Se entra en la búsqueda de un sentido de la existencia cuando se sale de cierta ignorancia, cuando se abandona la niñez. Este punto de inflexión a veces nunca llega, otras veces supone la llegada de una ignorancia aún mayor.   Para mí, no hay sentido que valga si mi vida actúa en mi beneficio personal y material, siendo cualquier aportación al mundo, al exterior, meramente secundaria. El único sentido que tiene algún valor es la utilidad directa para las personas. Este planteamiento que tanto me encamina a la enseñanza y al análisis político-social se ve (gravemente) amenazado por un desprecio propio del ser débil y superior que solamente puede ser un hombre, aunque se disfrace de dios. En el grado animal, cada ser ignora a los seres inferiores que no le son útiles y lucha contra aquellos que amenazan su poder.
  En mi ambición de ser esa clase de hombre excelso que se sirve de la reflexión, el único motivo para serlo es la filantropía. ¿Es un afán de servir? No; es mi forma de fortalecerme, de afirmarme. Sin embargo, si confío en algún aspecto de nuestra moral, llámese método simbiótico, nada de ayuda al prójimo o solidaridad. Aquí se funciona por interés, y esto no es malo, solamente define nuestra condición.
  [En esta dualidad (altruismo-beneficio personal) termino por hallar un muro infranqueable que imposibilita una elección, de forma que ambas han de lidiar entre ellas y coexistir en mi].