los pocos segundos de escuchar como los neumáticos chirriaban cuando el automóvil intentó frenar.   
 Pierce siente como una fuerza lo arroja por los aires y cómo, en el sueño que tuvo más temprano una sucesión de imágenes invaden su cabeza, pero ahora esta si es su vida, su nacimiento, sus primeros pasos, sus primeras palabras, ahí puede ver a sus abuelos en todo momento, tan fugazmente a veces a su madre y sus medios hermanos, cientos de sucesos buenos de su vida lo invaden y lo llenan de paz, su primer beso… de repente todo el ambiente cambia y vuelve a retroceder en el tiempo, ve como su mamá se va de la casa, ve llorar a sus abuelos cuando reciben sus primeras malas notas, las burlas de sus hermanos, el acoso de sus compañeros y como es roto su corazón al poco tiempo de su primer beso, una oscuridad lo llena esta vez sin abrumarlo, la siente segura y acogedora y una voz llena de malicia invade sus oídos (no puede deducir el género de la voz) y le hace una pregunta: ≪ ¿Qué deseas Pierce?≫ siente como el resentimiento lo invade y solo piensa en una cosa cuando medita su respuesta, ≪REVANCHA≫. La oscuridad lo envuelve y una risa satisfecha se escucha en un eco, pero la luz irrumpe y ve la escena de cómo salva al niño y al perro (su antiguo enemigo) y vuelve a sentir el mismo sentimiento que sintió antes de salvarlos, vergüenza por su egoísmo pero en un segundo fue reemplazada por otro sentimiento, ≪Plenitud≫. Pudo ver toda su vida antes sus ojos tanto lo bueno como lo malo y a diferencia de esta mañana no sintió que su vida no valió la pena, porque al final hizo el acto más noble que nadie podía hacer, se sacrifico para que otros pudieran vivir, no solo salvo dos vidas, también salvo sus sueños y esperanzas y daba por hecho que había salvaguardado la vida de alguien que haría mejor al mundo, porque ese niño desde su humildad y caridad hizo lo que nadie en sus dieciocho años le vida hizo jamás, le enseño lo que era madurar, mirar más allá de sus anhelos egoístas y resentimientos y dar todo lo bueno que uno pueda dar, porque al final no es importante lo que hagas con tu vida, siempre y cuando esta mejore la de los demás mientras logras llenarte a ti mismo. Una pequeña melancolía lo invadió de repente, se sentía muy bien por ser un héroe, pero al mismo tiempo, jamás se sacaría la duda de para que era bueno en realidad, nunca sabría si encontraría al amor de su vida o a que se terminaría dedicando, ahora es la luz la que lo envuelve y se deja llevar por ella.
 Otra voz surge pero ahora es diferente, es cálida y consoladora, como la de una madre que le habla a su bebé y le hace la misma pregunta, ≪ ¿Qué deseas Pierce?≫ Él no sabe si lo grita o lo piensa o quizás ambas pero formula una única oración ≪Otra oportunidad≫ y de nuevo la voz formula otra pregunta ≪ ¿Y la mereces≫ La duda lo invade unos segundos pero por fin dice ≪Espero que si≫. Siente una risa amena que llena la luz y por fin unas últimas palabras de está ≪Tendré mis esperanzas en ti≫
 Ahora no solo camina viendo a la gente detenidamente, también tiene puestos unos auriculares escuchando la frecuencia de la agencia por si hay noticias del mal o del conductor imprudente que ya se topo dos veces seguidas este día, luego de echar vistazos fugases a todas partes, una voz en la frecuencia la congela, ≪ Accidente de tránsito. Un joven es arrollado por un vehículo al salvar a un niño y un perro. El conductor se echo a la fuga. Se mueve en una camioneta Wolsvagen con la pintura verde oscura salpicada de oxido≫ La descripción del vehículo hace caer una lagrima por su mejilla, la vergüenza la invade, si hubiera denunciado temprano al conductor nada esto habría pasado. Pero dejo eso de lado y se concentro en encontrar al mal y ¿para qué? ¿Para evitar que personas saliesen heridas? No… solo quería recuperar su gracia ante los altos mandos de la agencia. Había sido egoísta y eso costo una vida, no sabía si la diosa podría perdonarla, solo sabía que ella no podría. De nuevo esa vocecilla en su cabeza aparecía para consolarla pero era muy tarde para eso.
 Hizo todo lo posible para prestar atención a la dirección del siniestro, noto que estaba relativamente cerca de ella, luego sintió las sirenas de una ambulancia, que pasaba cerca suyo y la esperanza la invadió, el chico estaba vivo, debía de estarlo. Por fin recupero la voz y pidió el nombre y la dirección del hospital al que había sido derivado el accidentado. Debía ver con sus propios ojos lo que había causado. Sin titubeos y con el corazón lleno de esperanza se dirigió al hospital ≪Mercy≫
 Por fin su medio turno había terminado y se dirigía a la pequeña habitación que alquilaba a unas cuadras de ahí, a esa hora no había nadie, no solo era porque en ese horario estaban todos en casa y la mayoría de los negocios cerrados, no, antes de salir se había dado la alerta de un conductor que manejaba fuera de sí, al parecer un ebrio había atropellado a un chico y huido, a las pocas cuadras perdió a unos policías que lo perseguían y ahora advertían que tuvieran cuidado si andaban por las calles. Justo cuando iba a ponerse los auriculares sintió el tronar de un motor, cuando se dio la vuelta vio que la camioneta descrita en el aviso se acercaba a su posición, se saco las gafas las puso en su bolso junto a sus mp3 y auriculares nuevos y lo arrojo hacia un costado. Peso para sí, ≪Mi vida depende de hacerme a un lado≫ y se paro justo en la dirección del vehículo que iba a toda velocidad sin ningún deseo de moverse. La camioneta no hizo ni el intento por frenar e impacto contra él, pero no lo movió ni de cerca, esta se paró en seco como si hubiera chocado contra un árbol o algo tan duro como eso, en un segundo el parabrisas exploto y el conductor salió volando y la parte delantera se doblo y se amoldo a la forma del cuerpo que la detuvo. Esta volcó y cayó patas para arribas al otro lado muchacho, este sin ningún rasguño más que en su ropa, camino hacia donde estaban sus cosas, se puso las gafas y lo auriculares y con melancolía pensó ≪Otra vez la misma historia≫, se alejo lo más rápido posible de la escena, no quería quedar pegado a esto, haría surgir muchas preguntas para las que no tenia respuestas. Mientras se alejaba ≪Hurt de Johnny Cash≫ sonaba en sus auriculares y dejaba detrás de sí una estela de humo de su cigarrillo.
 ≪Nueva ciudad, nuevas travesuras≫ pensó para sí. Ya había viajado por todo el país sembrando la desesperanza en los corazones de muchas, muchísimas personas y nunca lo habían atrapado, ni siquiera sabían su identidad real, aunque jamás la sabrían, su viejo nombre ya no era suyo, con su renacer había adoptado uno nuevo que iba acorde a su nuevo ser. Activar las alarmas de esos charlatanes de S.P.E.M. había sido osado pero divertido, estaba cansado de matar sin siquiera ser notado, pero no podía culparlos su modus operandi era tan fino y elegante que era difícil notar su actuar. Había visitado varios hospitales de la ciudad pero ninguno llamo su atención, todos tenían nombres tan simplones y faltos de encanto, ninguno era merecedor de la masacre que iba a efectuar, mataría a tantos que serian cientos los familiares que llamarían en vano a sus parientes enfermos que ese hospital se convertiría en un teatro donde sonaría la sinfonía de sus lamentos. Se paró en seco frente a la nueva institución médica que había encontrado y una ancha sonrisa cubrió su rostro y dejo al descubierto cientos de filosos y amarillentos dientes. ≪Mercy≫ leyó para sí y pensó, ≪La Masacre Del Mercy≫ un nombre simple pero encantador. Miro arriba de su hombro izquierdo donde una sombra empezaba a tomar forma y dijo ─ Otro trabajo para ≪El Doctor Muerte≫─. Una risa como la de un niño surgió de esa oscuridad que ya formaba una silueta. Se dirigió a la entrada mientras tarareaba ≪La cabalgata De Las Valkirias≫ de Wagner.           
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
2 Dr. Muerte Se Lo Necesita En Urgencias, Por Favor.
─ Me pregunto si he cambiado en la noche. Déjame pensar ¿Era la misma persona cuando me levante esta      mañana? Casi pienso que puedo recordar sentirme un poco diferente. Pero si no soy la misma, la siguiente pregunta es ¿Quién soy en este mundo? ¡Ese es el gran puzle!
 Alicia en el país de la maravillas ─ Lewis Carrol.

