Literatura deportiva (Ensayo) Capítulo 10: Edad Media en España.
Publicado en Sep 24, 2016
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Tratamos ahora el tema de la literatura deportiva en España según Manuel Hernández Vázquez. En el periodo cristiano primitivo, la península Ibérica, cultural y políticamente fue una parte importante del Imperio Romano; exportaba cereales, frutas y minerales, y proporcionaba reclutas para las legiones, expertos funcionarios, agitadores y tutores para educar a la juventud romana. La coyuntura social en la época de Isidoro de Sevilla (562-636), es básicamente consecuencia del dominio del cristianismo que lo impregna todo. En la alta Edad Media, por el norte los cántabros y vascones siguen constituyendo unos núcleos cerrados sin apenas relaciones con los otros pueblos de la península, excepto en acciones bélicas. Hispanorromanos y germanos ocupan y controlan el resto del país; a su lado conviven grupos importantes de la comunidad judía y el levante y el sur está controlado por los bizantinos desde Atanagildo, que controlaba todo el nordeste, y la tarraconensis, incluida las Baleares y Cartagena, hasta el sur con ciudades tan importantes como Málaga, Córdoba y Sevilla que se convirtieron en centros bizantinos al menos un siglo más. La Iglesia, a partir del 527, con el objetivo de formar a los clérigos y sobre todo a los obispos, crea las escuelas episcopales. En el Concilio IV Toledano, presidido por Isidoro en 633, se establece la obligación de los obispos de crear escuelas episcopales en sus sedes. Aunque los visigodos asumieron e incorporaron aspectos importantes de la cultura romana, en el caso de los juegos y las diversiones en la península Ibérica, como los juegos de circo, las termas y las representaciones teatrales, van decayendo fundamentalmente a la vez que desaparece la vida urbana. Si a eso se le suma el peso de la moral cristiana, tenemos todos los ingredientes causantes de que en poco tiempo todas estas actividades desaparecieran totalmente aunque se mantuvieran algo más de tiempo que en otras partes del Occidente romano debido: 1) a la alta romanización de a península ibérica; 2) el que los visigodos fueran asimismo uno de los pueblos más romanizados, y 3) el Imperio Bizantino se mantuvo, en gran parte de la península, un siglo más que en el resto del Imperio Romano”. Así, para Isidoro de Sevilla (tan fanático refractario y retrógado como lo fue San Ambrosio) los juegos circenses "sirven al culto del demonio". Concretamente, en el caso de los juegos de anfiteatro y circo se unen dos aspectos que causan su declive: el económico, ya que no se puede soportar el gran coste que supone importar las fieras de Oriente y el religioso, impuesto por la iglesia católica. Pasado el siglo VI no se vuelven a organizar más juegos. También las termas tuvieron sus limitaciones, debido a reparos que la propia iglesia imponía a su uso, ya que tradicionalmente se utilizaron como pretexto de conocimientos amorosos. 
 
Isidoro de Sevilla, principal culpable del retraso de España en cuanto a la práctica de los deportes relacionado con el resto de Europa occidental, fue enciclopedista, historiador, poeta, filósofo, sabio y santo y dicen que fue una de las mentes más preclaras de Europa. Al igual que la mayoría de los grandes escritores de la época, Isidoro es de origen hispano-bizantino. Uno de los logros conseguidos rápidamente por los visigodos fue la fusión de romanos, antiguos iberos, cartagineses, celtas, vándalos y godos en un sólo pueblo hispano. La causa principal de este hecho fue que ya antes de la invasión, los visigodos eran uno de los pueblos más romanizados de la Edad Media y adoptaron según nos cuenta Isidoro, los trajes y costumbres de la Hispania bizantina. Isidoro, a pesar de su pensamiento ortodoxo cristiano, es uno de los pocos autores que, en su obra de las Etimologías, se introduce en el mundo antiguo liberando los temores por los riesgos que según la doctrina cristiana conlleva la cultura profana. A pesar de todo se mantuvo la prohibición de que los monjes pudieran leer los libros paganos, basándose toda la formación en la Biblia y en autores cristianos reconocidos por la iglesia. La depuración de los libros que podían causar problemas a la vida espiritual cristiana, la hicieron los grandes pensadores como Jerónimo, Agustín, Boecio y Casiodoro.
