Luciano y Elena
Publicado en May 06, 2015
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Título de la obra: Luciano y Elena
Personajes
Luciano
Elena
Don Pedro, padre de Elena
Facundo, amigo de Luciano
 
La primera  escena pasa en una calle de España, en sala se representa la calle, el frente de la casa en una esquina, con rejas y un jardín. Un joven con su guitarra al hombro mira hacia el interior de la casona, luego se le acerca un amigo y juntos miran también hacia el interior de la casona.
Prologo
En una tranquila villa de España donde se da inicio a esta increíble historia de amor incondicional, que va más allá de la historia y el tiempo. La crónica  relata el amor entre un juglar y la hija de un señor muy principal de esta villa de España.
 
 
 
 
 
 
 
 
I acto
                   Al ver que Elena se acerca hacia la reja  el amigo se retira
        Luciano y Elena hablando en la esquina de su casa, la dama de compañía de Elena la espera alejada  de ellos, alerta por si viene el padre de Elena, el diálogo se realiza reja de por medio.
 
Luciano –Elena,  concédeme un minuto de tu tiempo.
Elena –No puedo (Mientras mira para todos lados) que prisa tengo, mi padre mira con ojo atento, si presurosa no vuelvo  vendrá aquí a buscarme, ¡Dios me libre y me guarde de la furia de su enojo!
Luciano -¿Por qué habría  de enojarse si en nada le he ofendido? Que el amor no es                                                            afrenta sino respetuosa cortesía.
Elena –¿De qué amor  hablas?
Luciano Quiero que sepas que, son tus ojos, tu pelo, tu voz, las flores de mi deseo.
Elena -¿Cómo me quieres? (Se acerca Luciano como para tomarle la mano)
Luciano -Con amor puro y casto.
Elena –Si es puro y casto no te acerques tanto que las malas lenguas miran, para que                           luego  no digan “esa es una mujer perdida” ¿Que haré con mi honra herida si es  arrasada mi fama? Mi vecina, la que siempre mira, si le doy escusa no habrá traición que no invente, mentira que no desparrame y honor que no manche. (Elena se aparta)
Luciano -Si me acerco es sólo para mirarte.
Elena –Mira mejor  que no quiero perder mi honra.
Luciano –¿Por qué la perderías?
Elena –Si  murmurada quedo en público o en secreto y aborrecida de mis padres con razón o sin ella. ¿No perderé mi honor? Además  mi madre siempre dice,  si mi nombre está en la calle no habrá: un marido digno  que yo halle.
Luciano -¡Desprecias mi amor por excesivo temor! (Despectivo)
Elena -Que no es desprecio ni agravio, si no temor sabio.
Luciano –¿Cuándo realices un mandado para tu madre te puedo acompañar? (Suplicante)
Elena –Ya te dije Luciano que no, y no  es por mí, sino por mi madre y mi padre que no quieren mi nombre en boca de muchos hombres.
Luciano -Regálame tu pañuelo en señal de que soy tu dueño.
Elena -Si edad tuviera no sólo mi pañuelo te daría, sino también mi corazón tendrías.
Luciano –Elena, ya no eres una niña.
Elena –Dirá mi  padre  cuando será el tiempo oportuno.
Luciano –Si eres persona adulta el tiempo lo fija uno.
Elena –No te acerques tanto Luciano  (Ella con temor) que la vecina mira, ella lo que no  lo alcanza con los ojos lo inventa con la lengua.
Luciano - ¡Que si uno mira o que el otro habla! (él enojado) no permitas que tu honor en temor viva.
Elena -Por un amor en calma doy mi alma y no   quiero comentarios ajenos que manchen la nobleza de mi nombre, que no   solo mía, sino también la de mi casa.
Luciano -Por darme tu amor no perderás tu honor, mira que te adoro más que a la plata o al oro.
           Ella mira a su dama de compañía que le hace señas.
Elena –Debo irme Luciano, mi madre me espera.
           En ese momento Elena se va.
          Momento después aparece su amigo, siguen hablando en la misma esquina.
 
