Apareciste en medio de la nada,
como un ave con sus alas rotas,
pero con la esperanza de que las mismas
sean sanadas con ternura, con ese néctar
que llamamos amor...
 
Apareciste cuando mis sueños estaban grises,
cuando no pretendía enamorarme de nadie,
porque ya nadie lo hace,
porque todos los humanos fingen hacerlo,
porque el mundo lamentablemente ha perdido su magia.
 
Apareciste cuando mi corazón había hecho una gran pausa,
cuando mi pasión era un volcán pasivo, 
esperando la chispa correcta que lo vuelva a encender.
 
Apareciste con esa mirada inocente y a la vez intrigante,
esa combinación perfecta que nos envuelve en ese mar
de tentaciones, de ilusiones.
 
Apareciste con esas mismas ganas de hallar un motivo,
una inspiración que te ayude a pincelar un nuevo horizonte,
que nutra la savia de tu vida.
 
Apareciste con esa luz en el corazón, tan transparente,
tan radiante, que lentamente se fue convirtiendo en la cura
de mis heridas, de mis sueños tronchados.
 
Apareciste sin promesas, sin cartas sobre la mesa, 
sin armas para jugar. Solo una historia de desamor, de dolor.
 
Apareciste y tu silueta me recordó la dulzura de mis primeros besos,
la pureza que entregamos en esa inicial vez...
Tampoco prometí nada, me dejé llevar por esa chispa que me hizo renacer, que me hizo volver a creer.
 
Junto a ti el tiempo se detiene, eres la fórmula perfecta de paz, ternura y pasión.
No sé como llamarle a nuestra historia, pero mientras dure procuraré
enamorarte más y más, usaré como hechizo mi veracidad y como pócima la esencia de mi ser.
 
Tal vez formemos ese océano de armonía que en el fondo anhelamos, tal vez sea nuestra mejor historia de amor o tal vez solo el encuentro de dos almas que sin querer se fusionaron en un solo latir.