Píldoras para ser auténtico (Filosofía) -82-
Publicado en Dec 02, 2016
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82.- Por qué sabemos tanto (mejor dicho, tan poco).
 
"Sólo sé que no sé nada" es totalmente falso e hipocresía. "Sólo sé que lo sé todo" es aún más falso y vanidad. "Sólo sé que sé bastante" es algo inconcluso e irreal. Y "sólo sé que sé un poco" es incierto y no verídico. Entonces ¿qué es lo que sabemos?
 
Algunos han intentado, e intentan porfiadamente aún, medir lo que sabe un ser humano. Eso es tan imposible como contar todos los granos de arena que hay en la Tierra o todas las gotas de agua que contiene el Mar. Medirnos a través de los saberes no llega a ninguna parte definitoria. Saber es abstracto. Sabemos, por ejemplo, que hay muchos millones de personas pero sólo conocemos a algunas, o que existen miles de familias distintas de insectos pero, salvo que seas un verdadero experto en el tema, conocemos muy pocas de ellas. Lo mismo ocurre con todas las cosas que existen y más todavía cuando queremos saber de ideas, sentimientos o asuntos que no se componen de materia.
 
Sin embargo, conocer es concreto. Lo que conocemos tiene finitud y es medible aún cuando no sea nunca totalmente exacto... por eso cuándo somos conscientes de esa inexactitud ya estamos capacitándonos para poder aproximarnos a una medición personal. Y entonces descubrimos que ya somos capaces de internarnos en lo desconocido para seguir desarrollándonos si esa es nuestra libre voluntad.
 
Nadie es capaz de llenar de agua un cubo que no tenga base porque el agua caerá al vacío, pero todos somos capaces de sentir nuestro conocimiento a través de ese sencillo ejercicio que es ponerse a pensar. Pensar. He ahí la verdadera medida de nuestros saberes. Y mientras pensamos qué es lo que conocemos y qué es lo que nos falta por conocer, vivamos siempre nuestras existencias sabiendo que siempre hay un sabio dentro de nuestro corazón. Sólo es imprescindible sentir sus latidos y dejarlos expansionarse por toda nuestra anatomía física y nuestra esencia psíquica para que nos llene de conciencia.
 
Sócrates fue mucho más sabio de lo que él decía. La frase con que inicio mi pensamiento la saqué del contexto socrático dejando a un lado el hecho de que lo dijese Sócrates o se la hayan atribuido a él. De todas formas estoy totalmente de acuerdo con respecto a que el griego era palabra extraordinaria. Apliqué ese pensamiento sólo porque no estoy en nada de acuerdo con que una persona diga que no sabe nada (lo diga Sócrates o el humilde panadero de mi barrio) Yo creo que sí existe la sabiduría y que todos los humanos -hombres y mujeres- somos sabios a nuestra manera; lo que creo que sucede (y esto sólo es una idea mía aunque puedo estar totalmente equivocado) es que la sabiduría está muy hundida en nuestros interiores y por eso no podemos medirla jamás.
 
No es producto de la falsa humildad, ni de la vanidad, ni mucho menos de la hipocresía, saber que los del Deportivo Olímpico de Madrid vencimos por 14-0 al Numancia en un partido de fútbol. Si yo dijera que no lo conozco (siendo como fui el líder del Deportivo Olímpico de Madrid en aquel memorable partido dei I Torneo Juvenil "As") sería tan falso o tan hipócrita como lo fue Sócrates. No sólo digo que sé que ganamos por 14-0 sino que añado, para mayor conocimiento o sabiduría (pues las dos cosas son a la vez), que sé que fuimos el equipo revelación de aquel Campeonato Juvenil de Fútbol y que, además, ganamos siempre al Estrella Olímpica del cual habíamos nacido los del Deportivo Olímpico. Decir que no lo sé es una estafa hacia mís mismo y una estafa hacia los demás. Por eso, sigo afirmando que a los hombres que se olvidan de saber lo que aprendieron bueno es hacerles recordar lo que nunca habrán olvidado (por ejemplo Rueda y Solano por poner dos ejemplos totalmente verídicos).
 
Vamos viviendo y vamos conociendo. Al menos eso debería ser lo normal mientras duran nuestras existencias. Pero muchos están viviendo sin conocer más allá de lo simple, de lo instantáneo, de lo que no tiene mayor proyección sino el momento que, de repente, se diluye en la inexistencia. La pregunta es ¿lo hacen para sentirse seguros y salvos? En este aspecto tan limitado Ramón Sender decía: "La conciencia del peligro es ya la mitad de la seguridad y de la salvación". Lo paradójico es que existen muchas personas que carecen de esa clase de conciencia creyendo que van a estar cómodamente vivos siendo simplemente inmovilistas. No se dan cuenta de que el mismo universo en el que viven es la síntesis de la nulidad. Por eso, vivan todo lo que vivan, nada conocen de verdad.
 