 
Se sentía como un niño en una dulcería, tanta miseria en cada rincón, hacia latir su… ¿corazón? Se preguntaba si tenía uno, desde su renacer muchas cosas no habían sido muy claras, lo único indiscutible era la felicidad que le inundaba cada vez que mataba a un enfermo, cuando empezó a estudiar medicina hace casi ya dos décadas lo había hecho más por el dinero y el prestigio que daba la profesión, el primer medico de la familia; sus padres estaban extasiados. Aun recuerda cuando salvo su primera vida y como se sintió. Vacio. Era un hombre de negocios, algunos decían un mafioso, pero que supo pagar muy bien sus tratamientos. Este sujeto en cuestión al año mato a toda su familia y se suicido, la policía tenía pruebas contra él y estaba dispuesta a embargarle todos sus bienes y meterlo muchos años en la cárcel, opto por un escape algo exagerado a su gusto. El fue el primero, pero luego muchos más lo siguieron y siempre fue la misma historia, muertes por sobredosis, muertos al chocar ebrios, acribillados por la policía y un gran y desastroso etc., todos sus estudios y esfuerzos por salvar vidas, todos en vano. Con el tiempo se hizo adicto a los medicamentos contra el dolor, vicodina y morfina eran sus favoritas. Las drogan llenaban el gran vacío que había en su interior ¿Cómo alguien con el poder de la vida y la muerte podía sentirse vacio? No lo sabía. No en ese entonces al menos. 
 Ella corría rápido, más rápido de lo que debería correr una persona normal, cada agente especial de S.P.E.M. tenía la aptitud física de un concursante olímpico, la segunda oportunidad que la diosa les daba los dotaba de un nuevo cuerpo diez veces mejor. Ella no entendía del todo el proceso por el cual se elegía a cada uno de los agentes especiales, o la razón por la cual se les daba la segunda oportunidad, se lo habían explicado varias veces, pero nunca entendió la razón, o para ser más claros nunca entendió porque ella fue elegida. Los demás eran personas excepcionales que harían al mundo un lugar mejor ¿ella? No estaba tan segura.
 Había nacido en una familia privilegiada, fue la primera hija nacida al amanecer, o así lo decía su madre, por eso tienes el nombre que te dimos; ≪Luz≫. Porque como la primera luz del amanecer de cada mañana iniciaste en nuestras vidas los días de felicidad. ≪Felicidad≫ ¿existía eso realmente?
 Por fin había llegado a casa, las sirenas de la policía todavía sonaban en sus oídos; aun con los auriculares puestos las había escuchado. No se sentía mal por lo que había hecho, a fin de cuentas solo ayudo al destino. Ni siquiera se molesto en mirar al tipo que manejaba, eso le traería recuerdos dolorosos, toda la situación le había quitado el apetito. Se acostaría a dormir hasta que fuera hora de ir a trabajar otra vez.
 El hospital estaba abarrotado, lo que daba muchas opciones.
 No había rastros de S.P.E.M., eso significaba que como él había predicho no habían descubierto aun su modus operandi, si lo hubiesen hecho habrían puesto agentes en cada hospital. Aun recuerda su último gran trabajo. Tomas Díaz, ≪la joven promesa del básquet local≫. Se predecía que sería el único jugador de la ciudad que se convertiría en profesional. Muchos equipos grandes se disputaban su contrato. Uno en especial había sido muy generoso con él. Le regaló un Mercedes y una bella prostituta a juego. Lástima que la chica fuese adicta a la cocaína y la experiencias extremas, le había hecho conducir a ciento ochenta km/h en plena autopista, eso no salió bien para ella, muerta en el acto ¿pero él? No… la joven promesa sí que tuvo suerte, el cinturón salva vidas. Apenas. Traumatismo de cráneo, con múltiples fracturas, hemorragias internas y traumas respiratorios leves. Necesitaría de un cirujano prodigio para salir indemne de esto. Y lo tuvo. Debía reconocer que ese colega en particular tenía un don. No solo salvo al muchacho si no que también salvo su carrera. Con la debida rehabilitación y cuidados adecuados podría volver a jugar en tan solo un año sin preocuparse por ningún tipo de secuelas. Un milagro. Él odiaba los milagros. Había visto la noticia en la televisión mientras comía en un restaurant local; no sabía si ahora necesitaba comer, pero lo hacía por la mera costumbre. Dejó su pato a la naranja a medio comer y se dirigió a la clínica del muchacho, había muchos reporteros cubriendo la noticia y más aun amigos del joven fuera del hospital esperando su alta, había llegado en el momento ideal. Cuando se trabaja en un centro médico por tantos años unos conoce su funcionamiento, nunca varia demasiado de uno a otro, por eso fue relativamente fácil entrar ahí, pero había mucha seguridad por la histeria de la prensa local por entrevistar al chico, pan comido también, eso fue gracias a una de sus tantas nuevas habilidades, al renacer descubrió que podía convertir la parte que quisiera de su cuerpo en cualquier instrumento medico que deseara, como así producir cualquier droga desde este, un poco de anestesia local en gas fue lo que basto para dejar noqueados por un rato a la seguridad. El muchacho dormía. Se lo veía tan apacible acostado, aun con todos los yesos, vendas y tubos que lo cubrían, leyó el diagnostico que había en su cama, prometedor, como decían en las noticas; se recuperaría sin ningún tipo de complicaciones futuras. Eso no debía ocurrir. Estaban completamente solos. Él podría hacer lo que quisiera con su paciente, pero la pregunta era ¿Qué hacer? Debía de ser sutil, para no levantar sospechas, quizás hasta irónico si se podía. Tenía de elegir una enfermedad adecuada para la ocasión, ≪nosocomial≫ susurro esa vocecilla en su hombro  que tan similar era a la suya. La idea le encantó, una enfermedad que irónicamente solo se daba en los hospitales, irónico, pero la nueva pregunta era ¿Cuál regalarle al chico? Miro con detenimiento el cuarto oscuro buscando la inspiración hasta que leyó una pancarta casera que decía ≪! Recupérate Súper Estrella! ♥♥♥♥≫. Sonrió satisfecho; casi extasiado. ≪Klebsiella pneumoniae≫ la súper bacteria, era intratable e ideal para este paciente. Se acerco a la cama y acaricio la mejilla del muchacho, no hacía falta más. Ya estaba infectado. Era curioso su cuerpo también producía la enfermedad que él quería, era el portador de la malaria universal. Era el Dr. Muerte.
 El chico agonizo durante semanas y todos los esfuerzos de los médicos fueron en vano, al final toda la ciudad perdió la esperanza, la joven promesa del básquet murió. Fue enterrado un martes. Lo recuerda bien, él estuvo ahí. La muerte era solo el entremés; los temblores previos al éxtasis. Ver toda la miseria que causaba era el premio real, los llantos, las lágrimas y desesperanza lo llenaban de un gozo jamás antes sentido, superaba cualquier droga, bebida, comida u orgasmo que haya tenido antes. Y no solo era placer, sino también fuerza. Con cada vida arruinada por su mano sentía como sus poderes crecían y eso ponía muy feliz a su amiguito.
  Luz estaba tan concentrada en ver su desastre que había olvidado monitorear la frecuencia de S.P.E.M. en busca de noticias sobre el ≪mal≫.
 ─ Repetimos. El conductor ebrio de la Wolsvagen fue detenido en un confuso episodio. Se encontró el dado vuelta con señales de haber impactado contra algo, pero nada en el lugar presenta daños que coincidan con un impacto. A su vez el conductor está en grave estado por salir disparado del parabrisas. La ambulancia lo derivó al hospital Mercy no con los mejores pronósticos. Una investigación exhaustiva se está llevando a cabo. ─ terminó la voz mecánica de la frecuencia de la agencia.