Facundo ¿Cómo te fue  con Elena? (Su amigo le pone la mano en el hombro)
Luciano -Por sus ojos doy mi vida por su amor mi alma. (Con vos triste y con gesto vencido) En mi mente solo tengo de su hermosura  su figura. Son sus ojos el cielo por donde camino, es su cuerpo el espacio por donde  en mis sueños vuelo, en mis noches de desvelo.
Facundo – Un amor así, no tiene calma. (Se sientan en el cordón de la vereda)
Luciano -Aunque trato y trato,  olvidarla no puedo ni siquiera un rato
Facundo –Habla con su padre, quizás sea, este  un amor consentido.
Luciano -Hablaré  con su padre.
Facundo –Ya encontrarás lugar   oportuno, ofrece el tiempo, días, meses, años para el     momento seguro.
Luciano -Ella tiene encarcelados mis ojos y prisioneros mis sentidos ¡Que ciego y perdido, como un loco sin razón vaga mi corazón!
Facundo – Tu  voluntad es como una roca, si lo tienes decidido,  seguro estoy alcanzarás tu cometido.
Luciano –De eso no tengo dudas.
             El amigo se da cuenta que viene Elena y se retira del lugar
           Elena pasa nuevamente  y Luciano la detiene, hablan, un poco a la distancia se queda la dama de compañía.
 
Elena (Luciano se acerca hasta casi tocarla)- Te ruego, te suplico que no te acerques tanto. (Lo dice molesta)
Luciano - A pesar de tus enojos vayas donde vayas te seguirán mis ojos.
Elena -¡Aléjate Luciano! Que mi padre mira.  No des causa justa a sus enojos, escucha bien  lo que te digo es mejor que tengas a mi  padre como amigo. (Tono amenazante)
Luciano –Elena dame tu mano en señal de que es este un amor correspondido. (Le extiende la mano mientras se acerca)
Elena -No te acerques demasiado, ni me tomes de la mano, si mi padre nos ve
¿Cómo miraré sus ojos? ¿Con qué fuerzas detendré su enojo? (Retrocede mientras se acerca Luciano)
Luciano –Si te enojas y  te  vas, me dejas en el alma una queja.
Elena –Debo hacer lo que mi padre dice, los hijos por respeto y no por la ley viven sujetos.
Luciano -¿Cómo puedo hacer para sepultar tus enojos y así, esos claros ojos me miren con aprecio.
Elena –Cuando sea el tiempo justo.
Luciano -¿Cuándo será ese día premiado, en el que encuentre la paz este corazón enamorado?
Elena –No es una ciencia entender que estoy obligada por la obediencia a respetar lo que mis padres dictan. .Debo irme Luciano, pero  antes  quiero preguntarte, vi que hablabas con la hija de Don Francisco Ramírez, ¿también la pretendes a ella?
Luciano -Espinas son los celos en un corazón que duda, ten tu alma segura que mi amor es claro como el agua pura.
Elena –Yo no hablé de duda sólo preguntaba.
Luciano –Para que te quedes tranquila, llamaré a su hermano que es mi amigo y veras que ella no tiene nada conmigo.
 
        Con gesto de la mano pide a su amigo que se acerquen.
 
Luciano –Amigo di la verdad en todo lo que te consulto ¿Sabes si tengo algún interés amoroso y oculto  con tu hermana? Si es así dilo y no calles.
Facundo –Perdón amigo (levantando las manos en señal de no querer entrometerse) pero debo seguir el consejo sabio “no te metas en peleas de  enamorados, ellos se irán abrazados y vos quedaras mal pagado”
              Le hace señas la dama de compañía,  avisando que viene su padre
Elena –Me voy que mi padre viene (ella apurada y preocupada) que encontrarme aquí  no me conviene.
 
Se marcha Elena
Luciano y sus amigos siguen  en la misma  una esquina, después de unos  momentos
Elena pasa y  se produce una serie de silbidos y piropos.
 
Luciano –Amigos estamos aquí  todos atentos, con las miradas alertas lo que a la pasión despierta.
 
Recita el Coro -Ella camina con elegante porte.
 Va un piropo y un silbido,
que  ella  amorosa mezcla,
 entre  sonrisas y  enojos,
 que  con esos dulces ojos,
 a todos con su mirada calla.
 
