Capítulo 2
Publicado en Feb 24, 2017
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Capítulo 2- Artorius
 Sin previo aviso, despertó sobresaltado y agitado, lleno de sudor, sin saber qué hora era. Se podía sentir algo raro en el ambiente, como si una fuerza invisible lo estuviera apretando contra su cama, haciendo que no pudiera moverse. Usaba todas sus fuerzas para mover al menos sus dedos, pero era imposible, todo su cuerpo parecía estar inmovilzado por esa extraña fuerza. No podía ver más allá del espejo que estaba en frente suyo, pero no fue solamente el hecho de no poder moverse  lo que más lo asustó, sino más bien lo que estaba viendo frente a él: en el espejo que había frente a su cama se podía ver un fondo totalmente rojo, como si estuviera pintado con sangre, y en él, había una silueta negra de una persona, que lo observaba. De repente, se sintió como si estuviera siendo succionado hacia adelante por el espejo, y cuando se dio cuenta, viajaba en un torbellino lleno de luces hacia no sabía dónde. Cerró los ojos con fuerza, deseando que cesara ese viaje.
Súbitamente, cayó de bruces contra un suelo áspero, sintiendo como le doliá su pecho por el impacto. Aún tenía los ojos cerrados, temeroso de encontrarse con quién sabe qué cosas, preguntándose en su cabeza qué era lo que estaba pasando, por qué había sido atrapado en cierta forma por el espejo. Sintió a alguien a su lado, y por fín se deidió a abrir sus ojos: ante él se encontraba uno de los paisajes mas extraños y perturbadores que hubiera visto en su vida. El cielo estaba totalmente teñido de rojo, lo que explicaba qué era ese fondo rojo que se podía apreciar en el espejo en su habitación, ni siquiera habían núbes en él. Le parecía ver personas corriendo de un lado a otro, siendo perseguidas por unas cosas enormes que tenían algo similar a un garrote en sus manos, lanzándolo a diestro y siniestro con el fin de golpear a alguien. Estaba demasiado asustado, no terminaba de entender qué era todo eso. Reparó por vez primera en la persona que estaba al lado suyo, y su aspecto no lo ayudaba mucho a calmarlo: un anciano de pelo largo y blanco, sucio, desgreñado, con una túnica que parecía haberla usado toda su vida por la cantidad de mugre y roturas que tenía. Su cara estaba surcada por arrugas y rasguños. 
Se quedaron mirándose por unos segundos, hasta que de repente una de esas cosas gigantes que había visto los alcanzó. Ambos se voltearon para diferentes lados, esquivando el garrote del monstruo que había caído justo en el lugar en el que se encontraban antes. Sin pensarlo dos veces, Mortimer comenzó a correr, súmamente asustado, ignorando todo a su alrededor, pero de un momento a otro, se encontraba tendido en el suelo otra vez. Se miró los pies, y contempló que, atado a su tobillo derecho, había algo similar a una soga, que era lo que lo había hecho caer. La soga provenía de la mano del monstruo, que comenzó a arrastrarlo hacia él, lo que le permitió verlo de frente: era una cosa que medía, al menos, tres metros de largo, completamente fornida. Tenía una cabeza como de jabalí, y sus cuernos eran muy largos. Comenzó a gritar por ayuda, y en ese momento, la cuerda con la que estaba siendo arrastrado por la bestia se cortó: el anciano había lanzado algo a la cuerda que hizo que se cortara. El monstruo, furioso, arremetió con todas sus fuerzas hacia el anciano, pero este fue más rápido, y expulsando una especia de rayo de sus manos, hizo volar por los aires al monstruo, que quedó tendido en el suelo. Se volteó hacia Mortimer. 
-Sígueme, rápido, antes de que vuelva otra de esas cosas- le ordenó mientras se agachaba para estar a su misma altura. 
-¿Quién es usted? ¿Qué son estas cosas, por qué nos persiguen? ¿Dónde estoy?- preguntaba Mortimer, asustado. 
El anciano estaba por responder, cuando de pronto algo impactó cerca de donde estaban. 
-Creo que ahora no puedo responderte eso. ¡Rápido, vámonos!- contestó el viejo, obligándolo a levantarse. Los monstruos corrían hacia donde estaban ellos. 
Comenzaron a correr por todo ese alboroto, donde iba corriendo gente sin parar. No pudo observar detenidamente sus rostros, porque todos iban muy rápido, huyendo no sólo de los monstruos, sino también de algo que parecían ser bolas de fuego arrojadas desde el cielo. Se dio cuenta que eso era lo que había caído cerca de ellos hacía unos momentos. Corrieron por al menos diez minutos, tratando de no ser alcanzados por todo aquello. 
-¡Por aquí!- gritó el anciano, al momento que se detenía al lado de un gran agujero que había en el suelo. Mortimer miró el hoyo con miedo. 
-Tienes que saltar, sólo ahí estaremos a salvo- le dijo el anciano. 
-Yo no puedo hacerlo, si caigo lo más seguro es que muera. No puedes pedirme algo como eso- se negó Mortimer, incapaz de confiar en él.
-No vas a morir, no si saltas. Allí abajo se te explicará todo lo que está pasando, todas las dudas que tengas te serán respondidas, pero para eso debes saltar- insistió el anciano. 
-¡No sé quién eres, ni siquiera sé si esto es real! ¡No puedo confiar en ti, en nadie!- gritó Mortimer, con lágrimas en los ojos. 
-Tienes que confiar en mí, acabo de salvarte la vida hace unos momentos. Te juro que estarás bien, yo voy a cuidarte. Házlo de una vez- le dijo el anciano mirándolo a los ojos, completamente seguro de lo que decía. 