 
Isidoro, afronta su obra tomando como baza los libros filtrados por estos escritores, esforzánodse en reconstruir el mundo antiguo. Poco a poco, sobre todo en los últimos años de su vida, Isidoro intuye el valor integrador de la cultura antigua y sintió la necesidad de ponerla en sintonía con las exigencias de su tiempo. Asimismo se esforzó por divulgar, aunque siempre a través del prisma cristiano, los grandes principios del saber, por lo que su obra se convierte en un intento enciclopédico que servirá de soporte a una cultura milenaria controlada en ese momento por la monarquía visigoda altamente romanizada y con una influencia decisiva del mundo bizantino de la época. Manuel Díaz y Díaz (1995) señala que las Etimologías vienen a ser la muestra de una especie de conversión isidoriana a la cultura profana. Con relación a las actividades relacionadas con los juegos y las diversiones públicas, en el libro V que trata de las leyes y los tiempos, nos habla de las Olimpiadas, diciendo que "entre los griegos comenzaron a celebrarse las Olimpiadas cerca de la ciudad griega de Elide, cuando los elios empezaron a disputar juegos y torneos quinquenales, dejando transcurrir entre ellos un lapso de cuatro años”. En el libro XV, que trata de los edificios y los campos, en el punto 2, apartado 30 nos dice: "Gimnasio designa, en general, el lugar donde se hace ejercicio. Sin embargo en Atenas, era el local donde se aprendía filosofía y se ejercitaba el estudio de la ciencia pues el griego llama gymnasion a lo que el latín dice "ejercicio", es decir meditación. Sin embargo en Atenas era el local donde se aprendía. Pero también los baños y los lugares en que se practican carreras y atletismo reciben el nombre de gimnasio", porque en ellos los hombres se ejercitan en la práctica de su arte”. Nos cuenta que los romanos creen que el nombre del circo tiene su origen en el circuito de los hipódromos, porque allí los caballos corren circum metas. A continuación nos cuenta que el anfiteatro está compuesto por dos teatros. Y es que el anfiteatro es redondo, mientras que el teatro es la mitad de un anfiteatro pues tiene forma semicircular. En cuanto a los baños nos viene a decir que se les da este nombre porque “alivian la tristeza, pues los griegos los llamaron balaneîos, porque quitan la ansiedad del espíritu. Se llaman también gimnasios porque allí los atletas se ejercitaban con el cuerpo ungido de aceite y bien friccionado”. En el libro XVIII, capítulo que nos habla acerca de la guerra y los juegos, y donde se habla de los espectáculos, Isidoro toma toda la información casi integramente y en algunos casos literalmente de la obra de Tertuliano "De Spectaculis"; también se recoge la parte donde nos habla sobre el anfiteatro del "apologeticum", del mismo autor. Isidoro nos dice, refiriéndose a los espectáculos: "A mi entender, se denominan espectáculos en su sentido más general a los placeres que por si mismos no manchan, pero que pueden hacerlo por lo que allí se desarrolla. Se les llama " espectacula " porque están abiertos a la espectación de los hombres. Se les denomina también ludicra porque se desarrollan en los juegos (ludus) o escenarios. El origen de los juegos, según cuentan es el siguiente: los lidios, conducidos por Tirreno, obligado a ceder por la fuerza el reino a su hermano, se asentaron en Etruria procedentes de Asia. Ya en Etruria, entre ritos propios de sus supersticiones, instituyeron también espectáculos en nombre de la religión. De allí los romanos hicieron venir actores oriundos de aquella tierra; y derivándolo del nombre de los lidios acuñaron el vocablo Ludi (juego); no obstante, Varrón afirma que ludi deriva de Lusus (divertimiento) porque los jóvenes acostumbran a divertir al pueblo con la alegría del juego durante los días de fiesta. Por esto, el juego de los jóvenes se pone en relación con los días festivos, con los templos y con las creencias religiosas. No voy añadir nada más sobre el origen de este vocablo, pues su raíz es la idolatría. Estos juegos (ludi) reciben, indistintamente, también