Irma
Publicado en Mar 23, 2014
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Quizás el humo del local, los tragos dulces, el encierro, o las miradas lascivas de los hombres que veían a estas ocho mujeres gritar y reír a carcajadas, fueron templando los ánimos hasta que la conversación llegó a ese clímax donde se pone en juego tu honor y donde quedar mal puede resultar imposible de aceptar, menos para Irma una cuarentona éxitosa en la vida preocupada en demasía por su imagen. Sus compañeras de oficina más jóvenes confesaban sus aventuras prematrimoniales con abismante soltura y se deleitaban con los pormenores escabrosos que iban encendiendo el tono a medida que avanzaba la noche. Sabía que su turno se acercaba, trataba de revisar sus años pasados, pero no tenía nada que contar. Su experiencia con los hombres se reducía básicamente a un pololo a los catorce años que apenas la tocó y la de aquel cuando ya pisaba los veintiuno que la inició como mujer (empujada más por la  presión de ser la única virgen entre sus amigas) El padre de Pablito como solía llamar a su único hijo, tenía para entonces unos treinta años y lo conoció en la universidad. Tuvieron una relación que duró poco más de un año, aunque fue sólo en los últimos tres meses que tuvieron sexo, claro está, siempre dentro de los cánones establecidos y permitidos según su crianza. Tal vez eso pesó, cuando más tarde al confesarle que estaba embarazada, éste le abandonara. Nunca más (pese a años de soledad) tuvo experiencia alguna con otro hombre, y no se debía a que fuera una mujer poco atractiva como pudiese pensarse. Lo cierto es que Irma, vivía atrapada en una burbuja de principios que la mantenía alejada de la vida de pareja.
 
Le sofocaban los detalles conque Andrea se refería a su primer sexo oral con su profesor de educación física cuando era todavía una niña. Ante el pavor de tener que confesar lo que no había vivido, las pulsaciones le aceleraban cada vez más su corazón. Vino a su memoria la vez que siendo adolescente entró en la habitación de su hermano mayor y descubrió en su computador una película porno que había bajado. Las imágenes le produjeron asco, no entendía como esas mujeres se prestaban para tales aberraciones…Sin embargo ahora el relato de Andrea iba poco a poco despertando el placer. No parecía notar como sus muslos se rozaban entre sí a medida que la narración avanzaba, su compañera declamaba los fragmentos de su vivencia con un fanatismo digno de los tragos consumidos, atrapando su atención, al punto de sentirse como protagonista de lo narrado…volvió de golpe a la realidad por las risotadas y gritos de sus compañeras que seguían entusiastas el relato. Atormentada se levantó y se dirigió al baño de mujeres. Sin duda estaba agitada, así lo demostraba al menos el sudor en su frente y su cuello, sumado al rojo de sus mejillas y esa rara expresión en su mirada frente al espejo. Estaba en eso, cuando intempestivamente dos hermosas jóvenes entraron en el cuarto y sin mediar comenzaron a besarse tras su espalda. Irma consternada las observaba a través del reflejo; parecían ignorarle por completo, besándose y acariciándose con arrojo. Estaba paralizada, se sentía tremendamente incómoda y presa de la situación, pero sus ojos hipnotizados parecían no perder detalle. Podía ver la delicadeza como sus bocas se buscaban, como apenas rozaban sus labios entre sí, atrapándolos y soltándolos con la finura y elegancia de gráciles movimientos ejecutados por bailarinas de ballet y la comparaba con la forma torpe y agresiva de los hombres, observaba sus manos pequeñas y delicadas deslizarse tiernamente por sus cuerpos, no eran invasivas como las de un varón, eran conciliadoras como si pidieran permiso antes de tocar, y quisieran grabar cada milímetro de piel con su tacto. La más joven acariciaba los senos de su compañera apenas rozándolos bajo su palma, pasaba por sus contornos redondos y se quedaba a la altura del pezón reteniéndolo posesivamente. De pronto, la que estaba siendo acariciada abrió los ojos y se encontró con los de Irma. En forma insultante –gritó- ¡Y tú que miras tanto perra! ¿También quieres? y apartándose de su compañera que intentaba retenerla se le abalanzó justo en el momento en que pensaba marcharse. La muchacha le impidió el paso con su cuerpo, tomándola con ambas manos por la cintura, mientras con ojos desorbitados le preguntaba ¿Te gusta mirar, perra? ¡Anda contesta! insistía. Irma aterrada se asía del lavamanos como atenazándolo, impotente por no atreverse a hacer nada…entonces la muchacha mordiéndose los labios cambió su gesto agresivo y sin quitarle la mirada comenzó a subir sus manos para acariciarle por sobre la blusa de algodón, ante el incentivo de su pareja. El martirio la atajaba. Intentó cerrar los ojos para despertar de esa pesadilla, pero su agitado pecho tembloroso, hizo creer a la joven que respondía a sus caricias, quien buscó con decisión sus labios. Ante el contacto de su boca cayó lánguidamente en un abismo de sensaciones nuevas, todo se estremecía en su interior de un modo convulsivo, se vio respondiendo involuntariamente a sus besos; dejándose llevar por la frescura de esos labios carnosos abrió su boca permitiendo que su lengua húmeda jugueteara dentro, ávida de placer fue cediendo a caricias intimas que despertaban el fuego contenido de su piel dormido por tanto tiempo y abandonó toda resistencia, entregándose por completo, al punto de permitir que ambas mujeres acariciaran y besaran sus senos desnudos. Fue entonces que el sonido del celular la volvió a la realidad. Horrorizada por lo vivido, abotonó apresuradamente su blusa, y se alejó de las jóvenes que la vieron perderse. Se disculpó con sus amigas y se retiró avergonzada del lugar.
 
No concilió el sueño en toda la noche, las imágenes del encuentro con las jóvenes se le venían a la mente, los besos, las caricias, terminaron por llevar su mano al bajo vientre internándose en un profundo orgasmo.
 
Los días siguientes siguieron en espantosa rutina. A pesar de que sus compañeras organizaron otra salida, se negó, afligida por toparse con alguna de las muchachas. Cierta noche soñó que la más joven llegaba a su casa. El espanto tras verle, provocaron que despertara totalmente sudada. La sola idea que Pablito sospechara las cosas que le pasaban últimamente le llevó a un estado de angustia que terminó con un desmayo en la oficina.
 
La visita del médico, la licencia por quince días, terminó por envolverla en un eterno tormento. Fue entonces que empezó a salir de noche, acudía a bares, pedía un trago y esperaba, esperaba por horas…rechazando a cuanto hombre se le acercaba… luego se retiraba.
Noche tras noche, volvía a repetir sus salidas, se sentaba en un rincón, pedía un trago y esperaba, esperaba que algo pasara, pero nada.
 
Una noche antes de pedir el último trago, notó que una pareja sentada enfrente le miraba a ratos. En el instante que el hombre se incorporó, la mujer se acercó a su mesa, puso su mano sobre la suya y dejó una tarjeta - Llámame - dijo con una sonrisa cómplice. Sus miradas solitarias y carentes de cariño se encontraron e Irma entendió que su búsqueda había terminado.
 
 
 
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Foto del autor Esteban Valenzuela Harrington
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Descripción

Una mujer que se da cuenta que no ha vivido

Palabras Clave: Soledad

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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