El chulengo
Publicado en Nov 29, 2014
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El chulengo
En una tarde gris, en un cielo sin sol;  en una vida sin Dios. Él sintió el roce helado, lo recibió sin odio, asumiendo la naturalidad del acto, en realidad lo estaba esperando.
Con los  labios ensangrentados, expelió su último pensamiento inacabado -Puedo ir a donde quiera  o adonde sea me da igual, no le tengo miedo al otro lado–  Así, con esa rebeldía que lo caracterizó, en un puño apretó el puñal. Abrió por última vez los ojos, iba a decir  algo… y partió para ese gran flujo, sin rumbo, ni dirección.
No fue él, un pretexto para las lágrimas. En el cajón el puñal,  como dos amigos. Alguna vez, él lo tuvo  en su mano, acostumbraba jugar con él,  lo arrojaba al aire, extendía la mano y el puñal caía como siguiendo esa espontanea coincidencia en el juego que incita a la crueldad. Ese juego indiscutible  justificaba su prestigio.  Cuando él entraba a la taberna se producían esos terribles espacios en blanco, él con severidad paródica plantaba el puñal en la mesa. Todos tendían a huirle la mirada, a no saber qué  hacer con el silencio, en esa pausa él cosechaba los beneficios indiscutibles de su puñal,   sólo para dejar ver  en su condición de temible: El brillo sediento de esa hoja.  Desde una altura ofensiva pispiaba  a todos, altivo receloso. Él siempre, aunque parezca mentira, miraba para todos lados con una desconfianza ostentosa, como buscando una señal, un indicio, una presencia sospechosa, examinando al detalle  buscaba ese gesto, esa presencia.
Esa tarde cuando él entró en la taberna, notó algo diferente, el negro Carrizo  jugaba tranquilamente a las tabas, no se inmutó cuando él entró, tampoco hizo esa pausa en el silencio, eso, a él le pareció premonitorio, como presagiando lo que después iba a pasar.
Se sentó en su lugar de siempre, jugaba con su puñal,  pero ya con total desconfianza,  no podía alcanzar todo el confort, una suerte de fantasma agitaba su interior mientras la presencia del negro carri se hacía cada vez más insoportable; en tanto un odio irreversible se abría  paso. Apretó el puñal en la mano, midió los pasos, eligió donde dar el corte… de pronto.  Como presintiendo el desenlace el negro Carrizo deja el juego y se va.
En esta rara soledad, porque ahora se siente a gusto y se ríe un poco  con la huida del honor dudoso del negro Carrizo.
Imagina sutil y efectiva toda su estrategia para hacerse notar, y que todos lean los “sobrentendidos y  las conveniencias” de bajar la vista, de hablar bajo, de hacer silencio cuando él está.
Se ríe un poco por dentro, con la serena paz de los vencedores y después de tres o cuatro copas de caña, él se levanta y sale.
El negro Carrizo, en una mano lleva un puñal, más largo, más sediento.  Agazapado espera del otro lado de la calle, y en su mirada no pierde de vista el punto, ese tipo corpulento y brutal en sus gestos y ademanes. Lo ve salir. Besa tres veces la hoja por el lado del filo y cruza la calle corriendo. 
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Foto del autor gonza pedro miguel
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Descripción

relato

Palabras Clave: el chulengo

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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