el nombre de liberalia, por celebrarse en honor de Liber pater. Por este motivo hay que considerar la maldad de su origen, para que no vayas a dar por bueno lo que tuvo su origen en el mal. Los juegos pueden ser gimnásticos, circenses, gladiatorios o escénicos. Dado el tratamiento que da Isidoro a los juegos, podemos considerar su obra, como el texto más completo de la Alta Edad Media y que refleja de alguna forma lo que aún quedaban de los juegos romanos, en la Hispania visigoda. Aunque, como ya hemos dicho, Isidoro recogió casi toda la información que nos transmite de Tertuliano, no nos cabe la menor duda que en su época, la mayoría de las instalaciones deportivas estaban en pie y gracias a la influencia bizantina, muchos de los juegos, al menos durante el tiempo que duró su permanencia en la península (un siglo más), se mantuvieron vigentes. Cuando Isidoro, recomienda a los buenos cristianos que no asistan a estos espectáculos, es señal que al menos, alguno de ellos aún se seguían practicando”. Sigue diciendo: "El juego gimnástico consiste en la velocidad y el motivo de gloría para los hombres. El lugar donde se practica se llama gimnasio. Allí ejercitan los atletas y se pone a prueba la velocidad de los corredores. A partir de esta concepción se aplica el nombre de gimnasio a los lugares donde se ejercitan todas las artes. Antiguamente, los que competían en estos lugares se ceñían sus vestiduras con el fin de no verse desnudos. En cierta ocasión, un corredor, al que se le había desatado el cinturón, cayó repentinamente a tierra y murió asfixiado. Por ello el arconte Hipomenes permitió, mediante decreto, que desde entonces se ejercitasen todos desnudos. Y de ahí le viene su nombre al gimnasio, porque en el deporte los jóvenes se entrenan desnudos, cubriendo únicamente las parte pudendas”.
 
Isidoro, a continuación, describe de forma somera las distintas clases de juegos gimnásticos. Nos dice que hay cinco clases diferentes de juegos gimnásticos, a saber: salto, carrera, lanzamiento, fuerza y lucha. El número lo explica diciendo que hubo un rey que tuvo cinco hijos a quienes ordenó que se disputasen el reino mediante la práctica de otras tantas clases de competiciones gimnásticas. Sobre el salto, nos dice que el nombre viene de saltus que es como lanzarse hacia lo alto (exilire in altum). También señala que el salto puede ser de altura o de longitud. La carrera (cursus) debe su denominación a la velocidad de piernas (crura), añadiendo después que la carrera consiste en la agilidad de los pies. El lanzamiento deriva de iacere (arrojar). Por eso a la red de los pescadores se la llama iaculum. A la práctica de este deporte pertenece el lanzar lo más lejos posible piedras levantadas a pulso, el arrojar lanzas de determinado peso y disparar flechas con el arco. La fuerza (Virtus) es la demostración de la enorme fortaleza en pruebas de trabajo y de peso. La lucha (luctatio) recibe su nombre de la acción de trabarse los costados, en los que se apoyan los luchadores, que en griego reciben el nombre de atletas. Textualmente escribe lo siguiente: “La palestra es el lugar donde se practica la lucha, nombre que según dicen, deriva de pâle, esto es combate o bien pâllein, es decir, movimiento de enorme ruina, precisamente porque la pelea, agarrándose por la cintura, se golpea violentamente y esto entre los griegos se dice pâllein. Hay quienes opinan que este tipo de lucha está imitado de los enfrentamientos entre los osos, pues son los únicos, entre las fieras, capaces de caminar erguidos, abalanzarse de pronto, retroceder, acometerse uno a otro con las manos y trabarse mutuamente como lo hacen los luchadores. Las competiciones son aquellas actividades que los latinos denominan certamina y son conocidas por los griegos como "agônes" por la cantidad de público que asistía a su celebración. Y es que a toda reunión y concentración de gente se denomina agon; otros opinan que se llaman agônes porque se celebran en lugares circulares o, por así decirlo, en agonios, esto es en lugare sin ángulos".