Facundo –Querido  Luciano (apoyado en su hombro y mirando a Elena cuando pasa) yo también estoy embelesado en  sus perfecciones de ver todos estos dones, de sin igual primores que despiertan toda clase de sensaciones.
Luciano -No puedo dejar de admirar, que ni el ancho y profundo mar,  ni el cielo con su belleza, ni con su hermosura las flores puedan  alcanzar tantos lores  como su  beldad soberana, que todo aquel que los ve, los desea y ama.
Facundo –Estoy en un todo  de acuerdo con vos. (El amigo asiente con la cabeza)
Luciano – Tengo un solo deseo.  Mirarme  quiero  en esos cándidos ojos.
Facundo  -¿Por qué no lo haces?
Luciano -Por su mirada esquiva, que  desdeñoso me deja, con colérica queja.
Que ni el diluvio del llanto por los mares que lloro puede ablandar los rigores de su mirada fugitiva. Ella no se apiada de mi ser que  llora, clama y gime rodeado por mil cadenas, que son las penas que abrazo.
Como  las brasas en el fuego  ardo en esta condena.
La extraño de nuevo, lo intento  y la  olvido y al rato la  invento de nuevo.
Vive su nombre en mis labios enredados con mi llanto y mis suspiros.
¿Hasta cuándo amigo? Seguiré con mi paso errante y mi corazón perdido.
Facundo -Que no te engañen ficciones. ¿Este amor  es correspondido? Porque dura cosa es mirar y no ser mirado, querer y no ser querido.
Luciano –Amigo, dime ¿Cómo puedo alcanzar ese amor peregrino? Porque vaya donde vaya la seguirán mis ojos.
Facundo -Si crees en el azar,  no crees en el destino  pero si crees en el destino  entonces hay un camino, donde  podrás alcanzar lo que la suerte te niega y no te quiere dar.
¿Dónde está puesta tu fe amigo?
Luciano -¡Creo firmemente en el destino!
Facundo -Entonces este camino sigue: Sin tregua persigue, lo que tu corazón ama, que el derecho se gana por mérito propio y no por un favor o regalo gratuito que el azar fortuito no te quiso dar.
 
 
II acto
Luciano va a pedir la mano de Elena.
Luciano y Elena se parados por las rejas del frente de la casa de Elena. Ella del lado del jardín, juega con unas rosas.
Él con semblante angustiado
                                     
Luciano -Vivo de ilusiones y suspiros
Elena – Y yo vivo con un  padre de celoso ceño, Que me torturaría si mirarte quiero.
Luciano  - No temas por tu destino, Descansa tranquila sobre mi  pecho sereno, que te será de eterna compañía, que si lo sabes cuidar lo tendrás hasta el fin de tus días.
Elena  - El duende de la alegría,  te crea ficciones, puras invenciones, entiende que mi padre, nunca consentirá estas pasiones.
Luciano -¿Qué crimen  atroz? ¿Qué pecado  feroz? he cometido para no mirarte, si lo único que quiero es adorarte. (Tomado de la reja en actitud suplicante)
 
Don Pedro,  entra el padre de Elena. Es más alto que Luciano de buen porte, algo molesto por el cuadro que encuentra.
 
Don Pedro -¿Elena que haces aquí en el jardín cerca de la reja? ¿Y usted joven que necesita?
Luciano- Don Pedro vine a pedir la mano de Elena.
Don Pedro - Le diré sin censura, si usted fuera doctor o abogado tendría su amor bien ganado.
Luciano –Si bien mis estudios no son muchos, escuela tengo.
Don Pedro –A  licenciado no llega  y de bachiller no pasa, pues no tiene ni oficio ni ciencia. (Negando con su cabeza) ¡Sin talento, sin ingenio sin  estudio! ¿Qué puede hacer? No tienes renta, peso, ni hacienda.
Luciano – Don Pedro no tengo titulo de grado, pero tengo oficio santo. (Angustiado)
Don Pedro –Mas que oficio tiene poca escuela y mucha calle. (Despectivo)
Luciano -No tengo ponderado linaje, pero…
Don Pedro -Como su padre dijo: usted no tiene calidades. (Señalando el piso y señalándolo a él)
Luciano – Si, soy hijo de la pobreza y entenado de la riqueza pero la suerte  sonríe
     al varón justo y trabajador. (Se golpea el pecho)
Don Pedro – ¿Por qué no entiende? De entrada le dije, como no es hombre preparado por esto  no tiene el bien       ganado.
Luciano –Soy hombre justo ¿Eso no tiene valor?
Don Pedro -¿Por qué  insiste? Ya le dije que no es posible.
Luciano –Señor, Elena es el cielo por donde camino y no tengo otro destino que conseguir su amor.
 Don Pedro –Joven Luciano, no tienes culpa alguna si prisionero y víctima eres de tus pasiones, estos te crean ilusiones que te impulsan, como el viento a  las velas  a buscar un lugar donde descargar la fuerza, la energía y el portento de tu juventud.
    