 Se sentía intrigada, hasta temerosa ¿esto sería obra del ≪mal≫? Y si lo fue ¿con qué propósito? Este día se tornaba cada vez más preocupante y un mal presentimiento nacía en ella…
Estaba en la ciudad vacía y eso le era agradable. Estaba seguro que no había nadie más en el mundo. Al igual como en esa vieja serie de televisión él era el último hombre sobre la tierra. Fue a los lugares a los que solía ir cuando no era el único humano y parecían tan distintos completamente vacios a plena luz del día. Fue al bar que frecuentaba con su padre y vio complacido que la máquina de café funcionaba, se hizo uno y se sentó en la mesa habitual de ambos y contemplo la soledad que le rodeaba. Tal vez luego iría a la librería y elegiría los próximos trescientos sesenta y cinco libros que leería a lo largo del año. Pero un pensamiento lo inquieto. Si no había más gente en el mundo ¿Quién escribiría más libros? Con la taza aun humeando contemplo el cielo vacio de nubes y reflexiono sobre su tan amada soledad. Luego de un rato llegó a la conclusión de cómo a veces la soledad detenía el progreso, no solo de cada uno sino de la sociedad misma ¿hacia mal él en aislarse? Sin duda cualquier artista te diría lo necesario de la soledad para crear, pero ¿Cuál era el límite de esta? ¿Hasta qué punto debía aislarse uno? ¿Cómo evitar que la misma soledad afectara su crecimiento personal?
 Sus puntos de vista estaban cambiando drásticamente y eso no le gustaba para nada ¡Boom! Una explosión en el cielo llama tu atención. De repente todo está oscuro y frío. Su café ya no humea. Busca el lugar de origen del sonido, pero todo cambia, las edificios son tragados por el suelo, autos, sillas, semáforos, todo lo que forma el mobiliario habitual de la metrópolis se convierte en polvo y llevado por el viento. Todo el terreno cambia, ahora está dividido y el está en la frontera entre ambos, de un lado; su lado izquierdo. Está un paramo inhabitable, el cielo es gris sin luna ni sol y el otro es fértil lleno de vegetación y color. Dos mujeres aparecen. No… no son mujeres, son diosas y son enormes. Vivaldi suena, ≪Invierno≫, para ser más precisos, la música lo llama al lado izquierdo, siente el frio que viene de ahí, pero una parte de él lo anhela. Da un paso, la diosa del paramo sonríe. De pronto la música disminuye, no, es opacada por otra. De nuevo Vivaldi pero ahora suena ≪Primavera≫, el lado derecho lo reclama, siente la caricia del sol, el beso de la frisa fresca y el olor a rocío por la mañana, siente armonio en ese lado, pero le parece un sentimiento ya oxidado en corazón, duda, pero ahora un paso hacia esa dirección, la diosa del paraíso no sonríe, solo se mantiene serena. Duda. Y en ese segundo ambas canciones suenan al mismo tiempo, con tanto volumen ambas que siente como cada oído divide el cerebro para escuchar ambas. Cae de rodillas. No soporta las melodías, siente que lo vuelven loco, no puede procesar ninguna. Se detienen. Su respiración está entre cortada. Un temblor llama su atención. Del suelo surgen estatuas. Negras son las del lado izquierdo, como blancas las de la derecha. Ambas diosas se miran. En esencia son iguales. Solo que una es de tez pálida, de cabellos negros como la penumbra y sus labios son de un rojo carmesí (la del lado izquierdo) y la otra esta bronceada, su pelo es castaño como el tronco de un árbol joven y sus labios son pequeños y de un rosa suave. La Diosa oscura levanta un brazo y lo vuelve a bajar bruscamente a modo de señal. Las estatuas negras salen disparadas al lado derecho, él debe esquivarlas para impedir ser chocado, las de la derecha esperan el impacto en su lugar. La diosa luminosa mira a otro lado. Él quiere participar en la lucha, pero no puede moverse. Algo lo retiene. Quiere irse del lado derecho, pero la parte derecha de su izquierda no se mueve, es como si pesara una tonelada. Se da la vuelta hacia ese lado y ve el horror, o eso es para él. Ahí yace un hombre en un charco de sangre, no sabe su identidad, pero la deduce en un instante, es el conductor ebrio de la camioneta verde, pero no siempre lo es, a veces es un joven de su edad y a ese sí que lo conoce, ha visto su rostro cientos de veces, no aguanta mirarlo, cierra los ojos. Pero un golpe se los hace abrir. Esta en medio de la pelea de dos estatuas, ambas intentan chocarse entre sí, pero él está en medio y se los impide y recibe el daño en su lugar. Despierta.
 Las nauseas llenan todo su ser, esta mojado y sin aire. No comprende la pesadilla. Tampoco quiere hacerlo. En el fondo sabe que su significado no le va a agradar.
 Por fin llega al hospital. Nunca le gustaron. Cuando niña vio a su madre siempre en ellos; tenía cáncer de mama. Su familia tenía dinero, mucho dinero, pero ni eso alcanzo para curar a su madre, viajaron a clínicas privadas de todo el mundo, siempre en vano, el los tumores que ella tenía eran malignos e inoperables. La quimio fue una opción por un tiempo, pero con el correr de las semanas, su madre resolvió que los daños eran mayores que los beneficios y dejo de hacérsela. Al cabo de un mes se encontraba en cama, muy serena, ella nunca olvidaría eso. Era rubia, aunque en ese momento no tenía pelo que atestiguara eso, su piel tenía ese tono gris y enfermizo de todo moribundo y aunque era joven parecía de mucho más, pero la enfermedad no había mermado ni un poco sus ojos y sonrisa, ella la miraba y aun ese estado la llenaba de paz y amor. No la vio morir. Ella dormía cuando lo hizo. A la mañana siguiente fue despertada y vestida como cualquier día con las sirvientas, con la diferencia que no fue llevada directamente al comedor para desayunar, cuando estuvo lista su padre entró y le dio la noticia. Ella estaba devastada, pero tranquila al mismo tiempo, habrá tenido unos diez años, pero aun así comprendió el martirio por el que estaba pasando su madre y la ponía tranquila que ya no sufriera más. Pero jamás aceptaría su partida. Cuando bajo, vio como todo había sido dispuesto para el funeral, su casa ya no parecía suya, sillas donde nunca las hubo, flores adornaban los rincones y una foto gigante de su madre dominaba el centro de la sala, recordaba el momento en el que se había sacado la foto, fue hace dos años, cuando viajaron a Francia, lugar preferido de su madre, se la veía radiante, como siempre fue. Cuando la descuidaron un poco, ella se escabullo hasta donde estaba el féretro, al verla quedo pasmada, ya no parecía enferma, tenia pelo y su piel parecía viva, no pudo evitar llorar y llamarla. Quería despertarla para que la abrazara.
 Lagrimas recorren sus mejillas y una mano pequeña acaricia su mejilla intentando consolarla. Odia los hospitales.
 Hace por lo menos unas dos horas que está en el hospital y no logra decidirse. Aunque fanfarroneo al entrar a la ciudad no quería quedarse mucho tiempo, el sentido común le decía que no debía hacerlo. Nunca supo bien los alcances del poder de S.P.E.M., sabia por boca de alguien como él que no era algo precisamente bueno. El otro tipo, nunca supo quién era, pero si lo reconoció como su igual. Tenía un mini él en su hombro izquierdo. Se asombro mucho al verlo. Pensó que era único. Y que estaba loco. Pero no era así. Había muchos más como ellos y siempre los hubo. Quiso investigar más a fondo, aunque siempre se entretenía jugando y planeando la próxima maldad. El otro había llamado a su pequeño yo ≪Thanatos≫, por su parte no le gustaba ese nombre, le recordaba a la teoría de Freud, aquella que las caricaturas tanto habían parodiado (el ángel de un lado y el diablo del otro) y no le parecía apropiado.