 
Los tipos de competiciones que existieron según Isidoro son: la potencia de las fuerzas, la rapidez en la carrera, la destreza en disparar la flecha, el tiempo que se aguanta permaneciendo en pie, la forma de moverse al son de la cítara o de la tibia; había también concursos sobre las costumbres personales, la belleza, el canto; se competía, igualmente, en la pericia en las peleas terrestres y los combates navales; y había, asimismo, certámenes en los que se demostraba el aguante de los suplicios. “Los juegos circenses fueron instituidos por motivos religiosos y para celebración de los dioses paganos. Por eso, los que asisten a ellos como espectadores se considera que con su presencia sirven al culto de los demonios. En efecto, antaño, el ejercicio ecuestre era estimado como algo sencillo, y siendo de uso común, no se veía en él malicia alguna; pero cuando su práctica natural se traslada a los juegos, se convirtió en culto a los demonios. Este tipo de competición está consagrado a Cástor y Pólux a quienes, según cuentan las historias, entregó Mercurio caballos. No obstante también Neptuno está relacionado con los juegos ecuestres: los griegos lo llaman híppios. Igualmente, Marte y Júpiter tienen caballos consagrados a ellos en los juegos, y ambos presiden las cuadrillas. Estos juegos se denominan circenses, por derivación del verbo circumire (correr alrededor) o porque en el lugar donde hoy se sitúa la meta, antaño se colocaban espadas en torno a las cuales daban la vuelta los caballos; en efecto, en la ribera, a la orilla de los ríos, practicaban carreras; y destreza ecuestre se demostraba haciendo girar al caballos en torno a esos obstáculos”.
 
En cuanto al circo, nos cuenta, que "estaba consagrado de manera especial por los paganos en honor del sol, cuyo templo es el espacio celeste y cuya efigie resplandece en lo alto de semejante templo; pues consideraron que no debía rendirse culto bajo techado a quien se encuentra en el espacio abierto. Se denomina circo toda la superficie que los caballos suelen rodear: circuire. Los romanos opinan que el circo se llama así por la vuelta (circuitos) que describen los caballos, debido a que los caballos corren en él en torno a las metas. Los griegos, por su parte, aseguran que el nombre deriva de Circe, la hija del sol, quien instituyó este tipo de competición en honor de su padre y argumentaban que de ella proviene el nombre de circo. Circe fue una maga, hechicera y sacerdotisa de los demonios: en la práctica circense se reconocen las obras de las artes mágicas y el culto de la idolatría. Los ornamentos del circo son: los huevos, la meta, el obelisco y las cárceles. Los huevos se utilizan en honor de Cástor y Pólux, quienes no se avergonzaban de creer que habían nacido de un huevo de cisne, animal en que se había transformado Júpiter. Los romanos imaginan que los juegos circenses hacen referencia a los orígenes del mundo, para justificar con esta interpretación las supersticiones de sus vanas ciencias. Con el vocablo meta pretenden designar el término y fin de un espacio, porque lo que se ha medido por completo tiene en ese punto su final; o quizá sirvan de testimonio al nacimiento y puesta del sol".
