Las veletas y los veletos (Diario)
Publicado en Jul 11, 2014
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Cuando diome la muy sana y muy noble costumbre de irme al séptimo cielo, bocata en ristre, yo, cual Quijote de la ensoñación, veía, ¡válgame Dios!, tal cantidad de veletas asomado a las ventanas donde otrora la vida era pausada, que parecíase Madrid algo así como El País de Todos los Vientos, pues no en balde era cierto que cada veleta tiraba hacia su propio bocado. Yo, bocado a bocado, adentrábame en la costumbre de los caballeros y, cual caballero cortés y comedido, hacíales carantoñas imaginarias a las tres damas universitarias, cual buen bachiller y no Vidriera precisamente, sino veedor de caras inolvidables. Echando mucha cara a los asuntos pertinentes, érase pertinente saber que andaban los tiempos de 1970 y no era cuestión de arrebujarse en demasía puesto que los dragones milenarios eran los mesmos fantasmas de siempre. Esos fantasmas de los cuales yo acertaba a separarme para la muy buena manera de observar en lontananza lo que hubiere de ser observado.
 
Y en pensando ciertas cosas impropias para adolescentes, discurría la mejor y más noble manera de servir para, a su vez, ser servido. Recordaba yo, por aquel entonces, la muy célebre y poética frase que dijera o dijese, pues a la sazón daba lo mismo, "nunca hubiera caballero de damas tan bien servido". ¡Oh poder de su locura redentora! Menos mal que o no hubiese cura o no viera yo nunca cura alguno por aquellos pagos; pues a la hora de pagar pensaba yo, así mesmo, en los 24 caprichos para violín solo y en las 6 sonatas para violín y guitarra, del muy celebrado y afamado Niccolo Paganini. Así que, en pagando mi peseta a la aquella máquina de café, sentíame yo algo así como en la gloria rodeado de tres ángeles celestiales. Más, por algún raro encantamiento, abundaban ya por los altos negociados, más de uno, más de dos, y hasta más de tres veletos, por no decir veletas, que era cosa muy sabida; así que la mejor manera de estar acompañado de serenas majestades era pues, y pluguiera a Dios que es cierto, aquellas tres hermosas ángeles. Y yo volaba cual Pegaso con Diana montada en su cabalgadura. Del asunto de los curas era mejor no meneallo. 
 
 
 
 
 
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Páginas de Diario personal.

Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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