DIVAGUE
Publicado en Apr 19, 2017
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El día que comencé a morir deje de preocuparme. Yo sabía cómo serian las cosas, un funeral vacío algunos buenos amigos que me llorarían un rato y tal vez se emborrachasen en mi honor. Pero los muy hijos de puta seguirían sin conocerme, aun en mi lecho de muerte. Ni siquiera sabrían la música que verdaderamente me gustaba y los autores literarios que llegue a admirar con verdadera sinceridad, y no por mera cuestión de parecer culto. Tal vez un poco seria mi culpa por ser un solitario, pero no, la verdadera culpa seria de ellos que siempre perdieron más tiempo en observarse los huevos, creyendo que nada es más importante que ello, ni siquiera un amigo que está a punto de morir. Esos seres egoístas, y no hablo solo de esos dos o tres amigos, sino de los egoístas en general, nunca llegaran a comprender los verdaderos detalles de la vida. Tal vez ni siquiera lleguen a amar a una mujer de enserio. Porque implicaría una pérdida de tiempo en su estúpido narcisismo.
Para que iba a hacerme mala sangre si después de todo la muerte no tiene solución. Creo que dios en sueños a todos debería decirnos la fecha exacta de nuestras muerte, entonces sin duda viviríamos diferente. Y a la mierda con aquellos pobres idiotas que pasen toda su vida martirizándose porque saben cuándo van a morir y por ello no saben disfrutar del vivir. Pero bueno, tal vez este divagando por mi pronta muerte.   Ya dije que deje de preocuparme, no tenía miedo a morir, y me convertí en un ser abyecto y desalmado. Muchos se vuelven bondadosos, tratan de reparar sus males hechos en vidas con simples perdones poco antes de morir. Pero yo no; porque me consideraba un ser bueno, con alguna hijaputes, pero nada terrible. Por lo general siempre me había mantenido en raya haciendo lo correcto y, ya no lo quería más. No quería hacer el bien para ganarme el cielo, no me interesaba, algo me decía que tenía que ser un hijo de puta. Lo primero que hice fue abandonar a mi mujer, hacía tiempo que no la amaba más y no me animaba a dejarla. Después de todo caí en la conclusión que dejarla no era algo terrible, si no algo bueno para ella. Yo había amado a aquella mujer con toda mi alma, pero con el tiempo aquel amor se fue muriendo hasta convertirse en nulo. Y sin embargo seguía manteniendo dicha relación. No era justo para ella, claro que no era justo que viviese con un tipo que ya no la amaba. Así que después de todo seguía siendo un bonachón y no abyecto y desalmado. Lo segundo que hice fue comprarme un arma y una botella de buen escoses, lo tercero, alquilarme un cuarto barato en los suburbios donde pasar mis últimos días. No fui a un hotel cinco estrellas porque no tenía dinero, y si lo hubiese tenido tampoco lo hubiese hecho, de que serbia la frivolidad si estaba pronto a morir. Para muchos tal vez ese sea el punto, pasarla con la mayor frivolidad posible tratando de ahogar las penas de la sabida muerte en: viajes, putas, drogas, etc.  A mí me resultaba una idiotez, después de todo, todos sabemos que algún día vamos a morir. Y eso no me da la escusa del reviente, si uno es un reventado es porque lo es y ya. Yo solo tenía el vicio del alcohol, y no de forma desesperada. Bebía de vez en cuando y de cuando en cuando me emborrachaba.
Tenía mi arma, mi botella de whiskies y un cuarto donde dormir.  Me tire en la cama, deje el arma sobre la mesa de luz y la botella sobre el suelo. No sé porque se me hiso presente la imagen de una mujer en particular, alguien con quien nunca había tenido sexo. No había sido la mujer más importante de mi vida, y sin embargo ella aparecía en mi divague. No sé si fue un hecho casual el pensar en aquella persona. Yo conocía a esa mujer de mucho tiempo atrás. La primera vez que trate de acercarme a ella me había dicho algo que me quedo grabado. Yo había tratado de besarla sin respuesta favorable, pero no se ofendió, hasta se sintió alagada. Para aquel entonces ella mantenía una relación con un tipo que al decir verdad no la merecía, yo lo conocía, pero no era amigo. Me dijo que sería incapaz de engañarlo y me pareció bien, una mujer que respetaba a un cerdo a su lado. Me parecía bien que no lo engañase, lo que no me parecía bien era que siguiese a su lado. Pero haya ella, era su vida y yo no era quien para meterme. Después de todo yo no quería enamorarla y que dejase a aquel sujeto para huir junto a mí. Ella lo entendía a la perfección, sabía que yo no le daría el amor que su pareja le negaba por desconsiderado. Y prefirió dejar las cosas como estaban, aunque sus ojos reflejasen que se moría de ganas de acostarse conmigo, si hubiese insistido habríamos terminado cogiendo como desesperados. Pero no lo quise, sobre todo cuando me dijo que no podía cambiar. Que todo en su vida estaba mal y que no había remedio. Yo no quería convencer a una pobre chica de que estaba equivocada, yo no la quería convencer que si se acostaba con migo se sentiría mucho más feliz al menos por un rato. No la quería