  Luciano algo molesto  lo muestra  con ademanes y gestos
Luciano - Señor no creo ser  víctima de las pasiones, más pienso que por  ser de humilde condición, tan aborrecido y negado por la diosa del buen hado,  que no acepta este corazón enamorado.
Don Pedro (Levantando la voz) -No te permitiré tomar las mieses de su mocedad antes de tiempo. Desgraciado del mal agüero, te presentas aquí  acicalado, de pura ovación, dando voces de entusiasmo, con estrepitosa alegría y como no acepto tus locuras, te molestas con arrogante  soberbia  y arremetes con arrogada osadía.
Luciano (Enojado) –Quien ama y es amado es un ser iluminado y yo de Elena estoy enamorado. Si hay voluntad hay un camino. Don Pedro, con su bendición no habrán piedras en el camino, iremos juntos en la misma dirección.
Don Pedro –Vienes aquí  con engañosa trova y con amor fingido, impulsado por tus deseo y pasiones, que cuando vea colmados tus antojos te  irás en un abrir y cerrar de ojos.
Luciano (Suplicante) –Don Pedro, he venido de manera franca y abierta y es usted un duro juez de cerrados ojos, que ha fijado sentencia con airado enojo.  Me aleja de su presencia y me arroja a las profundidades de los abismos, sin haber cometido, pecado alguno.
Don Pedro (Molesto) –A pesar de su enojo, no cederé a su antojo. Se le nota en la mirada se le ve en los ojos que está ardiendo en deseos con esa mirada de fuego, por ese viene así guiado por sus deseos tiranos y te presentas aquí a pedir su mano.
Luciano (Mira al cielo) -¿Quién será mi abogado? (levanta las manos al cielo ¿Quién defenderá mi causa? Pongo a Dios por testigo, que mi amor es puro, así como aquí lo digo.
Don Pedro (Desdeñoso) –Pura propaganda, algo oscuro y dudoso que no tiene presagio de buen futuro.
Luciano (Molesto y algo enojado) –Sus puertas me cierra como si fuera un necio, ¿Qué hice para tan alto desprecio?
Don Pedro -¿Por qué te ofende mi contienda?  El producto de tu queja, que como loco te deja es porque no entiendes, (enojado) ¡es mi hija, ¡es mi techo!,  ¡es mi derecho!
Elena –( Elena que hasta ese momento permanecía callada) No discutas a mi padre que en nada te ha ofendido, ya  te he dicho que es este un amor no correspondido. ¿No tienes respeto por sus venerables años?
 
 Al escuchar esto el padre se retira
 
Luciano -Tu padre  premia y castiga con fuerza y sin razón,  te ofrece por dinero y me niega por amor.
 Elena –No hables así de mi padre. (Ofendida y con ademan de sentencia)
Luciano –Cara te será tu obediencia,  mira que el matrimonio forzado luego es amor humillado. (Sentencioso)
Elena –Más cara me será la desobediencia, por otro lado un matrimonio consensuado  puede ser también bien aventurado, de la amistad natural nace naturalmente el amor.
Luciano -Si con ruegos no te ablando, ni  con las lágrimas de mi llanto tal vez con un verso  logre mejor encanto.
Elena -Me persuades elocuente, pero es de hija decente hacer lo que su padre dice.
Luciano -Vine a rogarte si tu amor  puedes ofrecerme.
Si tus ojos y tu boca me desdeñan y  me imponen esta condena que deba vagar con pena, que  me castiguen la lluvia, el viento y el frío y que me cubran los oscuros días  y me tapen las densas noches donde, siempre llore y donde nuca calle, con mi paso errante y mi corazón perdido.
Elena (Lo mira con amor y una mano se acerca a su mejilla) –Hablaré con mi padre, para que cambie de opinión, pero considera que también yo estoy condenada a vivir en solitaria austeridad.
Luciano (Exclamación de júbilo) -¡Dios existe, escuchó mi clamor, miró mi dolor, y se apiadó de mí! ¡Oh! Dulce Elena si tú hablas con tu padre tengo una luz de  esperanza.
Elena ­–No puedo hablar ahora con mi padre, tengo que esperar un tiempo, vete ahora y yo te haré saber cuando puedes volver para hablar con él.
Luciano –Lo que pasa Elena es que no tengo otro deseo, ni otro pensamiento anima mi ser, que lo que con tu mirada avivas para que solo tú, en mi mente vivas.
Elena  –No insistas Luciano, que no puedo ceder ni a tus ruegos ni a tus elogios, que si mi padre se entera: muerta soy.
Luciano -Dueña, señora y reina de este corazón abnegado de tus  ojos y tus labios negado, quítame el juicio  de tu grave condena que me tienes prohibido que tu belleza adore.
¡Oh! Doncella mía, Escucha mis clamores, que con  estas humanas voces y  sin retóricos dones, implora de tus amores. (Arrodillándose y suplicante)
Elena – Entiende Luciano que mi padre considera que me falta edad para merecer de tus amores.
Luciano –Mira Elena  que mi amor es más alto que elevado cielo, más claro que cristalino rio, más puro que el amor santo.
Que prisionero soy de  la belleza  de tus luceros ojos que  arrastran todas mis pasiones y encadenan  toda mi voluntad.
Que la esperanza y la alegría no están perdidas si tan sólo tú me das, un beso de despedida.
Elena –Vete ya Luciano que mi padre viene y ¡por Dios que está en los cielos! que encontrarte aquí, no te conviene.
Luciano -¿Qué puedo hacer para que tu mano me des?
Elena –¡Vete Luciano! (Llora Elena)
Luciano –¿Por qué lloras? Es triste mirar tus ojos llenos de  lagrimas pero más triste pensar que no me amas.
 
