Conozco de ese sabor amargo que queda.
De la garganta reseca, en continuas carrasperas.
Del corazón acelerado, en derroche de palpitaciones.
Y del cabreo que se instala, después de una pelea.
 
Conozco  horas de insomnio, considerando si vale la pena.
De deambular por las noches, solo mirando estrellas.
De torpezas y desaciertos, sin controlar las acciones.
Y de llorar a escondidas, por ilusiones que vuelan.
 
Conozco  la inminente calma, cuando se va la tormenta.
Del regreso  de ese orden, adentro de la cabeza.
Del retorno del control, que asiste a las emociones.
Y de archivar en un cofre, ese recuerdo que queda.