 
El siguiente aspecto que describe Isidoro es el del obelisco: "se cuenta que Mesfres, rey de Egipto fue el primero que erigió un obelisco y el motivo fue el que sigue: habiendo causado en cierta ocasión el Nilo grandes daños a Egipto en el curso de una violenta inundación, este rey indignado y como para imponerle un castigo al río, lanzó una flecha contra sus aguas. Poco tiempo después, atacado por una grave enfermedad, perdió la vista. Después de permanecer ciego durante algún tiempo, recuperó la visión de sus ojos y por ello consagró al sol dos obeliscos. En efecto obeliscus significa flecha. Y se coloca precisamente en el centro del circo porque el sol cruza por el centro del firmamento. Ubicado a igual distancia de una y otra, el obelisco significa la altura y elevación del cielo, ya que el sol, en el decurso de las horas, en su recorrido de un punto a otro, va ascendiendo a la zona central. En lo alto del obelisco está colocado un adorno dorado que ofrece el aspecto de una llama, simbolizando el enorme calor y fuego del sol. En el circo el lugar donde toman la salida los caballos se denomina "cárcel" por el mismo motivo que se da también el nombre de carcer a la que existe en la ciudad. En efecto, del mismo modo que en esta se encuentran los hombres condenados y detenidos, así en la otra se mantienen encerrados los caballos, para que no tomen la salida antes de que se de la señal. El arte del circo reside en el auriga y la carrera, los jinetes y los corredores. En su sentido propio se denomina así al auriga porque conduce y guía su carro; o porque golpea a los caballos que van uncidos, ya que aurire es lo mismo que ferire, como se ve en Virgilio (Eneida): " hiere su descubierto costado". Al auriga se le conoce también con el nombre de agitator, es decir, fustigador, derivado de agere (conducir). Dos son los colores de los aurigas, con los que manifiestan sus creencias idolátricas: el color verde, dedicado por los paganos a la tierra, y el color azul, consagrado al cielo y al mar. En cuanto a las cuadrigas se cuenta que Erictonio, que reinó sobre Atenas, fue el primero que unció cuatro caballos juntos. Así lo afirma Virgilio cuando dice (Geórgicas): " Erictonio fue el primero que osó uncir cuatro caballos a un carro y resultar así vencedor sobre sus veloces ruedas. Fue hijo de Minerva y de Vulcano; producto, según narran las fábulas, del placer de un dios derramado por tierra. Portento demoníaco, o más todavía, demonio auténtico, fue el primero que consagró el carro a la diosa Juno. Semejante inventor tuvieron las cuadrigas. El nombre de carro deriva de curru, que significa de carrera (cursus); o quizá de que parece tener ruedas. De ahí que se diga también carrus en el sentido de currus. El carro de la cuadriga estaba antaño dotado de un doble timón fijo y todos los caballos se uncían a un mismo yugo. Clístenes de Sición fue el primero que unció únicamente a los dos del centro, mientras que los de los extremos iban unidos a los centrales mediante unas simples correas. A estos los griegos los denominan seiraphóroi, y los latinos, funales, por el tipo de cuerdas con que primeramente se ataban. Por el número de caballos y su yugo se conocen como cuadrigas, bigas, trigas y seyugas. De ellas las cuadrigas fueron consagradas al sol; las bigas a la luna; las trigas a los infiernos; las seyugas, a Júpiter; y los desultores (los que saltaban de un caballo a otro), a Lucifer y Héspero. Relacionan la cuadriga con el sol, porque éste desarrolla su curso a lo largo de las cuatro estaciones del año: primavera, verano, otoño e invierno. Las vigas están consagradas a la luna, porque compite con el sol en doble carrera; o bien porque se ve de día y de noche; y así uncen un caballo negro y otro blanco. Las trigas están dedicadas a los dioses de los infiernos, porque estos van atrayendo hacia ellos a los hombres al través de sus tres edades, es decir, la infancia, la juventud y la vejez. La seyuga, el mayor de los carros que compiten, está consagrada a Júpiter porque que creen que también él es el mayor de los dioses. Siete son las vueltas que las cuádrigas dan a la pista, haciendo con ello referencia al curso de las siete