Mortimer se quedó observándolo, pensando si debía confiar en él, pero ya no habías más tiempo para pensar, ya que los monstruos los habían alcanzado. Cerrando los ojos firmemente, saltó hacia ese gran agujero que se hallaba ante él, y el anciano lo siguió. Caía, al parecer, desde una gran altura, ya que no podía ver más que oscuridad y en cualquier momento sentiría nuevamente el impacto de su cuerpo contra el suelo, aunque esta vez puede que no pudiera sobrevivir. Pero en lugar de eso, lo que sintió fue que la velocidad de la caída disminuía a medida que iban acercándose a lo que parecía ser el suelo, que comenzó a hacerse más visible a medida que iban descendiendo. Por fín tocó tierra firme, y se quedó quieto, tratando de ver algo más que oscuridad. El anciano se paró a su lado y aplaudió una sola vez, cosa que hizo que las luces se encendieran de alguna forma. 
Mortimer estaba impresionado. Ante él, se hallaba una largo salón, cubierto de sillas, mesas, almohadas tiradas por todos lados, hojas de papel esparcidas por el suelo, y muchos objetos más. Al otro extremo del salón, habían pasillos que parecián conducir a otras habitaciones. Parecía que se tratara de una especia de fortaleza subterránea. Comenzó a caminar por el lugar, observándolo todo, mientras las preguntas seguían surgiendo en su cabeza. 
- Es una bonita sala, ¿no crees? Nos tomó un tiempo construirla, pero ha dado sus frutos. Aquí estamos protegidos- le dijo el anciano. 
-Se ve acogedora, pero aún así, sigo sin entender nada de lo que está pasando. Quisiera que todas estas preguntas que tengo fueran respondidas.- dijo Mortimer, deseando que sus dudas se aclararan por fin.
-Por supuesto, siéntate-  lo invitó el anciano, señalándole la mesa más próxima que tenían. Ambos tomaron asiento. 
- Bien- comenzó el anciano- Mi nombre es Zair, y soy el protector de este mundo. Te encuentras en Artorius, la primera realidad. 
-¿Realidad?- preguntó Mortimer, confuso. 
-Exacto -respondió el anciano. -Artorius constituye una de las diez realidades existentes. Con realidades me refiero a mundos alternos que existen al tuyo en la vida real, mundos o realidades mediante las cuales se entra por medio de los espejos mágicos, cuyos nombres son los mismos que los de la realidad a los que éstos conducen.
-Eso quiere decir que el espejo que había en mi habitación, ¿es uno de esos espejos mágicos de los que usted habla?-. 
-Así es, en tu habitación se encuentra el espejo mágico de Artorius, quien era una los diez Grandes Señores. 
-¿Qué son los Grandes Señores?-. 
-Son seres muy antiguos y muy poderosos que se crearon hace millones de años atrás. Esos diez seres poderosos fueron los encargados de crear estas realidades alternas de las que te hablo, para poder crear vida en ellas, y cada uno viviría y reinaría en su respectiva realidad, cuya puerta de entrada serían los espejos mágicos, que llevarían también sus nombres. En sus mundos, podrían crear y deshacer a su antojo, estableciendo civilizaciones y demás. Todos y cada uno de ellos creó una realidad diferente, por lo tanto, exísten diez realidades, diez espejos que sirven como entrada. Artorius es la primera realidad de las diez.
-Pero, ¿qué pasó con los Grandes Señores? ¿Por qué Artorius está sumida en el caos? ¿Por qué el espejo estaba en mi habitación?-. 
-Una a la vez, muchacho. Verás, así como los Grandes Señores tenían mucho poder y eran quienes llevaban adelante la vida, también se formaron fuerzas malignas con el tiempo, que amenazaban con destruir la paz que los Grandes Señores habían construído con sus reinados. Esas fuerzas malvadas se volvieron más y más fuertes con el tiempo, hasta el punto de derrocar a diferentes Grandes Señores y tomar por completo el control de sus realidades. Artorius está sumida en el caos, porque esas fuerzas oscuras que te mencioné. han llegado hasta aquí, y amenzan con tomarlo todo. 
-Pero ¿no se supone que cada realidad tiene un protector? Usted mencionó que es el protector de esta realidad- enfatizó Mortimer. 
-Claro, pero, ¿no te pusiste a pensar que si la realidades fueron tomadas significa que los encargados de protegerlas no han podido hacerlo?- le preguntó astutamente Zair.
-Eso quiere decir, que usted está tratando de evitar que Artorius sea dominada por esas fuerzas oscuras-. 
- En efecto, cinco de las diez realidades ya fueron tomadas. Cuatro aún están seguras, y una está intentando ser dominada en este momento-. 
-Aún así, aún no me ha respondido por qué el espejo estaba en mi cuarto, y qué hago yo aquí-. 
-¡Ah, muchacho! Es que tú eres aquel que traerá fín a todo esto, el encargado de salvar las diez realidades. Eres el Designado- le dijo Zair, con la esperanza brillando en sus ojos. 
Mortimer se quedó en silencio, con la boca abierta.  En ese momento, apareció un grupo de personas que acababa de bajar por el agujero. Todos se quedaron petrificados al ver a Zair y Mortimer hablando. Ninguno se atrevía a hablar, hasta que un hombre alrededor de los trienta años, se acercó a la mesa. 
-¿Es verdad lo que se encuentra ante mis ojos?- preguntó, estupefacto, mirando a Zair. -¿No será Él?-.
Todos aguardaron la respuesta, conteniendo la respiración. El anciano Zair sonrió. 
-Claro que sí, amigo mío- le dijo con total seguridad.-Él es la esperanza de las diez realidades.  
 