 En su estadía no había visto más que casos aburridos, fracturas, heridas de balas, apuñalados y ataques cardiacos, poblaban este hospital, como a si también casos perdidos, todos estaban conmocionados hacia poco había llegado una víctima de accidente de tránsito, un tipo choco algo desconocido con su camioneta y había salido despedido por la ventanilla, el diagnostico no era nada favorable, pero igualmente fue llevado a quirófano. Tal vez se había dejado llevar por el encanto del nombre y debía elegir uno más acorde a sus ambiciones.
  ─ Te lo juro, impacto directo de vehículo y el chico no tiene ni una sola herida. Lo encontraron enterrado contra un contenedor de basura, pero no tiene nada, ni luxaciones, o fracturas ¡NI UN RASGUÑO! ─ Chismoseaba una enfermera que pasaba a su lado. 
─ Es un milagro… ─ Decreto la otra.
 Él odiaba los milagros.
 ─ Disculpen señoritas, no pude evitar escucharlas. Me encantaría ver a ese joven.
 ─ No tome a mal mi brusquedad pero ¿Quién es usted? ─. Pregunto la más joven de ellas.
 ─ ¡Oh! Pero que modales los míos. Soy Leopoldo Contreras, el nuevo residente del hospital. ─ Ninguna de ellas se presento.
 ─ No se nos había informado nada y nosotras sabemos todo ─. Acuso la más madura.
 ─ Ya saben cómo es el papeleo a veces, la documentación se extravió y no se anuncio mí llegada en tiempo y formas correctos ─. Mintió él. Esto jamás habría pasado si se viera mejor, años de drogadicción habían mermado mucho su apariencia física, el escultural físico de remero había sido reemplazado por un cuerpo flacucho y uniforme, el radiante oro que brillaba en su cabeza ahora era un amarillo opaco similar al color de la paja y su piel… era una mezcla entre el gris y lo amarillo, tenía los ojos hundidos y los pómulos sobresalidos; su rostro parecía una calavera. Enfermeras más hermosas se habían entregado a sus encantos sin titubear si quiera.
 ─ ¡Oh! Y ¿en qué se especializa usted? ─. Volvió a preguntar la joven.
 Él mostrando todos sus amarillentos dientes de manera predadora sin poder evitarlo les dijo sonriendo. ─ En milagros.
Lo había decidido, no iría a trabajar, el sueño había removido su conciencia. Debía ver en qué estado quedo el conductor. Obviamente no iba a asumir la culpa si el tipo moría, él consideraba que no lo merecía. Iría a ver su destino para aliviarse o para torturarse (cosa que le encantaba hacer con situaciones que no podía revertir). Había decidido que no caminaría, no valía la pena hacerlo, aunque gastaría dinero ahorraría tiempo el cual podría ayudar a que no le descontaran el día completo, mejor una tardanza que una falta. Quería pasar desapercibido y fue a cambiarse la ropa. Se sacó las botas y se puso unas zapatillas más aptas para correr si lo ameritaba la situación de color rojas, se puso un pantalón más cómodo y una remera con capucha. Sabía que ir de gafas y encapuchado se veía raro, pero no podía evitar ponerse ambas, era paranoico. Llamo un taxi y se subió. ─ Hospital Mercy, por favor ─. Le indico al chofer.
 Luz había dejado atrás la melancolía, aunque era difícil, odiaba los hospitales. Su amiga en cambio le había señalado que aquí fue el primer contacto que tuvo con la agencia hacia tantos años. Cuando su madre murió su padre se aisló, quizás ella le recordaba demasiado a su madre, nunca lo supo. En fin, ella siempre se metía en problemas, quería llamar la atención, la muerte de su madre había apagado su presencia, muchos tíos y tías habían dejado de visitarlos como así amigos de la familia, ella se sentía sumergida en sombras en la gran casa soñada que su padre había comprado para su familia soñada. Malas notas, novios mayores y escapadas del hogar, nada hacía que su padre la notara, cada problema en el que se metía era como explosión de luces que llamaba su atención solo por un momento y que cesaba cuando el estruendo había terminado. Con el tiempo opto por otra cosa; se había rendido con su padre. De niña siempre había sido el centro de atención para todos aquellos que la rodeaban y quería volver a serlo, dejo atrás los problemas y opto por una carrera musical, siempre tuvo una voz agradable y mejor aun cuando descubrió que también era afinada. En poco tiempo y con ayuda de las influencias de su padre logro hacer una estrepitosa carrera, por fin tenia lo que más deseaba ≪brillar≫.
 La fama no era para cualquiera, no para ella por lo menos. Con el tiempo, se metió en la drogas, era tan fácil llegar a ellas, empezó con las recreativas y luego termino con las fuertes. Cuando se dio cuenta ya no hacia shows y si terapias de grupo. Ahí conoció a Carlos. Era un agente y uno muy especial. Era voluntario en la clínica en la que estaba ella, era una fundada por S.P.E.M. , como parte de su senda de auto destrucción en cuanto alejo la música de su vida también hizo lo mismo con el resto, escapo de la vista de padre y opto hacer camino sola. Sin el dinero la clínica de la agencia fue lo mejor que pudo conseguir. Ahí aprendió a conocerse a sí misma y a sus traumas, vio los errores de cada uno de los pasos que dio desde la muerte de su madre, dejo que la pena la sumergiese en un estado en el que nunca logró desarrollar completamente su personalidad y le había dado lugar en cambio a una persona necesitada y egoísta. Al poco de recuperarse empezó a trabajar como voluntaria para la agencia en la clínica, hasta el aciago día. Nunca supo con exactitud lo que sucedió, lo que si le dijeron fue que un ≪mal≫ había atacado la clínica y ella había quedado en el fuego cruzado. Carlos que era un agente especial poseedor de los dones de la diosa logro ahuyentarlo pero fue demasiado tarde para ella. Unos escombros le cayeron encima y acabaron con su vida (con la primera al menos). Toda su vida pasó frente a sus ojos tanto los buenos como los malos momentos y al final la luz que tanto había buscado la envolvió, pero algo surgió de ella; su madre. Era tan hermoso como antes de la enfermedad, quizás más. Se la veía tan serena y sin dolores pasados. Ella la abrazo y la beso en la mejilla, Luz no decía nada, solo podía llorar, por fin su madre habla y le pregunta ≪ ¿Qué deseas Luz?≫ ella la mira pasmada y solo responde, ≪Hacer este mundo brillante para todos los que viven en él≫. Su madre la abraza una vez y la mira a los ojos y le dice ≪Entonces hazle justicia a tu nombre hija mía≫
 Y así comenzó su nueva vida, cuando despertó Carlos estaba a su lado sosteniendo su mano, pero no estaba sólo, en su hombro  había algo, era como una versión caricaturizada de él, aun conmocionada por toda la situación tuvo la curiosidad suficiente para preguntar lo que era esa criatura y el sonriendo le respondió, ≪es mi Eros≫
Las dos putas estaban dormidas, habían sido poco cooperativas con él, pero nada que un poco de gas de la risa no revertiera, dopadas le dieron el paradero del ≪chico milagro≫, ahora las dejaba dormidas en la sala de estar. Esta le traía recuerdos, su primera vida había terminado en una muy parecida a esta. Las drogas se habían convertido en un problema, cada vez era más notoria su condición y los susurros se decían cada vez más fuertes, pronto seria acusado formalmente y despojado de su licencia. Su último paciente fue el hijo de un empresario petrolero, nada difícil, había pescado una neumonía en un viaje de sky, algo que apenas necesitaba de sus esfuerzos y por eso no los tuvo. Di placebos al muchacho y lo mando de nuevo a casa, con la excusa que era un resfriado común y con la promesa de una rápida recuperación. Murió esa misma noche. Sin ningún tipo de control la neumonía ataco sin piedad y él no pudo luchar contra ella ¡QUE SE JODA EL JURAMENTE HIPOCRATICO! Estaba arto de salvar vida en vano, lo mejor era quitarlas y no hacer perder tiempo a la tan ajetreada muerte.