convencer de que podía dejar a ese tipo y encontrar a un mejor amor. No la quería convencer por más que yo así lo creyese, porque tal vez ella tuviese razón, y yo no era quien para ilusionarla. Pero si ella tenía razón era tan solo por una cosa, por cobardía. Sentí pena por ella, y no me gusta sentir pena por nadie, pero la pobre estaba triste aunque su actitud siempre demostrara  lo contrario, la pobre tenía miedo de dejar a aquel tipo que sin dudas no amaba, por miedo a quedarse sola, por miedo a no hallar a nadie más en la vida que le brindase un poco de cariño. Era una actitud totalmente patética, como la que yo había tenido estando al lado de una mujer que ya no amaba, y el descubrir mi pronta muerte fue el disparador para dejarla. Había perdido mucho tiempo e injustamente le había hecho perder mucho tiempo a mi ex mujer.  Lo mismo pasaba con esta chica que había perdido mucho tiempo por cobardía. En aquel entonces había obtenido la respuesta de la boca de aquella mujer a un problema que yo aun no tenia. Simplemente si hubiese recordado antes dicha conversación, si hubiese recordado la lastima ajena y el patetismo que sentí, hubiese encontrado empatía con migo mismo y quizás no habría perdido tanto tiempo en tomar una simple decisión. Bueno, si la imagen de aquella chica había aparecido en mis recuerdos no me quedaba más que salirla a buscar. Puse el arma en mi cintura, tome la botella de whiskies y Salí a la calle. Hacía ya algún tiempo considerado que no la veía, ya no tenía su número telefónico pero sabia donde vivía, al menos donde vivía hasta que nos dejamos de ver. Cuando digo “nos dejamos de ver”, me refiero a reuniones entre amigos y cosas por el estilo, nunca fuera de dicho circuito. Me dirigí a su casa. Para mi suerte seguía habitando dicho lugar, sonrió al verme, y yo sonreí también. Se sorprendió un poco al advertir mi presencia  con una botella en la mano, pero igualmente me invito a pasar. Le pedí que acercara dos vasos. “es que no me gusta beber solo” le dije. Acerco los vasos aun sorprendida; ella no me recordaba como un alcohólico o un simple borracho. Así era el sujeto por el que no había querido besarme.
-¿Que celebramos?- me pregunto con una dulce sonrisa, esa sonrisa que yo aun descubría con un dejo de tristeza.
-Nuestro rencuentro, que más.
Bebimos, ella aun se encontraba confundida, pero se la notaba alegre por mi presencia, tal vez por eso no quiso seguir indagando sobre mi inesperada visita.
 Era mayor que yo, dos o tres años, yo tenía treinta y uno, pero los años con ella no habían sido tan agraciados como para con migo. La diferencia de edad entre nosotros parecía aun mayor. Digo, en su rostro se notaba lo sufrida, esas marcas de amargura son difíciles de ocultar. Por alguna razón aquella dureza en su rostro me atraía. Su cuerpo seguía estando bien, nunca había sido destellante pero sin duda era atractivo. Convengamos que aquel era un cuerpo del que yo había querido probar y no había podido, quizás si hubiese tenido sexo con ella aquel cuerpo ya no me interesaría para nada, o tal vez todo lo contrario, no lo sé.
Bebimos media botella, ella comenzaba a emborracharse pero yo aun no. Creo que nunca en mi vida sentí un tipo de energía igual, prácticamente estábamos teniendo sexo sin tocarnos, su mirada me penetraba, sus labios húmedos y el juego de su lengua sobre ellos eran un ritual extasiante. Ambos comprendimos que habíamos perdido mucho tiempo, que tendríamos que habernos acostados aquella noche en donde yo trate de robarle un beso sin éxito. Pero algo bueno había en haber prolongado nuestro encuentro tanto tiempo, éramos como dos seres vírgenes ardiendo por nuestra primera vez, al mismo tiempo con la experiencia para poder disfrutar de semejante ardor que tan pocas veces suelen repetirse con tal intensidad. Ella me hablaba casi entre gemidos mientras jugaba con el vaso de whiskies revolviendo el hielo con su dedo índice para luego depositarlo muy suavemente entre sus labios.  Su pecho se inflaba más de la cuenta al respirar, al igual que el mío. La observe fijamente a los ojos y comprendió de inmediato, se abalanzo sobre mi abriéndose de piernas sobre mi regazo, nos besamos como solo dos seres que tienen el mismo grado de excitación pueden hacerlo, de una manera irrepetible a la posteridad. Luego se aparto casi con brusquedad de mí, pero no con rechazo, sino como alguien que cae en la cuenta de algo que está por pasar. Lo primero que pensé irrefutablemente fue que aquel tipo que no había querido engañar aquella vez estaría al caer en la casa. Sin embargo ella me dijo que su madre estaba a punto de llegar con su hija. Recuerdo a aquella niña que ya tendría unos quince años, no era hija del sujeto que para mi entender no la merecía, sino de uno que la había embarazado y luego desaparecido. Le dije que tenía un cuarto donde podíamos ir, me dijo que estaba bien y escribió una nota para su madre e hija. Yo no pude ver lo que la nota decía, pero para mí estaba dirigida a aquel hombre que tantos disgustos le causaba.
