No me importa nada, ¡no me importa nada! La historia interminable, Alícia, ¡incluso Narnia! 
Todos esos estúpidos cuentos... Sus ojos verdes... Su piel pálida... 
¡Oh, de verdad ya no me importa nada! Despierto.

Marcos está leyendo un libro mientras espera en la puerta de embarque del aeropuerto, el 
libro se titula "Un mundo feliz" (página 101). Avanza lento y tranquilo, poniendo atención a 
la novela, que ahora entre en un adagio; "qué caos tan bello, me fascina la psicología", piensa. 
Baja las escaleras hacia la pista (página 105). Sale al exterior. De pronto, tiembla la calma. 
Los aviones, un camión cisterna, todo se ve extraño, diferente... La modernidad evoca una 
clase de historia y lo maravillosamente extraño de existir en una nada inimaginable. 
Un recuerdo, ojos verdes, piel pálida, cabello negro... ¡Extraño éxtasis! Marcos pierde el 
equilibrio, recupera la compostura y el ruido del motor, y la ropa que viste la gente, gente, 
somos humanos. de nuevo la visión del avión, los motores, vuelve la cabeza y divisa al fondo 
colinas plagadas de pinos. ¿Nostalgia? La mente, el cuerpo, somos máquina y estas 
sensaciones no son más que el resultado de imitaciones y recuerdos tergiversados, como 
una película, por ejemplo. 
Tiene que ser eso. 
Marcos analiza sus propios gestos y los encuentra teatrales. "Películas...", dice para sí. 
Justo entonces tropieza con el primer escalón, el calor... El ruido de los motores, ruido, sube, 
escribe todo, ¡vive! Como si de un trance se tratase el recuerdo de una bella joven se relaciona 
con cierta desestabilidad, pero nada tiene que ver con esto una mirada que aturde de un sólo golpe. 
El tiempo, turbio, regresa a lo que llamamos normalidad y Marcos alza suavemente la mano, 
está sudando y se siente confundido por lo que acaba de pasar. El avión comienza a acelerar 
y despega. Pero quién es Lúa... 31/07/14