 Por supuesto tuvo problemas. Primero un juicio por mala praxis, luego una acusación formal por robar drogas de la farmacia de la clínica y luego una expulsión formal. Ya había juntado todas sus cosas de su antigua oficina, pero la abstinencia le pedía drogas de algún tipo y fue a la sala de estar por café, apenas entro alguien lo empujo. Eran dos hombres nunca vio sus rostros, solo el estallido del arma al ser disparada. Tres tiros, dos al pecho y uno en la cabeza por seguridad. Toda su miserable vida pasó ante sus ojos, los años de estudios y los años de prácticas fueron los más notorios, ahí vio cuántas vidas salvo y eran muchas, todas en vano, ninguna le hizo sentir plenitud ni nada por el estilo, las sintió mas como derrotas que como victorias, pero lo que hizo con el muchacho, eso sí que le enorgullecía. Lo suyo era quitar no dar. Nunca tuvo un trauma que justificara este comportamiento (estaba seguro, pues había visto su vida completa hacia instantes). Era algo que formaba parte de su naturaleza. La oscuridad lo envolvió todo. ─ ¿Qué deseas Leopoldo? ─. Dijo una voz que venía al parecer de su interior. ≪Matar≫ fue lo único que pudo pensar. Y así fue como renació. Su mini yo estaba a su lado, no hablaba, solo lo miraba expectante. Se veía igual que antes, pero se sentía poderoso y sediento. No de drogas o de agua. No. Era algo más llano y complejo al mismo tiempo. Quería venganza. Y la tendría. Antes del amanecer los padres del muchacho yacían sin vida, la madre en la recamara, una abeja había entrado y la había picado y era muy alérgica, estaba hinchada e irreconocible, por supuesto nunca existió ningún insecto, él se acerco sigilosamente mientras la mujer sollozaba frente a la foto de su hijo y transformando uno de sus dedos en una aguja inyecto el veneno y el padre, lo de él fue más complejo era un hombre sano de mediana edad, sin ninguna patología o mal antes conocido, fue un reto, para el que no estuvo a la altura. Lo encaro mientras bebía sombrío en su estudio, estaba borracho, trato de atacarlo pero se tropezaba con todo lo que tenía cerca, el se reía y movía a su alrededor como un fantasma atormentador. Fue cuestión de tiempo hasta que cayó y se abrió la cabeza contra la esquina de una mesa. Un final lamentable. Pero no se le podía culpar. Era su primera vez. A partir de ahí, él y su amiguito fueron puliendo su estilo, con el tiempo aprendió a controlar sus nuevos dotes y a actuar sin ser detectado pero dando un gran espectáculo. Y hoy daría el más grande. Solo debía llegar a su acto de apertura.
 Abre los ojos, se siente mejor que nunca, pero sabe que no debe sentirse así. No reconoce nada del cuarto, es todo tan blanco y estéril, tan impersonal. Logra sentarse en la cama. Nota que no tiene su ropa puesta. Es más tiene algo parecido a un vestido. Da un grito de sorpresa y salta de la cama para buscar un espejo, se tropieza con todo lo que su cuerpo logra encontrar, todo está muy poco iluminado. Logra calmarse lo suficiente como para buscar el interruptor de la luz. No lo encuentra pero si la puerta del baño. Entra y ahí si logra encender la luz. Se mira en el espejo, es el mismo, pero al mismo tiempo no se siente así. Logra ver también que tiene una bata de hospital y los recuerdos vienen a él, lo abruman hasta el punto que debe sostenerse del lavadero para no caer. Murió, sabe que lo hizo, pero sigue en el mundo de los vivos… o tal vez no…
 ─ Moriste y la diosa te revivió, madura y asúmelo Pierce ─. Dijo una voz chillona a su derecha.
  Movió sus ojos sin atreverse a mover su cabeza; estaba aterrado. ─ ¿Quién dijo eso?
 ─ Pues yo, Percy Grillo, ¡tu conciencia muchachón!
 No creía lo que veían sus ojos, había una versión caricaturizada de él y vestida de grillo para colmo. Se había vuelto loco.
 ─ Tranquilo hermano, tú y yo somos uno, como las galletas y las chispas de chocolate.
 ─ No, no, esto no puede estar pasando, mierda, mierda y mas mierda. Esto me gano por salvar niños y perros de la calle ─. Se lamentaba Pierce.
 ─ No seas hijo de puta Pierce, por esas cosas la diosa puede quitarte su gracia ─. Le amenazo su mini yo.
 ─ ¿Qué gracia? ─ Pregunto con cierto temor.
 ─ Recuerda chico, recuerda─. Y él lo hizo.
 Ni todos los animes, películas ni videojuegos de su vida lo habían preparado para esto, había sido revivido por una diosa y ahora tenía un ¿ángel de la guarda? ─ ¿Qué eres tú? ─ pregunto por fin.
 ─ No hay tiempo para explicar mi sexi origen, debemos encontrar rápido una central de S.P.E.M. ─. Determino tajante.
 Ese nombre, le sonaba de algo, pero había olvidado de donde. El sonido de una puerta al abrirse lentamente llamó su atención.
 Este hospital era un desastre, había tardado demasiado en encontrar la sala de cuidados intensivos, la sección de cuartos privados al menos. Su furia creció al ver el cuarto vacio ¿se había equivocado? Esperaba que no, había puesto a dormir a muchas personas en su camino hacia ese lugar, tanto esfuerzo en vano provocaría una matanza sin clase ni sentido.
 Luz sintió un frio en el estomago, su instinto no le había fallado, mientras se dirigía al cuarto del chico se encontró a varias personas desmayadas. Algo andaba mal.
 Pierce por instinto apago la luz del baño muy lento y sin hacer ruido, su otro yo también guardaba silencio.
 ─ Pierce concéntrate en su hombro izquierdo y dime lo que ves─. Dijo una voz en cabeza muy seria.
 A él esto no le pareció nada raro y por eso la obedeció. Aunque no podía ver bien en la oscuridad podía distinguir claramente la silueta de un hombre muy delgado gracias a la luz que provenía del pasillo, busco en el lugar que le indicaron y se concentro esperando develar algo. Al cabo de unos segundos otra silueta más pequeña apareció, no podía distinguir la forma, pero dedujo que al igual que él ese tipo tenía una versión pequeña.
 ─ No te equivoques Pierce, eso no es nada parecido a lo que tú eres─. La vocecilla tenía una seriedad impropia de su tono tan agudo.
 El miedo lo invadió.
 La frustración le hizo abrir la puerta de un portazo y entrar enardecido a buscar respuestas.
  ─ Bien Pierce, ve ahí y patéale el trasero─. Ordeno.
 Sabía que la situación en la que se encontraba ameritaba el silencio absoluto si quería salir en una sola pieza y solo eso había evitado que se hubiera puesto a gritar indignado ¿Cómo si quiera sería capaz de enfrentarse al sujeto? No sabía la naturaleza del peligro, pero sí que la sentía, algo muy dentro de su interior le decía que estaba en mucho peligro. Se puso a evaluar al sujeto, era delgado; su rostro estaba chupado haciéndole resaltar los huesos faciales, cuando la luz iluminaba su piel esta se veía de un tono enfermizo, tenia los cabellos rubios descuidados y alborotados por todo el esfuerzo que hacia buscando en la habitación. Tenía la bata de un doctor, pero no parecía uno para nada. Pierce sabía que no pensaba con claridad por el enojo, ya que ni siquiera había ido a buscarlo al baño que sería lo más lógico. El frio empezó a llenar su pecho, era cuestión de tiempo que lo encontrara, él jamás había sido bueno peleando con nadie, siempre había recibido palizas por parte de los otros chicos en la escuela, ahora que era mayor temía que eso no cambiaria, lo peor es que su vida dependía de eso o al menos así lo sentía. Empezó a temblar, el tipo daba vistazos furtivos hacia todos lados, por un momento sus miradas se cruzaron, no pudo controlarse y dio un paso hacia atrás, al hacerlo tiro un vaso del lavamanos que hizo ruido al caer.
 Su rostro gira directamente al origen del sonido, ≪el baño≫, ¡Que tonto había sido! Se había olvidado del baño. Una ancha sonrisa ocupo casi la totalidad de su rostro, era hora de jugar.