Notas del autor
Buenas noches a todos. Antes que nada, muchas gracias a todos aquellos que leyeron el primer capítulo de esta historia. Espero que les haya gustado, y también espero que este capítulo les guste más. Como verán, es un poco más largo que el anterior y se explican algunas cosas importantes, mientras que otras quedan por ser explicadas. Lo subo un poco antes del horario en que les había dicho porque en un rato tengo que irme, pero no quería dejarlos sin capítulo. Los invito a dejar algún comentario o mensaje privado, si lo desean, comentando qué les pareció el capítulo o si tienen alguna duda. Los dejo con el capítulo. Próxima publicación: viernes 3/3 a las 22 hs, horario de Argentina. Adiós y gracias por pasar!
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Descripción

Palabras Clave: ciencia ficcion aventura amistad magia oscuridad esperanza espejos fantasia

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficción



Comentarios (3)add comment
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Jesús Castro Fernández

Éste texto es una buena composición y tiene una agradable expresión.
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February 25, 2017
 

Marcos

Hola Jesús Castro Fernández! Muchísimas gracias! Me alegra que te guste, estate atento que el viernes se viene el tercer capítulo. Gracias por pasar.
Responder
February 26, 2017

Jesús Castro Fernández

Gracias por la información Marcos.
Responder
February 26, 2017

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