estrellas por las que, dicen, se rige el mundo; o bien al curso de los siete días presentes, concluidos los cuales se llega al término de la vida, cuyo final es la línea de meta, es decir el juicio. Los jinetes corren cada uno por separado, del mismo modo que cada uno de nosotros sigue y corre la carrera de esta vida, siguiéndonos unos a otros a diferentes tiempos, aunque todos por el mismo camino de vida mortal hasta llegar a la meta propia de la muerte. Se denominan desultores porque antaño, a medida que iban llegando al final de la carrera, saltaban del caballo y echaban a correr; o saltaban de un caballo a otro. Los corredores pedestres se llaman así porque corren a pie, pues así se corre hacia la muerte. Por idéntico motivo corren de la parte superior a la inferior; es decir, de oriente a occidente, porque los mortales nacen y mueren. Corren desnudos, debido a que el hombre no se lleva nada de este mundo. Corren, en fin, en línea recta, porque entre la vida y la muerte la distancia es mínima. Pero imaginan estas interpretaciones porque tratan de dar una explicación a sus vanas creencias y a sus sacrilegios. Fijándose en las causas de los elementos, los gentiles trataron también de hacer concordar los colores de los caballos. En este sentido, pusieron los de color alazán en relación con el sol, es decir, con el fuego; los blancos con el aire; los verdes, con la tierra; los azules, con el mar. Del mismo modo establecieron que los alazanos corrieran en verano, por ser del color del fuego y amarillear todo en esa época del año. Los blancos correrían en invierno, porque es una estación glacial y todo blanquea por los fríos. Los verdinos, en primavera, con su verde color, porque entonces el pámpano toma cuerpo. Siguiendo idéntico criterio, la carrera de los alazanos fue consagrada a Marte, de quien provienen los romanos; y esto lo hicieron porque los estandartes de los romanos están teñidos de escarlata; o porque Marte siente placer con la sangre. Los blancos están consagrados a los céfiros y a los vientos tranquilos; los verdes, a las flores y a la tierra; los azules, a las aguas o al aire, que son de color cerúleo; los rojizos, es decir, los de color azafranado, al fuego y al sol; los purpúreos, al arco que llamamos iris porque éste presenta esa forma. Y así, en este espectáculo, al estar los caballos consagrados a los cultos de los dioses y a los elementos del mundo, aprenden sin duda alguna a rendir veneración a esos mismos dioses y a esos mismos elementos. Por eso debes darte cuenta, cristiano, de que inmundas divinidades son las dueñas del circo. Por eso debe serte ajeno ese lugar que ocuparon numerosos espíritus de Satanás, pues todo él está repleto del diablo y de sus ángeles.
 
Y sigue con sus fieros ataques contra los deportes y los juegos: "El anfiteatro es un lugar propio para espectáculos en que combaten gladiadores. De ahí que se llame también "Juego gladiatorio", porque en él los jóvenes aprenden el uso de las armas con las más variadas fintas, unas veces contendiendo entre sí con espadas o a puñetazos, otras veces enfrentándose a animales salvajes. Y se entregan a estas fieras competiciones movidos no por el odio, sino por el atractivo de un premio. El anfiteatro debe su nombre a que está formado por dos teatros. En efecto, el anfiteatro es redondo, en tanto que el teatro está formado por medio anfiteatro, presentando una figura semicircular. Múltiples son los tipos de juegos gladiatorios; el primero es el ecuestre. Precedidos por estandarte militares, hacían su aparición dos jinetes, uno por la parte oriental y el otro por la occidental, a lomos de blancos caballos y pertrechados con pequeños cascos dorados y armas muy apropiadas. Con atroz perseverancia, cada uno según su valor, iniciaba la pelea, combatiendo hasta lograr la muerte del contrario; el que sucumbía se hacía acreedor a la desgracia, mientras su matador obtenía la gloría. Este ejercicio militar se efectuaba en honor de Marte, dios de la guerra. El reciario era una clase de combatiente. En el juego gladiatorio se dirigía contra su adversario pertrechado ocultamente con una red, denominada iaculum, para atrapar con ella a su contrincante