 El sujeto lo miraba sonriente directo a los ojos, estos brillaban en la oscuridad como los de un depredador, la risa daba a su rostro el aspecto de una calavera.
 ─ Debes luchar Pierce ─. Le pedía la vocecilla en su cabeza, pero él estaba paralizado del miedo.
 ─ Chico milagro, deja al viejo Dr. Muerte darte un vistazo, nunca está de más una segunda opinión ─. Con cada palabra que daba hacia un paso hacia su presa, estaba ansioso por empezar a jugar.
 Pierce tiene miedo, lo ha tenido toda su vida y no puede perderlo ahora. Morirá como vivió, siendo un cobarde.
La habitación se ilumina por unos segundos, unos haces de luz salieron disparados hacia él e impactaron como los rayos láser en las películas, este salió volando y choco contra una pared derribando varias cosas durante su vuelo todo el trayecto un grito inhumano lo acompaño, en la puerta había chica y no era cualquiera. Era la rubia sexy de esta mañana.
 Llegó justo por detrás de él a la habitación, pero había perdido tiempo poniendo a salvo a los policías que yacían dormidos en el pasillo, si iba a pelear debía alejar toda distracción posible. Nunca había luchado sola contra un ≪mal≫.
 Lo habían tomado por sorpresa pero no volvería a pasar, sentía pasar el aire a través de los agujeros que el ataque había provocado en su cuerpo. S.P.E.M. fue lo único que pudo pensar, ahora comprendía a lo que se refería el otro individuo. Había llegado a un nuevo nivel, hacia poco que había logrado fusionarse con su amiguito, de hecho la segunda vez que lo hizo fue para alertarlos a ellos al entrar a la ciudad, pero nunca en una pelea. Esto sería divertido. Antes de tocar el suelo su mini yo lo posesiono y le brindo su nueva forma.
 En cuanto lo vio supo lo idiota que había sido, se precipito al atacar y le dio la oportunidad de transformarse. Ella no considero ni por un segundo que fuese capaz, grave error, todo el daño que había causado con su ataque sorpresa fue en vano. Ahora tenía una nueva forma. Había visto antes la posesión y sus resultados, pero nunca lograba acostumbrarse. Los males se transformaban en versiones retorcidas de sí mismos, este en particular le resultaba terrorífico, ahora era aun más flaco que antes y sus brazos era anormalmente largos al igual que sus dedos que ahora eran jeringas de diferentes colores. Un brazo se extendió hacia ella más rápido de los que esperaba, pero aun así ella lo esquivo, ella había combinado temprano con su Eros, no quiso arriesgarse. Ahora podía usar la luz que producía como arma, pero también como distracción. Un logra juntar toda su energía y hacer una explosión que ilumina toda la habitación, el mal grita por la ceguera, ella aprovecha corre hacia él, está dispuesta a terminar la pelea en ese mismo instante, pero en cuanto se acerca una nube de gas empieza a salir de su enemigo.
 ¡PUTA! ¡PUTA! Lo dejo ciego, pero nunca indefenso. No tenía idea lo que lanzo, pero sabía era mortífero, una sola inalada y contraería todas y cada una de las enfermedades que se le vino a la mente en ese momento.
 Luz hizo una mortal justo a tiempo, pero fue surte, no se acostumbra a luchar sola aun, antes ella solo se encargaba de cuidar los puntos ciegos de Carlos, era fácil estar desde la retaguardia contemplando cada movimiento y reaccionar acorde a la situación no siendo la protagonista principal. Ahora estaba sola, a merced de sus propias decisiones.
 Pierce estaba de rodillas, quería gritar pero no podía, estaba completamente ciego.
 ─ Vamos, vamos, arriba. Debes ayudarla.
 ─ Estoy ciego maldita sea ¿cómo mierda la voy a ayudar? ─. Grito harto.
 Él no podía verlos, pero ambos habían volteado a verlo perplejos.
 ¡No podía creerlo! Era el pervertido mal tratador de perros de esta mañana, por él estaba luchando a muerte, por un momento espero que los de la agencia salieran de la nada con una cámara, debía dejar sus sentimientos personales a un lado y salvarlo, tenía que concentrarse.
 ¡SE HOMBRE Y DEFIENDETE! ─. Grito el pequeño Percy hartó de la cobardía de Pierce.
 Imposible, este día se había puesto jodidamente peor, el otro sujeto tenía un Eros también, perfecto.
 El chico milagro, era uno de ellos, debía matarlo rápido antes que se uniera a la chica. Aprovechando que el gas aun no se había disuelto en el aire fue directamente por él.
 Ella tuvo que actuar rápido, tan rápido que no logro concentrar todo su poder en el ataque pero si el suficiente para derribarlo. Cayó cuan largo era, aprovecho para lanzarle la cama encima.
 La chica era asombrosa, como esas heroínas de los animes, hermosa pero mortífera. El miedo se había alejado un poco de él, miro a su alrededor buscando un arma, además de la escobilla para limpiar el baño lo único que podía usar era una orinal que habían dejado ahí y por nada del mundo lo iba a tocar. De repente la cama salió volando hacia su salvadora y la lanzó contra la pared. El monstruo se dirigió directamente hacia él, corría curvando sus dos largos brazos a los costados dándole una imagen de pesadilla, ≪SE HOMBRE≫ resonó en su cabeza una vez más y esta vez lo fue. Con los ojos desorbitados por el miedo y gritando en un tono muy aguado tomo la bacinilla a modo de arma. No sabía que sucedía por en cuanto se dio a la marcha todo se había ralentizado, podía sentir su corazón como un tambor en cada momento, antes de darse cuenta ya estaba frente al monstruo, al ser tan largo él y tan bajo Pierce se había metido en su centro de gravedad y dejado indefenso. Primero golpeo su plexo solar con todas sus fuerzas (lo tenía en frente), en un segundo el monstruo se curvo de dolor, dejándole el rostro a escasos centímetros del suyo, Pierce entro en pánico y empezó a golpeárselo con todas sus fuerzas doblando el orinal en el proceso. El monstruo entre en si por el dolor y le arranco su arma improvisada de un manotazo. Pero antes que hiciera algo mas la cama lo volvió a impactar. ≪! CORRE! ≫ le grito la chica y él lo hizo sin pensarlo dos veces. Mientras salía de la habitación bajó su vista hacia su pecho derecho y leyó S.P.E.M., con que ahí lo había leído.
 ¡Era increíble! El pervertido le había visto los pechos otra vez antes de irse. Este día era una pesadilla. Cuando se dio cuenta sintió un pinchazo en su brazo.
 ─ Los mejores doctores ponen inyecciones sin que los pacientes se den cuenta ─. Dijo el mal sonriente. Ella quiso reaccionar, pero sintió como todo su cuerpo se entumecía y como caí al suelo sin poder evitarlo.
 ─ Hay drogas que paralizan al paciente, son muy practicas, lo mejor es que ellos sienten todo, pero no pueden gritar. Tu tienen unos hermosos ojos verdes, será un placer verlos desorbitados de dolor cuando empiece a abrirte. Mmm ¿qué veo en ellos ahora? ¡Ah! si, pánico. Delicioso también ─. Ella estaba indefensa mientras él se acercaba con esa sonrisa de calavera suya. ─ Lo primero será sacarte esa horrible ropa de trabajo, sabes esto se lo iba a hacer al muchacho, pero creo tú te lo meres mas, para él ya encontrara algo más.
 Hacia una media hora estaba en el hospital, pero no podía encontrar nada. Odiaba los hospitales. Fueron contadas las veces que estuvo en uno, pero siempre fueron por experiencias traumáticas. Aun recuerda cuando le hicieron los primeros puntos, medio hospital tuvo que sostenerlo. Por mucho que había preguntado se negaban a darle la ubicación del conductor imprudente pero la conseguiría de una forma u otra.
 ─ ¡Pierce! ¡Detente! Debemos ayudarla ─. Le demandaba suplicante.
 ─ ¿Estás loco? Apenas salí vivo de eso y ¿quieres que vuelva? ─.
 ─ Ella es una noob [1] y se nota a leguas de distancia Pierce, es tu oportunidad de ser un héroe ─.
 ─ No pienso morir por una desconocida.
