Los perros tienen solo un defecto
Publicado en Jul 03, 2015
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“Los perros tienen solo un defecto, ellos creen en los hombres”.
 
Despertó con un poco de frio, como siempre. Estirándose un poco, sintió su pierna entre las propias, y se relajó. Se volteó hacia su lado, le acarició la larga cabellera, un poco grasosa, y se enderezó. Comúnmente le daba profunda pereza levantarse. Este era un día muy, muy común.
Al pararse, le dio un poco de trabajo darse cuenta que Thor no estaba. Generalmente amanecía o a sus pies, o en su cabeza, pero esta mañana no apareció junto a él. Seguramente, pensó, fue a buscar un poco de comida. No era raro encontrar a esas horas restos.
Tomó su cuaderno, antiguo, gastado, descompaginado, y lo revisó. Aún faltaban algunos sitios por visitar, y era un buen día para hacer esos trámites. Con delicadeza la despertó, diciéndole que tenía que marchar, pero que estuviera tranquila, volvería pronto. Sabía que eso era probablemente mentira. Quizá ella también lo sabía. Quizá preferían engañarse, creer sus mentiras, vivir la falsedad y transformarla en verdad, una que escapa totalmente a la realidad real.
Partió así con su mochila al hombro, muchos lápices y hojas en un blanco prístino dentro de ella. En eso se acerca Thor. Sin duda tenía muchas ganas de acompañarlo en su viaje. Siempre se encontraba comida, camaradas, ruedas y un sinfín de cosas fascinantes cada vez que iba con él. Pero no pudo, pues esta vez le correspondía cuidarla en su ausencia. No era bueno que se quedara sola. No así, no ahí. Y con pesar y lealtad tremenda, Thor se devolvió por donde vino.
Comenzó en el bandejón mirando hacia la gran casa, mientras se preguntaba por qué no había ido allí antes. Por más que lo pensaba no tenía sentido. ¿Un lugar tan importante, sin una atención primordial? No le dio más vueltas, y cantó sobre el papel… Este monumento siempre le causó gran intriga. Ansia, incluso. Siempre se preguntaba al pasar por fuera qué ocurriría allí dentro. Semejante casa sin que nadie la habite realmente. Le causaba casi nostalgia…
Al terminar, decidió acercarse a la gran torre. Una torre importante en el inconsciente colectivo de aquellos transeúntes, transportados siempre como por la misma energía, al mismo ritmo, como si viniera de ésta. Esta vez cantó desde arriba de un árbol, donde no le vieran, en lo posible. Lo hizo rápido, sabía que podrían sacarlo de ahí en cualquier momento, y si bien las hojas le tapaban gran parte de la vista, la había visto tantas veces que sus ojos solo eran una proyección de una imagen mental, mucho más hermosa y valiosa. Al terminar se bajó cuidadosa y sigilosamente, pues no quería ser descubierto. No aún.
Decidió adentrarse en las calles. Había visto, no hace mucho tiempo, no muy lejos, unas casas maravillosas, como sacadas de otro tiempo, de otro lugar, y merecían ser descubiertas. Si a través de su canto podía ayudar en esa tarea, tanto mejor. Estas casas eran su telón y sus butacas propias, y el sitio perfecto para cantarlas era entre ellas. Mientras lo hacía pensaba en sus fachadas, blancas como la nieve. Pensaba en su pecado. En que podría estar del otro lado, viviéndolas, y no ahí donde estaba, mirándolas. Cantándolas… Pensó incluso en que podría haber sido casa. Ventana, puerta, árbol, cielo, nube, aire… Quizá su peor error había sido ser persona. Quizá había algo peor.
Su andar le llevó a una calle antiquísima. Rodeada de casas hechas específicamente para no contener personas. Esto le escandalizaba. Se dijo que, por lo mismo, estas calles no merecían ser cantadas. O quizá él no merecía cantarlas. Pasó.
 
Luego de mucho caminar, varias limosnas y algunas comidas, prefirió volver. Se hacía tarde y no quería que ella estuviera tanto tiempo sola, aún si después de encontrarse lo siguiera estando. Quería estar con ella. Quería que ella estuviera con él. Quería entregarle lo que merecía, necesitaba. Lo que él necesitaba. Quizá algún día ella despertaría, daría las gracias y devolvería la mano. Esa esperanza era el mejor alimento que había probado.
Al llegar allí estaban ella, Thor, y el cartel. Saludó a ambos con cariño, le entregó comida a cada uno, y esparció sus cantos por el suelo. Por la reacción de quienes se dignaban a mirarlos, había sido un buen día. No todos eran así. Cantó también en ese momento, pero ya no sobre casas ajenas, sino sobre la suya propia. Sobre imágenes mentales de compañía y desolación. Sobre perros, seres inocentes y estúpidos. Sobre él mismo y su error más grande, un error que no quería obligar a Thor a cometer. Un error que le había significado su realidad. Un error de inocencia y estupidez. Un error que no podía evitar. Un defecto, al final.
Al llegar la fría noche, se recostó en la fría calle, con ella igualmente fría, con Thor siempre a sus pies, en su cabeza, leal como siempre, inocentes todos, bajo aquel cartel que rezaba:
“Los perros tienen solo un defecto, ellos creen en los hombres”.
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Foto del autor Carlo Biondi
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Descripción

Sobre calle y cantos

Palabras Clave: Perro hombre lealtad pecado error defecto fe creer soledad mendigo casa torre can traicin pena tristeza amor cantar dibujos bsqueda fiel thor animal

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: Carlo Biondi

Derechos de Autor: Carlo Biondi


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