Sale Luciano triste y compungido
 
III Acto
Está Luciano  caminando  por una senda  solitaria.
 
Luciano - Perdida la ilusión… ahora me invade la desesperanza. Vivo descubriendo que muero, de la luz negado del sol aborrecido del silencio deseado.
No se definir el amor después de navegar por estas turbias   aguas y de fuertes viento, todo  termina en algún lugar de mi vida con una lágrima escondida y la vista perdida.
¿Cómo responder a la medida de tal agravio, que por no tener un  peso, ni hacienda, ni fama,  ni nombre, ni título de grado fui arrogado  de su lado? Si fuera banquero avaro o viejo adinerado hubiera conseguido amoroso trato.
Facundo -Si ella prefiere sangre ilustre que brille con el oro antes que varón justo, que reciba lo que es justo.
 
Se van  Luciano y  su amigo con su guitarra al hombro
Recita el Coro –Va  por la vida soñando,   con su guitarra al hombro y su amigo al lado inventando historias de amor.
Hoy están en este pueblo, comen, duermen en cualquier lugar.
Busca una plaza, tiende su manta y sin mirar a nadie, despreocupado desparrama melancólicas canciones de amor. Curiosos se juntan. Escuchan atentos, él no los mira, sigue derramando su bucólico canto.
No hay sombrero. Las monedas caen como grandes gotas de lluvia, algunas ruedan fuera de la manta.
          Cae la tarde. Despierta la noche.
         Debajo de una arbolada desaparecen entre la hierba.
 
Debajo de un árbol Luciano y su amigo dialogan
 
Facundo –Entiendo que Elena está sujeta al respeto de su padre, lo que las pasiones arrastran la prudencia frena, por lo tanto no cederá a tus ruegos ni  a tus súplicas.
Luciano –Le diré a Elena que  “Sólo el amor nos permite escapar y transformar la esclavitud en libertad” Si nos escapamos seremos libres para amarnos en libertad.
Facundo –Ten cuidado con lo que deseas, que si eso haces, su padre lo tomará como un  grave vituperio  ¿Cuál será el precio de tan alto desprecio? Mira  que eso es una  grave ofensa, tan grave que no tiene defensa.
Luciano – Como un loco sin razón que no tiene corazón,  imagino todos estos tantos  males por ver cumplido el deseo de mi pasión.
¡Es su pelo al viento, es su risa suelta y abierta, es la cadencia de su sin igual figura que   tanto exceden en estirpe y  en nobleza, que cautivan por su delicadeza, y enamoran por su belleza, la causa de mi locura.
¡Encareció su amor su augusta belleza, trastornó mis sentidos, multiplicó mis desvaríos, me ahogó en profundos suspiros!
Facundo –Serénate y sosiega  las bravías de tus pasiones ciegas, que tus malos pensamiento serán la causa de tus desgracias. (Con actitud de calmar a su amigo)
Luciano –Que puedo hacer amigo, llevo en mis labios enredado su nombre y en mi pensamiento atravesada su  figura.
Facundo –No sé qué decir, no conozco los conciertos del amor.
Luciano -Quererla no fue tanto, olvidarla fue imposible, por las mañanas la pienso, por las tardes la lloro, por las noches la sueño.
Cuando su padre me dijo que nuestro amor no era posible, se encendieron mis furores, se agrandaron mis enojos, que por ella vivo y quiero, me desgarro y muero, y por mis celos mato.
Facundo –Querido amigo no quiero que cometas una locura; embriagado por las penas de tus desdichas
Luciano –Cuando pienso en su nombre, una lágrima furtiva corre fugitiva, entonces como loca desesperada deambula por mi pecho   una pena herida que se agranda con el silencio y crece más con las sombras.
Facundo -Por tanto amor, por  tantos anhelos, que por ella te  desvelas, cuando  vea como  has  vivido, cuando sienta como  has sufrido, cuando se dé cuenta como le  has hurtado a la muerte esas dichas sepultadas, entonces reconocerá la grandeza de tu valor que al sol eclipsa, cuando eso suceda,  cederá a tus ruegos. 
Luciano –Por tu mano amiga  en el día estrecho,  por el consejo debido, cuando estaba confundido y perdido de toda esperanza, cuando la oscuridad cubría  todos mis sueños y anhelos; gracias amigo por todo el bien que me has hecho.
 