mientras le acosaba con su arma, y una vez que lo tuviera envuelto en ella, poder vencerlo por la fuerza. Este tipo de combate se realizaba en honor de Neptuno, a causa del tridente. La lucha se llevaba a cabo entre un gladiador armado con tridente y otro que se cubría con un escudo, para defenderse del tridente, y llevaba una red con la que trataba de atrapar a su adversario. Hay noticias acerca de combates múltiples, es decir, de cinco contra cinco gladiadores al mismo tiempo. Se llama secutor al que persigue al reciario. Iba provisto de una espada y una maza de plomo, para rechazar la red de su adversario e imponerse a éste antes de verse envuelto en la red. Este tipo de combate estaba consagrado a Vulcano, pues el fuego siempre persigue; de manera que se empareja perfectamente con el reciario, ya que el fuego y el agua siempre son enemigos entre sí. El combate de los laquearios consistía en hacer caer, persiguiéndolos y trabándolos con un lazo que les arrojaban, a hombres que huían durante el desarrollo del juego y que se protegían con un escudo de piel. La lucha de los velites consistía en lanzarse dardos desde un campo al otro. Su combate era muy variado y resultaba más grato que ningún otro al público espectador. En cuanto a los velites, recibían este nombre derivado de volitatio (volteo); o quizá de una ciudad de los etruscos llamada Veles. El combate con fieras consistía en que los jóvenes aguardaban a pie firme bestias salvajes que les soltaban y contra las que peleaban; y se exponían voluntariamente a la muerte, no por haber cometido crimen alguno, sino por valentía. Estos espectáculos de crueldad y la contemplación de estas vanidades fueron establecidas no sólo por la mala inclinación de los hombres, sino además por orden de los demonios. Por semejantes motivos no debe el cristiano tener relación alguna con la locura circense, con la liviandad del teatro, con la crueldad del anfiteatro, con el sanguinario espectáculo de la arena ni con la lujuria de los juegos. Pues el que asiste a semejantes espectáculos niega a dios; y prevarica de su fe el que de nuevo siente la atracción de lo que renunció en el bautismo, es decir, el diablo, sus pompas y sus obras".
 
Por supuesto qu toda esta exagerada fobia contra los juegos y los deportes nos hace descubrir que Isidoro de Sevilla, como sucedíó con Ambrosio en la Antigüedad, era una persona con pensamiento reaccionario y caduco, que mientras acusaba a los juegos y el deporte físico como cuestiones diabólicas bien se preocupaba de no citar para nada las fiestas que organizaban los Papas en donde, por supuesto y a escondidas de los pueblos, se incluían bailes masculinos y danzas femeninas para su solaz apetito carnal. Luego todo esta persecución contra los deportes, de pensamiento completamente carca, tenía como origen la tremenda hipocresía de la religión en aquella época medieval. 
 
Sin embargo, el Rey Alfonso X el Sabio, no sólo era un gran aficionado a los deportes medievales sino que, en cuanto a los juegos, escribió un libro llamado, asimismo, "Libros de los Juegos" o también "Libro del axedrez, dados e tablas", que es el tratado de ajedrez más antiguo que se conserva en Europa y consta de 98 páginas ilustradas con numerosas miniaturas que muestran las posiciones de los juegos. Es uno de los documentos más importantes para la investigación de los juegos de mesa. El único original conocido se encuentra en la biblioteca del Monasterio de El Escorial. Una copia de 1334 se conserva en la biblioteca de la Real Academia de la Historia. Documenta el estado y las reglas del ajedrez en la época en que se introduce en los reinos cristianos procedente del islam. El ajedrez del siglo XIII es distinto al moderno, surgido de la revolución que supuso el ajedrez a la rabiosa en el siglo XV tal como refleja Luis Ramírez de Lucena en su tratado de época renacentistas "Repetición de amores y arte de ajedrez" renacentista (Salamanca, 1497). Básicamente se trataba de un juego más lento, con menos posibilidades de obtener una victoria por jaque mate y cuyos tratados didácticos (como el del rey sabio) daban mucha importancia a la resolución de imaginativos problemas ajedrecísticos.
