Buen gusto al follar
Publicado en Oct 20, 2016
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En el sexo todo se vale, pero la primera impresión sí puede determinar el futuro de una relación (aunque no sea amorosa) ¿Cuáles son las cosas que más fastidian la hora del arrumaco y de las que uno debe cuidarse? Acciones o situaciones que pueden hacer de ese primer encuentro sexual con aquella persona tan deseada una gran decepción; bueno pues preguntando por aquí y por allá recopilé algunas que he redactado en forma de pequeñas historias basadas en las anécdotas que me parecieron más notables, escatológicas o divertidas.
 
Noche de amor friki
La historia es simple; un chico embelesado desde hace meses con una chica, un día se encuentra con ella en una reunión de la escuela, por supuesto hay alcohol mucho alcohol. Ella se emborracha y le ofrece al susodicho ir a un hotel a pasar la noche, por supuesto trémulo de la emoción se frota las manos: ¡Va a pasar la noche con su crush! Saca la cartera y como buen estudiante la encuentra casi vacía entonces le llama a su hermana mayor y le pide dinero para una emergencia, la hermana supone qué tipo de emergencia, se compadece de él y le hace un depósito exprés a una cuenta que solo tiene dinero los días que le pagan su beca. Sin más preámbulo llegan al hotel y comienza el deleite de las caricias con el plus de que se trata de las primeras entre este par, esas caricias que saben a gloria cuando estás con un cuerpo desconocido, cuando llega el momento de ponerse en cueros él que sueña con un par de pechos redondos y rematados por un pezón perfecto se encuentra con algo que jamás había visto; dos mangueras en lugar de pezones, es decir son pezones, pero su forma es totalmente extraña, sobresalen del cuerpo como si se tratará de dos pequeñas lombrices (así lo describe) que se mueven con vida propia, ella le pide que los bese y él no sabe cómo negarse, consumido por la repulsión posa sus labios sobre ellos y se obliga a pensar en otra cosa, en algo que le guste, en aquellos dulces deliciosos que le encantan: “Peaks” se imagina estar comiéndolos mientras escucha los gemidos de la chica, se siente aliviado y piensa que por lo menos lo está haciendo bien, repentinamente ella se endereza movida por una especie de espasmo y él cada vez más satisfecho seguro de que la está llevando al Nirvana del placer, no termina de cavilar cuando se da cuenta que ella le ha vomitado encima, tal vez por cosas como ésta dicen que no es bueno follar borracho. Nadie en la escuela supo por qué se le enfrió la pasión por su crush y menos por qué aquellos dulces que tanto le gustaban ahora lo hacen vomitar.
 
Una sorpresita bajo el pantalón
Erase una vivaz y desparpajada chica que conoció en una galería a un interesante, guapo y risueño caballero, hasta ahí todo bien. Como la química entre ambos fue estupenda decidieron repetir y se citaron para un encuentro más cercano en un hotel de Calzada de Tlalpan sitio puramente circunstancial pues por esos rumbos casi ni existen de estos locales de cinco letras. La excitación de ella era enorme y solo deseaba comerlo todito de un solo bocado, pero ¡Zastre! Lo que parecía un apetecible y hermoso pene debajo del pantalón, resultó una especie de bola extraña parecida al obispo, embutido que se vende por los rumbos de Toluca, como ella era buena gente y hasta eso bien educada no se atrevió a confesarle su horror y buscó una forma decorosa de zafarse de semejante entuerto entonces fingió un repentino malestar estomacal que cada vez se hizo más fuerte, se encerró en el baño, se empapó con agua la frente y corrió el rímel alrededor de sus ojos hasta parecer un mapache, un mapache muy enfermo y así causar el efecto deseado: compasión en su amante quien visiblemente preocupado le dijo que antes que el sexo era más importante su salud y mejor la llevaría a su casa al fin y al cabo tendrían muchas otras ocasiones para “rechinar el catre”, por supuesto eso nunca sucedió, pero la chica salió airosa de ese complicado momento y conservó la amistad del guapo que además era tan buena persona y muy considerado. Tan, tan.
 
El olor a sope
Imaginen la escena: el hombre lúbrico y excitado llega con una compañera de trabajo que por fin se animó a ligar, a la habitación de un hotel bastante nais, empiezan a sacarse la ropa y él está firme y tieso; la mujer, sexy y entrona se levanta la falda y deja al descubierto sus pantimedias, la blusa camisera a medio abotonar y un sugerente bra comprado en La Perla; poco a poco las manos de él resbalan sobre unos muslos toscos, pero macizos que acrecientan su excitación, siente que algo va a estallar debajo de su pantalón y se prepara para el embate; coloca su nariz justo en el arco de la axila de la bella y aspira suavemente esperando encontrar un néctar delicioso que le revele su esencia antes de descender al triángulo divino, pero su olfato se topa con un olor a sudor seco, penetrante y rancio que le trae a la memoria el mercado de la Merced, peor aún el recuerdo de su tío Valentín ese que cuando niño lo estrechaba contra su pecho al punto de hacerlo vomitar. Literalmente el pene se le desinfla y en lugar de una velada prometedora solo queda el deseo de huir. Se viste rápido y sin más escapa, no tiene el valor de decirle que su peste lo ha enfriado y que tal vez nunca recupere su gusto por las mujeres.  
 