Se funden en un prolongado abrazo
 
Facundo –Recuerda que Elena te ha pedido tiempo para que sea posible este amor controvertido.
Luciano –Tienes mi palabra que respetaré el deseo de Elena, pongo por deuda mi promesa y aunque por ello cargo sobre mi pecho pesares y males tan ancho como todos los mares, seré fiel  esclavo de lo que digo.
Busco en estos caminos,  encontrar el olvido. En defensa de nuestro amor he ido para volver vencido. Odiado por la diosa del buen Hado.  Del cielo azul de sus ojos: negado, de sus padres: aborrecido, mi esperanza rindo a mi ilusión perdida. Como tesoro me queda, la compañía de un amigo y una guitarra roída. y como oficio; trovador.
Que ella vea en  este trovador, que cuando canta llora, quizás vea en mi canto las penas de mi llanto que nunca olvido.
 
 Coro: Por esta estrecha senda, camina  una pena herida  obligados por la obediencia de cumplir esta penitencia, arrojados es a la vera del camino,  con estos; sus despojos, por culpa de esos hechiceros ojos.
(Recita Luciano) ¿Dónde está la verdad? ¿Podrá salir el sol en mi desgracia? ¿Mi amor y mi pasión qué son? ¿Quién atenderá mi causa? Para  mí,  ahora  todo es una nada en el olvido.
Coro: Con  profundo pesar, va rodando una lágrima por estos perdidos    
 caminos.
Como el  señor y rey de la desilusión y la tristeza, le siguen como desconsolado séquito: la sombra de una pena herida,  dos suspiros y el  recuerdo de un aroma de un beso soñado que vuela con el viento.
 
Acto IV
Vuelve Luciano un tiempo después de un tiempo y se encuentra con su amigo, es ya un hombre mayor, con arrugas, su pelo algo canos, con ropas gastadas
Facundo -¡Luciano, amigo! ¡Qué bueno es tu regreso!
Luciano –Mozo me fui, viejo volví. (Risas)
Facundo -¿Qué noticias traes amigo?
Luciano - Anduve por otros caminos y vi en  ellos otros claros ojos donde encontré esos primeros besos, que nunca serán como esos, los que una vez soñé y que tantas noches añoré.
Facundo – Quiero que sepas que Ella  ya no cautiva por su belleza, mudó el tiempo su figura, le quitaron perfección, y de su gracia y gallardía sólo quedan, el claro azul celeste de sus ojos y su voz.
Luciano – Amigo ella puede ser igual a mil otras, pero yo la hice única en mi ser…
Fue raro y maravilloso ese fugaz momento en que me di cuenta que su belleza era mi tesoro y su mirada mi consuelo.
Tal vez ya no tenga en este suelo  ese tesoro pero me queda su consuelo.
Facundo –Su belleza a muerto y el crudo invierno de los años desgajó cada hoja, y cada pétalo de flor, es mejor que guardes en tu memoria el divino  retrato de su ser.
Luciano –Querido amigo hoy la vi de lejos en el mercado de tantos entre tanas la reconocí, es cierto que se fue, y es mentira que no está, sigue intacta su presencia, ¡fue  tan alto  el precio de su ausencia! ¡y valió tan poco mi morir! que agonicé por la congoja  '¿Qué remedia mi partida? el silencio de su belleza ausente  me declara lo que ella no me pudo decir: Que nuestras almas siguen  unidas con admirable trabazón, que  no tienen extremos distantes por la unión del amor. ¡Es cierto que se fue, es mentira que no está! Sigue intacta su presencia como el día que me fui.
Facundo –Nunca estuve enamorado y  no te puedo entender, pero dicen que la locura de un amor  solo lo entiende un loco  apasionado.
Luciano -¿Dónde está ahora? (Mira para todos lados Ella es la que mi ser adora y por el delito de ser joven fui arrogado  lejos de su lado.
Facundo –Le dije que tú la querías ver y me dijo que vendría para hablar  con vos. Ya es tarde y está oscureciendo.
Luciano –                           ¡Otra vez muere la tarde sin Ella!,
Y crecen los fantasmas de las sombras
que   me invaden con su ausencia
y  con el frio de su olvido
afilan  la daga de los celos
que  clavan en mi pecho.
 Es muy tarde y como otras tantas veces
Cayó la noche y me cubrió con su manto del olvido
y otra vez  los fantasmas de los celos
                                                       me hablaron al oído                                         
¿Dónde habrá ido ese corazón perdido?...
Facundo –Luciano, amigo, alguien viene.
 