La verdadera vida es una unidad caminante, esa clase de existencia en que, una y otra vez, entramos dentro de la aventura diaria -cuando cada día lo convertimos en aventura- para mantenernos en forma no solamente con nuestro físico sino, sobre todo, con nuestro espíritu. Quienes no tienen espíritu no tienen existencia. Aquí se impone uno de mis últimos pensamientos propios: "Lo presente es lo consecuente y lo ausente es lo inexistente". Porque la compenetración entre vivir lo que soñamos y soñar lo que vivimos es un esfuerzo de nuestras conciencias por conocer participando en la búsqueda de esa energía que tenemos para utilizar (no para usar sino para utilizar que son dos cosas diametralmente opuestas) y, con ello, sentirnos realmente realizados. ¿Cuestión de posesiones materialistas de cualquier ideología? Nada de eso. Yo no diría ni diré nunca que lo materialista es malo; pero tampoco diría ni diré nunca que lo materialista es bueno. Yo lo que afirmo es que la materia puede transformarse solamente en dos sentidos: hacia el egoísmo del inmovilista que no siente nada más que lo que le rodea para su provecho propio o hacia el dinamismo de quienes teniendo saben observar el mundo que les rodea y por eso mismo son capaces de transformarlo pensando en los demás.
 
Esto es como una competición que conlleva un mensaje público: o eres del mundo o estás con el mundo. Al pensar en esto de saber o no saber la razón es que, quien se cree que el mensaje de la Palabra de Dios no es para este mundo se equivoca. Existimos quienes sabemos que lo que dijo Jesucristo no fue para el "más allá" sino para el "más acá". Algunos predican cuestiones extraterrenales (digamos por ejemplo Don Antonio por decir un nombre) mientras se llenan las alforjas de cuestiones terrenales. Olvidan que, aunque sean personajes dentro del círculo (digamos por ejemplo sus iglesias) donde se les elogia y hasta donde se les adora, como si fuesen poseedores de la Verdad, no está la Verdad en ellos.
 
Oradores excepcionales, de esos que se aprenden de memoria los códigos religiosos y hojas enteras de sus libros (a todas las religiones me refiero) solamente son discriminatorios; algo que precisamente Jesucristo rechazó. Algunos se creen que son verdaderos porque se les han nombrado líderes de opìnión... mientras olvidan que las cuestiones principales es que somos de este mundo y sólo pertenecemos al mundo posterior cuando hemos vivido en este mundo presente. Algo que se les olvida continuamente a ancianos de la Palabra (digamos por ejemplo Don Antonio por decir un nombre cualquiera) es que, para obtener la excelencia, no es cuestión de querer merecerlo sino cuestión de llevarla ya dentro de nosotros en el mismo momento en que Dios nos lo regaló en el instante del nacer, en el momento en que nuestras madres nos engendraron con la ayuda de nuestros padres. O naces con talentos (y no olvidemos que existen talentos naturales además de talentos espirituales) o no naces con talentos. Esa es la gran diferencia entre ser un líder o ser alguien que dirige a los demás. Hay bastantes diferencias entre ambos asuntos. Lo que sucede es que algunos creen que a los líderes los designan los humanos sin saber que los verdaderos son elegidos por Dios.
 
Cuestión de carismas. Situarnos dentro de un círculo influyente (digamos, por ejemplo, de una iglesia) no es difícil. El peligro de no saber es no poder descubrir que eso no es lo que Dios necesita. El peligro de no saber es que no se sabe por mucho que se aprendan volúmenes enteros de memoria. Porque la verdadera raíz de la Felicidad es sentir lo que vivimos cuando lo que vivimos es lo que soñamos con tanta intensidad que lo convertimos en realidad. A eso se llama saber y nunca hay que renunciar a esa clase de conocimiento que forma parte consustancial de nuestra sabiduria.
 
Si estás presente en el sentimiento de otra persona existes mucho más allá de ti mismo o de ti misma; pero si no apareces, para nada, en la memoria de un ser eres ya inexistente para ese ser que, en su día, te tuvo presente. Pasa mucho en la vida y, además, es necesario para poder seguir el Camino sin que el fardo que llevas a cuestas te pese tanto que te hunda... lo mejor es lo contrario... sacar del fardo lo que deseas que ya no forme parte de tu mundo y caminar más ligero o más ligera. Si a veces sientes que esos olvidos te sirven para recordar que no los tienes ya como partes de tu vida es que estás siguiendo firme y hacia tu propia meta.
 