 ─ De nuevo dirás.
 ─ Eso fue… no sé lo que fue ─. Pierce no sabía lo que debía hacer.
 ─ Ella es hermosa Pierce ¿Qué piensa que hará cuando la salves? Te lo diré ≪se enamorara de ti≫ ¿Cuándo volverás a tener una oportunidad así?
 El quedo en silencio unos segundos. ─ Tienes razón, a veces un hombre tiene que hacer lo que tiene hacer. Percy lo miraba orgulloso (él era la conciencia de Pierce y sabia como manipularlo).
 Como buen jugador que era sabia que debía buscar cosas que le ayudaran en la pelea, todas las habitaciones de esa ala estaban vacías, pero rescato de una de ellas un tanque de oxigeno y de otra una silla de ruedas. Había dos policías apoyados cada uno contra una esquina al final de la sala, a uno de ellos le saco su arma. No tenía mucha experiencia con una real, su primo era policía y le había enseñado a sacarle el seguro (algo evidente pero que muchos nunca hacían) el dinero y el tiempo que había gastado en los fichines jugando ≪House Of Dead≫ por fin darían sus frutos. Se dispuso a regresar rápido, pero dudo un poco, todavía tenía la bata de hospital, lo recordó porque la brisa le había enfriado el trasero. En fin un héroe era un héroe.
 Las lagrimas brotaban de sus y aun no había empezado a cortarla, solo había bastado que le quitara el mono de trabajo. Se sentía indefensa y él no paraba de hablar, gozaba cada segundo con ella. Era vergonzoso verse acostada en bragas y sostén, mientras palpaban su cuerpo y hacían observaciones. Pero no era eso por lo que lloraba, otra vez su orgullo le habían jugado una mala pasada, los protocolos de la agencia decían que en caso de encontrar al debía de llamarse a refuerzos y esperar mientras fuera posible, ella se había lanzado sola y sin avisar, si lo hubiera hecho ya habría refuerzos en su ayuda, o al menos alguien sabría dónde se encontraba el mal. Pero por culpa de intentar brillar por si sola lo había arruinado todo.
 ─ Ahora empecemos, abrir la capa torácica es lo primero, una lástima arruinar esos pechos tan glorioso mi querida, pero ¡aaaahhh los sacrificios hechos en pos de la diversión! ─. No podía evitar sonreír con cada palabra que daba, convirtió su dedo índice derecho en un escalpelo y lo acerco al centro de su tórax lentamente.
 Pierce no podía creerlo, ella estaba semi desnuda… e indefensa. El monstruo estaba por cortarla, no hizo falta que nadie le dijera que hacer. Uso la silla como ariete y propulsor al mismo tiempo y se lanzo contra él sin piedad (gritando desaforado en todo momento), lo tomo por sorpresa, otra vez sus largos brazos le jugaron en contra y ayudaron a que pudiera empujarlos varios metros sin daños, pero igualmente sintió el ardor su espalda cuando lo corto, esa fue la señal. Se agacho a un mas cuando los brazos quisieron atraparlo y dio un salto hacia atrás con todas sus fuerzas, mientras lo hacía apunto al tanque de oxigeno que había puesto en la silla y en el aire disparo hasta vaciar el cargador. Antes que pudiera hacer nada una explosión envolvió al monstruo y lo lanzo por la ventana (gracias Resident Evil), Pierce no se había fijado pero esperaba a que estuvieran a muchos metros de altura. Tarde se dio cuento que no había calculado la violencia de la explosión, la onda de choque lo mando volando contra la pared cerca de la chica y lo dejo sin aire durante un rato.
 ─ ¡LEVEL UP! ─. Gritaba Percy, muy animado (estaba vestido como León S. Kennedy de Resident Evil 4).
 ─ ¿Estas completamente loco? ─. Gritaba una pequeña rubia de veinte centímetros a la altura del rostro de Pierce. ─ Debiste purgarlo primero, ahora podrá regenerarse y volver a hacer maldades. Pierce miro a la rubia de tamaño real que estaba en la cama en busca de respuestas ─. ¡Deja de mirarla pervertido! Le grito furiosa. Él se arrastro y se refugió detrás de una silla que estaba caída, incapaz de levantar la vista.
 ─ Ya basta Eros. Déjalo ─. Ordeno la chica.
 ─ ¡Pero Luz! ─. Se quejó. Pero fue ignorada.
 ─ Gracias señor…
 ─ Tu salvador se llama Pierce primor y yo soy Percy su sexy Eros de la guarda ─. Ahora estaba vestido con un elegante traje de noche.
 ─ Tú eres un imbécil ─. Le dijeron ambas rubias al mismo tiempo.
─ Sabias que debías purgarlo, pero lo dejaste cargar como toro enardecido al peligro, podría haber muerto por segundo vez, eres el Eros más incompetente que la diosa haya creado ─ le dijo tajante y sin escrúpulos, fue hacia donde habían tirado su ropa de trabajo y busco en ella el celular de la agencia ─. Central de S.P.E.M. habla la agente especial Luz Gallardo, encontré al mal detectado y… este escapo, pero está muy herido, se piden todos los refuerzos posibles al hospital Mercy, en el combate hubo daños considerables, sería bueno buscar una historia que tape lo que ocurrió para evitar miradas indeseadas… también sería bueno llamar al Dr. Fred, tengo conmigo a un renacido reciente ─ mira a Percy con mala cara por un momento ─ y su Eros no es de confianza.
 Pierce no entendía nada, miro a Percy en busca de respuestas pero este yacía flotando petrificado en una mueca de asombro. ─ ¿Qué es S.P.E.M.? ─ pregunto por fin en voz alta desde su escondrijo, no se atrevía a mirarla porque aun no se había puesto nada de ropa. Pero nadie le respondió. Luz seguía hablando por el celular pasando datos, por momentos hacia cara como si la estuvieran reprendiendo. Pierce opto por dejarla tranquila todavía no había procesado todo lo sucedido, pero solo una pregunta ocupaba su mente ≪ ¿Qué Carajos es S.P.E.M.?≫.
 Todo estaba hecho un caos en la sala de espera, una explosión había sacudido el lugar y todos entraron en pánico.
 ─ ¿Ed? ¿Eres tú? ─. Le preguntó una enfermera no mayor que él.
 ─ Hola Amanda ─ no valía la pena hacerse el tonto, estaba demasiado cerca como para escaparse.
 ─ ¿Te sucedió algo? ─. Ella lo examinaba preocupada.
 ─ No… necesito información de alguien ─. Dijo por fin, tomó su silencio como señal para que prosiguiera y así lo hizo ─ ¿Qué sucedió con el tipo que salió despedido de su camioneta? Ya sabes cuál.
 ─ Pues… entro muy grave, pero desapareció. Todos están con los pelos de punta, ahora mas con esta explosión, este día está muy raro, el tipo murió en el quirófano, pero cuando se busco el cuerpo ya no estaba ¡oh Ed! Debías de haberlo visto, estaba destrozado, los médicos no pudieron hacer nada, pero aun así, es como si se hubiese levantado he ido caminando.
 No tenía idea de cómo procesar todo, por una parte se sentía bien por no haberlo matado, o si lo hizo, aun no estaba seguro, pero por otra algo en su interior tenía un muy mal presentimiento ─. Gracias Amando, fue agradable verte ─ dijo cortante. No quería reconectarse con nadie de su pasado, no ahora por lo menos.
 ─ Ed todos están muy preocupados, un día te fuiste y no volviste… ─ cuando se dio cuenta él ya se había ido, perdido entre toda la gente que corría y quedo con medio oración atragantada ─ ¿Qué te pasó Ed? ─. Pensó mientras iba a ver donde se requería su ayuda.
 La explosión y la lluvia de cristal lo habían dejado muy mal herido, sin contar con que varias balas habían impactado contra él, la caída no ayudó nada tampoco, pero era resistente y suertudo. Había caído en el estacionamiento. Siente el ruido de una ventanilla al romperse, haciendo acopio de la fuerza que le queda se acerca al lugar de donde viene el sonido dispuesto a matar a cualquiera que se cruce en su camino, pero ahí encuentra algo inesperado, hay un hombre desnudo lleno de cicatrices por todo su cuerpo y tiene un amiguito en el hombro izquierdo, sonríe por su suerte ─ Hermano, por favor ayúdame ─. Le suplicó, esperaba este fuera el comienzo de una bella amistad llena de muchos, muchos juegos.