 Entra  Elena con demostrada alegría, ya no tiene esos aires de juventud, viene sola sin su dama de compañía.
 
Luciano - Señora y reina de toda hermosura un solo segundo de tu mirada basta para callar a los fantasmas de las sombras que me invaden con tu ausencia y crecen con las sombras de tu olvido.
Elena –Para que no estés como esos  deseos perdidos te guardé   en el arcón de los recuerdos como un tesoro siempre presente y así nunca  lamentaría tú ausencia.
 Luciano -¿Qué poderosa magia me cubrió con tu hechizo? Porque  a mi corazón cautivo hizo, que  al mirarte mis ojos tienen deseos de amarte.
Elena –Señor mío,  guardián de   este corazón entrelazado y amarrado, por vos he  rogado y suplicado, días y noches, meses y años  al Altísimo Dios piadoso  por este, tu  corazón hermoso,  para que guíe  tus pasos perdidos y regresen  los tiempos idos, aquellos donde me decías que a mi sola  me querías.
Luciano -¡Oh! Señora y reina mía, desde la primera vez que te vi, mi corazón quedó prendado de  tu augusta belleza, desde entonces tuya es la soberanía sobre mi pecho y  por esto  caigo rendido a tus  pies.
Elena -Conozco la  fuerza y el  poder de uno de tus besos certeros, que son como grilletes de aceros, seguro hospedaje y resguardo de mis labios que para vos guardo.
Luciano – Fue  tan corta nuestra   despedida, y tan largo el silencio de mi destierro, que  miedo tengo de mirar atrás, pero con vos a mi lado, no temo mirar de frente, ni al tiempo que está por llegar, ¡Que se vengan los días oscuros que estoy seguro que los vamos a pasar!
Elena –Aunque mi padre es un padre celoso, pondrá fin a su enojo y podremos hablar con él. No hagas comentarios, guarda el secreto y espera a que yo le hable primero.
Luciano –Con escondido y disimulado secreto y con puertas de acero quedó  sellada mi boca.
Sólo te pido Elena, cierra tu compromiso  con  un beso. (Se dan un beso)
Elena -¿Cuándo nos vemos?
Luciano - Aquí recuerdo tu nombre, aquí te extraño de nuevo aquí siempre aquí...te espero.
 
