Diez meses ( 33, 34 )
Publicado en Mar 12, 2014
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33
Desafiantes, silenciosas, salpicadas de pueblos, las montañas aparecieron ante Alicia más imponentes que nunca. Agradecida por proporcionarle la imagen más perdurable del viaje, se volvió hacia Amalia para comprobar que no estaban solas en la terraza.
Sentado a una mesa, en la que se apreciaban restos de un contundente desayuno, un hombre estudiaba un mapa con el que tapaba parte de su cara. Lo que quedaba al descubierto, un rostro delgado con una barba incipiente, le interesó, y eso era más de lo que había sentido cuando aceptó la cita preparada por Elena. La única que había tenido en dos años.
Dando la espalda, parcialmente, a las montañas, se sentó de cara al joven turista. Situó su origen lejos de la comarca. Ningún hombre de los alrededores saldría a la calle con unos pantalones como los que él llevaba. A rayas, de infinitos colores y fabricados con una tela rígida semejante a la de las cortinas que colgaban en muchas de las puertas del pueblo. Cuando finalmente dobló el mapa, no pudo determinar si sus ojos eran azules, verdes o una mezcla de ambos colores.
Pensó en él aquella noche, en las sensaciones recobradas, en que no haría nada por silenciarlas.
Resignada, encendió la luz. Era la primera noche que le costaba dormir desde que estaba en el pueblo. No le sorprendía. Pronto recuperaría el dolor de cabeza, ya creía sentir cierta rigidez en el cuello, el cinturón y el cansancio en los ojos. Era inevitable. Pero no renunciaría, tan fácilmente, al atisbo de equilibrio que había conquistado en estas vacaciones. Su intención era conservarlo el mayor tiempo posible.
Los periodos de mayor tranquilidad los había alcanzado al borde del río y contemplando el pueblo. Ver montañas en la ciudad quedaba descartado; el río no, pero detenerse en medio del tráfico para ver una balsa de agua estancada no era una imagen muy apropiada con la que relajarse.
Caminar sí la ayudaba. El paso rápido con el que iniciaba las caminatas a la salida del trabajo se convertía al poco tiempo, en un paseo con el que disfrutaba cuando lograba concentrarse, exclusivamente, en él. También la calma había asomado ayudando a Amalia a arreglar las macetas y acondicionando el patio con vistas a la primavera. En su balcón no cabrían más de dos macetas, tres a lo sumo si eran pequeñas. Suspiró. Iba a necesitar mucha imaginación cuando regresara a la ciudad.
Dobló la almohada bajo la cabeza y cogió el libro. Tiró del impreso que marcaba la página donde interrumpió la lectura esa misma mañana. Posado sobre un montón de libros un búho la miraba. Introdujo el papel en una página al azar. Pero la enigmática mirada persistía y liberó el papel. El ala izquierda del búho señalaba dos números de teléfono. Debajo de los números, tres palabras que, en la librería esperando a Pedro, no tenían sentido.
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– ¿Quién va a romper el hielo?
Durante unos segundos ninguno de los presentes se dio por aludido. Finalmente, fue  el más joven de todos quien comenzó a hablar.
Alicia recordó su presentación. Se llamaba Eduardo y estudiaba primero de sociología en la universidad. Inscribirse en el taller de lectura era una manera de obligarse a leer fuera del ámbito de los estudios.
–Básicamente, el libro trata del transito de la adolescencia a la edad adulta. Arturo, el protagonista, se resiste a crecer, pues eso supone aceptar responsabilidades y enfrentarse a los problemas que conlleva madurar – dijo Eduardo reclinándose un poco más en el sillón.
Alicia miró uno por uno a los demás integrantes del taller de lectura y pensó que formaban un grupo variopinto e interesante, si bien más reducido de lo deseable para poner a prueba los iniciales conocimientos de un aspirante a sociólogo.
– ¿Alicia?
Alicia sonrió a Victoria, la organizadora del taller, con quien hacía  dos semanas había hablado por teléfono. “ El taller de lectura no se va a celebrar”, escuchó, decepcionada, cuando recién llegada del pueblo y sin saber cuánto tiempo llevaban los impresos en el mostrador de la librería, marcó uno de los números para informarse. “Necesitamos veinte personas para que nos cedan un aula en el centro cultural, y contigo son ocho los inscritos”, continuó diciendo la voz modulada que en ese instante la invitaba a intervenir.
–No estoy de acuerdo en que Arturo no quiere enfrentarse a los problemas o que evita sus responsabilidades – dijo Alicia mirando a Eduardo – Creo que a lo que se resiste es a abandonar sus sueños e ilusiones. Si eso es crecer, él no quiere hacerlo.
–Soy de la misma opinión.
Alicia se volvió hacia el profesor jubilado y se encontró con la mirada de Mario, un informático reconvertido en taxista. Así condensada, la historia de aquel hombre de treinta años podía parecer chocante, pero Alicia intuía un laborioso proceso detrás de aquella decisión.
–A lo largo de toda la obra planea la idea, la necesidad diría yo, de conservar la utopía como motivación…
–Perseguir lo imposible. ¿Adónde nos lleva eso?
La mujer que había interrumpido al viejo profesor era Teresa. Su presentación se extendió a otros miembros de su familia, su principal ocupación durante los últimos quince años.
–A intentar mejorar el mundo, empezando por nuestras vidas y la de quienes tenemos más cerca.
Todos miraron a Paula. Trabajaba como reportera gráfica en la sección local de un periódico. La sonrisa que siguió a sus palabras acentuó unas prematuras arrugas en torno a sus ojos.
Por espacio de dos horas desmenuzaron el libro. Detalles en los que ninguno reparó adquirieron protagonismo gracias a la mirada de Paula. El profesor dejó al descubierto los recursos y las técnicas utilizados por el autor en la elaboración de la obra, y la experiencia de Teresa esclareció las complicadas relaciones entre el protagonista y su madre.
Necesitaban veinte personas que gozaran con la lectura, pero con seis fue suficiente. Victoria no hubiera podido acoger un grupo mucho mayor en su casa.
–Nunca he conseguido terminar un libro de teatro – dijo Paula una vez hubo finalizado la sesión.
–El fin del teatro es la representación. Es posible que escenificándolo con alguien te sea más asequible – dijo Victoria mirando al grupo que habían formado, Mario, el profesor y Alicia.
 
 
 
 
 
 
 
 
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Foto del autor carmen garcia tirado
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Descripción

diez meses

Palabras Clave: diez meses

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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