 
Investigando en los textos medievales españoles, encontramos citas sobre deportes y juegos en "El poema del Mío Cid" (anónimo), en "El Libro de Alexandre" (de Gonzalo de Berceo) y en "Coplas a la muerte de su padre" (de Jorge Manrique). Otro deporte muy practicado durante el medievo y que tiene documentación literaria era la caza, que era una de los entretenimientos más favoritos de los nobles. A los plebeyos y a los criados se les prohibía practicarlo. El Infante Don Juan Manuel nos habla de ello en "El libro de la caza" y en "El libro de los estados". Volviendo con el rey Alfonso X el Sabio, en la primera partida de su tratado titulado "El código de las siete partidas" nos habla de las normas de la caza que pueden utilizar los clérigos (que no son todas las que pueden utilizar los nobles) y cazar y pescar sin aves. en la tercera partida nos dice que el rey debe ser mañoso en cazas. Otros textos con referencias a deportes y juegos son, por citar ejemplos muy conocidos, el "Romancero viejo", el "Romancero de la Infantina", el "Romance del conde Arnaldo", el "Romancero de la venganza de Mudarra", el "Romance de la linda Alba".
 
Posteriormente, Melchor Gaspar de Jovellanos escribe "Origen general de las diversiones y espectáculos de España" en donde cita a Juan II y a Enrique IV como reyes que impulsaron estas actividades. Otro deporte de la Edad Media española era la lucha. Rodrigo Caro (poeta del siglo XVII) nos dice que la lucha es tan antigua como el hombre y que en Grecia y en otras partes del mundo hubo maestros asalariados que enseñaban al público el arte o el deporte de la lucha, subrayando que también existían lugares en los que se enseñaba este deporte y que se conocían con el nombre de gimnasios, donde habitualmente se luchaba desnudo y con el cuerpo untado en aceite y polvo. Garcilaso de la Vega llamaba a la lucha con el nombre de polvorosa. En "El Libro del Buen Amor", escrito por el Arcipreste de Hita, el autor nos habla del deporte de la lucha. En la Edad Media española se practicaban las carreras, juegos de pelota y de bola y se sabía que para los juegos de bola se necesitaba destreza y fuerza. A partir del siglo XIV la nobleza y el pueblo se aficionaron a los naipes.  
 
Dejando a Hernández Vázquez, consulto un ensayo escrito por Isidoro Arroyo Álvarez (de la Universidad Rey Don Juan Carlos) y Francisco García García (de la Universidad Complutense de Madrid): Nos hemos fijado en el "Poema del Mío Cid" (1140), por tratarse de una cumbre de la literatura española y universal, por ser el cantar de gesta en el que aparecen, por primera vez, las voces "deportar y deportarse". La voz deportar se refiere a deportarse que, según el Diccionario de Autoridades de la RAE tiene el significado de "Divertirse, espaciarse, solazarse. Tiene poco uso, y viene del nombre Deporte". Etimológicamente deporte significa "Diversión, holgura, pasatiempo". Es compuesto de la preposición De, y la voz Porte.
La palabra épica, etimológicamente procede del "epos" griego que significa palabra, por tanto "epea", su plural significa palabras, es decir relato. Tanto la épica clásica como la medieval, donde se incluye el "Poema del Mío Cid", cuentan y relatan gestas, acciones encarnadas en sus héroes que son los que vencen los obstáculos para ganar. Por tanto, si son acciones, implican movimiento, lo mismo que acontece en el relato de las crónicas deportivas de fútbol. Las crónicas deportivas reproducen, cuando se trata del enfrentamiento entre dos selecciones nacionales o dos grandes equipos, el mismo esquema que preside los cantos épicos de la "Ilíada", la "Odisea", la "Chanson de Roland" o el "Poema del Mío Cid. Siempre hay un enemigo a batir que representa el mal y un héroe que encarna todas las virtudes. 
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