Místicos y en trance
Claro que en el sexo todo vale, mientras sea consensuado y no letal (o bueno dejémoslo solo en consensuado) pero cada uno fija sus límites y no siempre estamos dispuestos a soslayarlos, por eso esta historia es extraña como la vida misma. Una pareja de artistas, ambos con ideas poco ortodoxas acerca del placer acuerdan su primer encuentro sexual en la vetusta y destartalada casona que era de la abuela de él, en un cuarto lleno de telarañas y con el techo semiderrumbado se ubica la cama cubierta por una adorable manta de encaje y aderezada con pedazos de vidrio, ella objeta sobre el daño que puede causarles, pero él insiste en que será una experiencia única.  Teatralmente (porque así son ellos) empieza el intercambio de besos, caricias y fluidos, él posa la espalda sobre el lecho y los vidrios se hunden en su carne dejando pequeñas machas rojas por aquí y por allá, ella lo besa desenfrenada con la lengua dentro de su garganta y se da cuenta que convulsiona y se mueve como si una fuerza tremenda lo fuera a elevar, piensa en Lestat el vampiro y sus romances de sangre, piensa en las muchas veces que han hablado sobre alcanzar un estado místico a través del sexo y agradece el momento, casi llega al orgasmo cuando se percata que él se ve muy azul y sus ojos parecen los de un zombi. Fue providencial que la casa estuviera al lado de un sanatorio pues en la aventura mística él olvidó decirle que era terriblemente alérgico a los cacahuates y en el intercambio de besos la saliva de ella iba plagada de fragmentos de esta deliciosa botana, llegar a la casona le tomó más de una hora entre metro y camión y lo que más se vende en el transporte público justamente son los cacahuates. Después de todo la experiencia les mostró que juntos toleraban bastante bien aquello de en las buenas y en la malas y tiempo después se casaron. Ahora ella solo come pepitas.
 
La basura de otros es un tesoro para mí (pero no es para tanto)
Cuando el joven futbolista vio a la dama elegante y emperifollada que estaba sentada en la primera fila junto al entrenador pensó que era su esposa luego se enteró que no justo cuando ella se acercó a saludarlo y le dijo que estaba ahí solo por casualidad acompañando a su amiga que sí era esposa del citado entrenador. Aunque joven no era ingenuo como para no darse cuenta que la hermosa mujer lo miraba con gran antojo, sin rodeos le dijo que tenía unas nalgas hermosas y acariciables, él se ruborizó doble por el cumplido y porque empezaba a notarse su erección, así que se retiró al vestidor diciendo que enseguida regresaba y con el anhelo de que ella fuera tan audaz como para seguirlo. Su deseo se cumplió y en cuestión de unos minutos ambos se encerraron en el vestidor, inyectados por la adrenalina que sentían ante la posibilidad de ser descubiertos. Él le pidió una pausa para enjuagarse el sudor pues supuso que a una mujer tan pulcra y perfecta en su arreglo podría desagradarle el olor a sobaco, pero no, ella le rogó que se quedara tal cual y lo desnudó mientras recogía con la lengua cada gota de transpiración de su cuerpo, por todos los rincones se deslizaba su lengua intrépida, él sintió un placer incomparable cuando ella descendió hasta su entrepierna y se entretuvo un rato con su miembro y casi a punto del éxtasis le pidió que se volteara para hacerle un beso negro, esa práctica que implica un estómago fuerte y que a muchos les parece repulsiva. Con bastante renuencia la dejó pues hacer lo suyo no podía negar que se sentía muy bien esa caricia, tan suave, tan relajante, ¿Relajante? Sí, en efecto ¿Qué pasa cuando los músculos anales se relajan? Justamente eso que están pensando sale el “premio mayor” y en este caso muy mayor después de unos buenos tacos por la mañana. El joven futbolista pensó ─Ya la cagué- literalmente eso pasó pues sin decir nada la hermosa dama se alejó hacía las duchas para enjuagarse la cara, luego salió del vestidor pensando en ese popular dicho “El que con niños se acuesta amanece cagado.” Nunca más volvió acompañar a su amiga a visitar a su marido en horas de entrenamiento.
 
Al tema del sexo le van mal las moralejas y las moralinas, por eso cuando recuerden sus propias experiencias sexuales “desastrosas” mejor diviértanse y si pueden me las cuentan.
 
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Foto del autor Laura Vegocco
Textos Publicados: 41
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Descripción

Crear una expectativa siempre encierra la posibilidad de una decepción, esto aplica también para el sexo, aunque esa decepción puede tener su lado divertido e incluso didáctico.

Palabras Clave: Sexo atracción naturaleza humana complejos prejuicios didáctico concupiscente.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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