Vence siempre la sabiduría aunque muchas veces haya que apostar a números equivocados de la ruleta mágica de la que nos hablan algunos sabios. La victoria sólo es el sentimiento de haber aprendido a cometer menos errores. Estoy seguro de que si algo de valioso tiene cualquier tipo de experiencia (sea del color que sea y sea par o impar en la ruleta de la vida) es siempre esa sensación de victoria que nos deja en el ánimo y el pensamiento. Y con la sabiduría siempre vence la razón del corazón abierto.
 
Recuerdo siempre con gran cariño y admiración a un sabio que no era ni falso ni hipócrita porque siempre decía que sabía lo suficiente como para saber que sabía mucho más de lo que otros dicen que saben o que no saben. Se llamaba José Gomáriz, más conocido por todos nosotros como El Relojero de Manila. José había nacido en 1912 y contaba, a la hora de irse de este mundo, con 96 años de edad. ¡96 años! ¡Ahí es nada! ¡Todo un siglo! Se fue con 96 años de edad a sus espaldas y un cúmulo enorme de sabiduría que le daba su lúcida ancianidad. Porque José Gomáriz murió en completa lucidez. Sólo el corazón (tictac tictac) ya no aguantó más las manecillas del reloj del tiempo. Pero era sabio, decía que sabía lo suficiente como para ser sabio y hablaba como sabio. Quizás Sócrates debería haber pensado más en hombres como José Gomáriz antes de ser un hipócrita diciendo que no sabía nada. ¿Se puede entender eso de que no sabía nada cuando precisamente en todos los libros de Historia de la Filosofía hay un capítulo para tratar la sabiduría de Sócrates?
 
Cuando miramos el mundo con los ojos internos de la introspección es cuando la persona se encuentra más cerca de alcanzar la sabiduría transmitida a través del equilibrio de los pensamientos, porque dejamos de pensar en los intereses de las apariencias y penetramos en la verdadera y honda condición de la vida humana. Para ello es necesario el equilibrio entre nosotros y todo lo demás: la contemporización de ver lo que hay de valioso en cada humano y ofrecerse las oportunidades necesarias para empatizar con las verdades no prejuiciosas y las realidades exentas de análisis condicionantes previos. Es importante aprender a vivir los propósitos del conocimiento desligado de cualquier tensión o pasión discordante. Cuando somos un "cuadro en blanco" es cuando podemos interpretar la trascendencia de nuestra personalidad propia tamizada por los contrastes con todo lo externo a nosotros.
 
Siempre estamos creciendo... pero para que ese crecimiento sea valioso no debemos perder el equilibrio de nuestros pensamientos para encontrar la evolución que nos formatiza como emulsores de personalidad. Lo que sea que hagamos en este sentido siempre será una acumulación de experiencias positivas de las cuales obtenemos resultados de sabiduría con ciertos niveles (más o menos elevados según hallan sido las trascendencias obtenidas con tales experiencias), pero siempre debemos ir graduando con naturalidad nuestra maduración psíquica. Somos nosotros mismos quienes obtenemos el equilibrio natural de nuestros pensamientos cuando podemos ver las cosas no sólo desde nuestro propio punto de vista (lo cual es ya importante) y con las ideas a las que nos hemos acostumbrado, sino también desde todos los lados posibles... porque el pensamiento de un solo lado no tiene equilibrio en sí mismo.
 
Yo creo, como señalan los sufíes, que la conciencia está libre del cuerpo y de su confinamiento físico. Cuando liberamos equitativamente la conciencia de nuestro cuerpo físico hemos llegado a lo más alto de nuestra propia experimentación personal. Eso es encontrar el equilibrio de nuestros pensamientos. No hablo de sentimientos profundos del corazón ni de éxtasis espiritual, porque lo que hace iluminada a una persona es el equilibrio de haber aprendido a conocerse a sí misma en el contexto general y natural de la existencia. La vida está siempre en continuo movimiento y por eso yo creo que la búsqueda de la perfección relativa (toda perfección es siempre relativa y depende de factores muy subjetivos) no es la quietud ni la inercia sino la evolución natural de nuestro equilibrio interno; eso que nos lleva a la actividad evolutiva a través de la percepción de las cosas y de la concepción de las mismas. Porque el equilibrio debe ser lo natural y ese hallazgo depende de la dirección que tome nuestro pensamiento. Todo lo de afuera debe depender de nuestra estado interior y no a la viceversa ya que si nuestra interioridad depende de lo externo estamos mediatizados y alienados con visiones ajenas a nuestro propio pensamiento. Lo que importa en la libre dirección de nuestras vidas es el equilibrio natural. Lo que nos da seguridad. Lo que algunos llaman personalidad.
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