Nahu
Publicado en Sep 09, 2014
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Najuá
El amor es un ritual en el oasis, en este desierto de actitudes pasivas, casi inerte, de espera equivoca. ¿De esperar qué? ¿Sueños en andrajos, derrotas en hilachas? No miramos lejos, aunque a veces vamos perdiendo nuestros pánicos otras veces temblamos juntos nuestros miedos, peor aún, el enemigo no siempre es el mismo, en cada esquina cambia de rostro, por las noches encontramos los miedos en cada sombra, nos escondemos en los derrumbes, le ponemos un candado para que no nos roben ese poquito  que nos queda; el pan, la cama, el techo de una vida provisoria.
Husmean buscando el mango fácil, milímetro a milímetro, te estudian y detrás de la enramada esperan para el zarpazo. Nos desventura la violencia y la sangre derramada que rompe la paz y convierte la vida en accesoria de las cosas, un espiral que crece y oculta el sol.
Habrá que recordar la pedagogía de lo solidario, labrar un destino que rompa la tragedia con el individualismo y sus escases que vienen pisándonos la huella por estos caminos rotos.
  A veces, pienso: Es poco, casi nada y no sirve, pero ¿Dónde ir? Si cualquier sitio es como este sitio donde se perdieron las serenidades y llueven las  desesperaciones.  
Mi amigo mira  con un ojo, espía con el otro, de paja y barro su mano, de hiedra y piedra los pechos. Podemos ir en el error hasta nutrirnos de melancolías y sorber de las soberbias o pensar en el inicio, no siempre esto fue así, una vez fue diferente.
Al que acompañaba el camino antes le decíamos: Najuá, que hoy traducido sería lo mismo que decir, padre, hermano, tío, amigo, etc. Antes no se necesitaba separar, diferenciar unos de otro; éramos uno. No existía Pedro, tampoco Juan; la individualidad es un producto más reciente, los nombres que existían por ese entonces eran por ejemplo luna, lluvia, piedra, oso; estos nombres nos relacionaban con la naturaleza, nos emparentaba con la madre tierra, y la tierra nos unificaba. Éramos parte de una misma razón, un mismo fin.  Antes no existían los nombres, no  necesitábamos los simulacros, esos, ilustres apellidos que  luego segregan  desde la cuna los amos del esclavo. Fue germinal y aguda esta fragmentación. La idea  de la propiedad comenzó con el nombre, continuó con las cosas; terminó con la tierra.
A veces pienso que somos vocacionalmente fatalistas. No vemos con claridad que la retórica del sistema es insultante para el género humano, creemos saber donde estaba lo bueno, pero equivocadamente decidimos quedarnos con la maldición domestica de los nombres.       
Yo pienso que cualquier sitio puede ser ese sitio donde empezar de nuevo, done lleguen las esperanzas y partan las individualidades.      
 
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Foto del autor gonza pedro miguel
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Descripción

poema

Palabras Clave: nahu

Categoría: Poesa

Subcategoría: Filosfica



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