Nos largamos de allí, apresurados y conteniéndonos para no terminar cogiendo en medio de la vía publica. Finalmente llegamos a aquel cuarto de alquiler. Muchas veces he descrito escenas o situaciones de sexo, pero no podría describir aquella. Desde que comenzamos nuestra vida sexual solemos tener altibajos. No todos los polvos que echamos suelen ser supremos, tal vez sean los mínimos, el caso es que aquel fue el mejor encame de mi vida, yo estaba pronto a morir y prácticamente me despedía de lo terrenal teniendo el mejor sexo de mi vida. Y lo mejor aun, no estaba enamorado de aquella mujer, lo que era una ventaja porque me impedía sufrir porque dentro de poco ya no tendría su amor.
Desnudo y transpirado me quede tendido sobre la cama. Ella no se quedo junto a mí, sino que salió de aquella cama completamente desnuda para tomar el arma que yo había dejado en el suelo tratando de ocultarla bajo la misma. Ella lo había notado, había notado que yo tenía un arma y no había dicho nada. Había separado a la perfección la duda del: “¿para qué tendrá un arma?”. Para tener el mejor sexo de su vida, o al menos para que yo lo tuviese. Aun poniendo en riesgo su propia vida, porque tal vez mi intención fuera matarla. Pero yo no quería matarla, yo no quería matar a nadie, ni siquiera a mí mismo. La vi empuñar el arma y algo me dijo que no era la primera vez que lo hacía. Me apunto con decisión, no era su intención asustarme, y yo tampoco lo hice. No temí ni por un segundo en que disparara aquellas balas sobre mi cuerpo, sabía que no lo aria. Pero por un instante lo desee. Desee que disparara sobre mí, que dejara mi cuerpo ensangrentado sobre aquella cama incomoda de aquel cuarto mugroso. Que se vistiera a las apuradas y saliera huyendo del sitio aquel.  Pero no lo hizo. Seguro. ¿Por qué iba de hacerlo?, ¿Por qué iba a matarme? El desquiciado era yo al pensar dicho escenario, por cargar un arma por las calles quien sabe con cual o que intención.  Quizás quisiera saber que se siente ser un asesino. Pero jamás me animaría a dispararle a nadie. Entonces ocurrió algo que yo jamás hubiese esperado, la chica me puso el arma en la mano y me pidió que la mate. No era yo el único desquiciado en aquel cuarto. Y por primera vez tuve miedo, la vi tan decidida que me asuste. ¿Para qué había comprado ese arma?, si ni siquiera iba a pegarme un tiro, no lo necesitaba, pues yo ya estaba muriendo. Ella quería que la mate y yo iba a morir. Le dije que no lo aria, deje el arma sobre la cama y le dije que si quería ella misma podría matarse.
Nunca creí en el destino escrito, siempre fui de los que piensan que al destino hay que forjarlo. Pero yo no había forjado el destino de mi muerte. Yo no había elegido morir lentamente. Pero de alguna forma había forjado el destino de  aquella mujer que decidió pegarse un tiro en la boca frente a mí. ¿Y todo por pensarla? ¿O por haberla conocido diez años atrás? Inexplicablemente fui clave en el final de sus días, con cruzarnos una vez, claro que no de casualidad porque la había ido a buscar, pero con esa sola vez basto para que ella pusiera fin a su destino, escrito o forjado. Ahora se para que compre el arma, ahora sé porque la pensé, ahora se porque había rechazado  mi beso años atrás; y no me gusto para nada formar parte de aquel plan diabólico construido por no sé quién. ¡Por ella!, ¡por mi!, ¡por los dos!, ¡por el universo! por la necesidad de que todo siga girando. No lo sé, ella estaba muerta y yo no sabía por qué. Ni siquiera había sido su confidente, solo su medio. No llore, no pude llorar, la situación no lo ameritaba. Yo no era quien debía hacerlo, las lagrimas correctas para quien las merezca. Y nosotros no nos merecíamos.
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RELATO SOBRE LA PRONTA MUERTE Y UN DESTINO NO BUSCADO SER EL NEXO PARA EL FINAL DE OTRO CUANDO UNO MISMO EST TRANSITANDO SU PROPIO FINAL

Palabras Clave: RELATO CUENTO FICCIN TRAGEDIA DOLOR INCERTIDUMBRE CAUSALIDAD

Categoría: Cuentos & Historias

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