Aparece  Don Pedro viene con Elena
 
Don Pedro –No es mucho lo que tengo que decir, bien sabes que no estoy de acuerdo que con él acabes… pero es tu decisión.
Elena –Padre sabe usted,  es público y no es secreto. Soy  ayuda y bastón  de mi madre y  en  mi casa: espejo de honra y respeto y mi lecho estrado de castidad,  nunca le  contradije en nada, y que vivo sujeta a su palabra, y que le debo servida obediencia no es novedad.
Don Pedro -En el matrimonio los  tiempos duros son reiterados, mesclados con viento fresco y días claros, pero las verdaderas tempestades, se crean en el  mar  de los celos, embravecidos con olas de gritos e insultos, enfurecidos con violentos viento huracanados, entremezclando golpes con atropellos y maltratos enceguecidos; si  por mucho tiempo corren estos  temporales,  del matrimonio seguro el naufragio es.  Navegar con fuertes vientos crea  la sensación de que todo se acelera reina el caos y la ceguera.
 Lo más inteligente es esperar que amaine el temporal. La triste verdad es que en esos momentos pocos tienen ese control.
El amor es fuego, puro furor,  es ira y enojo mesclado con perdón y llanto, alegrías enredadas con optimismo y depresión.
Luciano –Gracias Don Pedro por  el sabio consejo.
Don Pedro -Luciano cuida a mi hija y no la ofendas,   mira que si lo haces, eso no tienes alegato ni defensa, yo estaré presto con la mirada atenta, mira que un padre enojado es como un caldero encendido. No me busque, no me irrites, no me enojes porque entonces sabrás lo que es un padre enceguecido.
 
 
 Acto V
Luciano y Elena esperan para pasar al altar, ella adornó su pelo con flores con amoroso atractivo, se cubre con un vestido blanco, él algo nervioso se mueve erráticamente.
 
Elena -Te paso mi mano y en ella te doy mi alma.
Luciano –Elena por ver cumplido este, nuestro amor,  no puedo decir lo que pienso, no puedo pensar lo que digo, porque oscuras y cerradas  son las palabras olvidadas, palabras aisladas y silenciadas son las palabras enamoradas.
Elena –Luciano, no me digas que el temor al “sí“ te paraliza, ¿Por qué  se ha perdido tu brillo y tu color? Acaso   ¿Se devaluaron las riquezas de tus sentidos?
Luciano –No me paraliza el temor, sino las dichas y las alegrías contenidas.
Elena -Yo sé que tu amor no es don pequeño y quiero que tú seas mi dueño.
Elena –Luciano, es este el bien soñado, por nosotros anhelado y por la fuerza de este amor, cumplido.
Luciano –Si crees ciegamente en mí, seré la voluntad en acto  de nuestros sueños.
Elena –No tengo dudas de tu amor que es de valor acreditado y purificado en los mares de mi llanto.
Luciano –Lo que tienen de bueno los sueños, es la posibilidad de cumplirlos, defenderlos es la posibilidad de realizar nuestra vida de acuerdo con nuestros sueños.
Un poeta amigo una vez  me dijo:
Si crees en el azar
No crees en el destino
Pero si crees en el destino
Entonces hay un camino
Donde podrás alcanzar
Lo que la suerte te niega
Y no te
 quiere dar
Sin tregua persigue
Lo que tu corazón ama
Que el derecho se gana
No por un regalo gratuito
Que el azar fortuito
No te quiere dar
Elena –Mi señor, de nuestro amor no será la quimera del azar fortuito la responsable; de tantos entre tantos este amor será único, inolvidable y trascendente.
Luciano –Con arreglo a lo que es justo, debo decir que, será lo que lo que nosotros queramos que sea y de esto dependerá  nuestro amor.
Elena –Mi querido Luciano, descansa mi pecho sereno al saber que  los furores de  tu libertad y mi  independencia  fueron cautivos de nuestro amor.
Luciano –Si miras mis defectos nuestro amor no irá muy lejos.
Elena –Yo sé que eres correcto, fiel, amoroso,  cortés y con eso me basta.
Luciano –Gracias mi dulce Elena, tuyo son mis ojos, tuyos mis deseos, tuyos son mis caminos   donde en vos muero.
Elena –No quiero por delante aplausos y por atrás me digas fea.
Luciano –Si  tus ojos y tus manos los expandes con caricias y los abonas con incontables  besos, cosecharas  con amor los merecidos  aplausos.
Elena –Tu mirada de amor borró en mí los errores de mi ser, por eso así me ves
Luciano –Amor confiésame, Tú y Yo
Elena –Solo tuyo, solo mía 
 
En ese momento entra corriendo el monaguillo dando voces para que se preparen, da comienzo la ceremonia. 
Suena de fondo la marcha nupcial. La pareja se presenta delante del sacerdote.
El sacerdote parado frente al púlpito, da inicio a la ceremonia.
Sacerdote –Querido hermanos…
fin
 
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Foto del autor gonza pedro miguel
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Descripción

Obra de teatro romntica ambientada en los siglos pasados, esto se puede ver en los hbitos y costumbres de los personajes

Palabras Clave: Luciano y Elena

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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