 
 
 
   
 
 
 
 
   
 
 
 
       
 

[1] Nombre con los que los gamers llaman a otros que recién empiezan en el juego.
 
Página 1 / 1
Foto del autor José Luis Banegas
Textos Publicados: 1
Miembro desde: Apr 23, 2017
0 Comentarios 40 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Agentes de S.P.E.M. trata sobre un mundo donde ciertas personas que mueren tienen la opción de renacer, estas al hacerlo pueden hacerlo por malos o buenos motivos, dependiendo sus motivos, estos renacerán acompañados de un Thanatos o de un Eros. La historia principal tiene como protagonista a Pierce Cohen, a quien se le da una segunda oportunidad, pero que no sabrá bien como aprovecharla. Él posee un Eros así que debe hacer del mundo un lugar mejor para él y para todos, en esta misión lo acompañaran otros como Luz, la primera agente de S.P.E.M. que conoce, la cual hará de mentora en toda la historia y otros como Ed, que hará a veces de adversario y otras de aliado, pero que de por si tiene un gran secreto que sobrepasa al de los Eros y los Thanatos. Aquí nada es lo que parece. Y los males a combatir son grandes y complejos.

Palabras Clave: Shōnen Shōjo auto ayuda fantasía aventuras

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficción


Enlace: https://www.facebook.com/Banegas012


Comentarios (0)add comment
menos espacio | mas espacio

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy