El difunto de Villa Francisca.
Publicado en Sep 06, 2009
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 El difunto de Villa Francisca    Se murió como  a las ocho de la mañana de cualquier día del mes de agosto del año 1962. Habían transcurrido muchos años y todavía se colaba en el tiempo  el  recuerdo  latente que aquel sujeto , el difunto, había dejado  en mi pensamiento. 
 Cuando le avisaron a mi madre que el mudo, el hijo de una pariente llamada María Cristina, de inmediato dejo de hacer los quehaceres de la casa  y se  dispuso a cumplir como ella decía , con esa persona que era casi como de la familia.
  _Hay que ir al velorio me dijo mi madre que sabía yo odiaba ir a visitar muertos y tumbas. Me miro de momento con una mirada inquisitorial. Mientras yo pensaba mirándola retadora y conversando conmigo misma que no entendía como  mi madre  no se perdía una fiesta de muertos o un velorio, o como se le quiera llamar.  El caso es que yo no compartía ese placer de ir a dar el pésame precisamente ese día en  que el muerto  estaba allí en presencia.  No me gustaba el olor a muerto y los claveles que le ponían encima de la caja  o el féretro,  las coronas con lazos morados y letras en plata que enviaban algunas personas.  Tampoco me gustaba el olor de las azucenas porque me daban alergia y no bien el calor aumentaba provocaban un olor asfixiante horrible que se me iba a la cabeza .
 
Digo una fiesta de muertos, porque la gente se amanece dizque acompañando el difunto, dándole  apoyo moral a los familiares que están desconsolados sentados alrededor del muerto. Allí se  colocaban las sillas  que rentaban en Blandino, un negocio que existía en Santo Domingo para esa época en donde se alquilaban todo tipo de sillas y mesas.  Las sillas se colocaban en forma de ritual cerca de la caja del finado.
El difunto Manuel Julio  Bodegal, no se la razón pero  era mudo. si era de nacimiento, o por enfermedad, pero había algo más en él que me asustaba. No sé si era por lo feo que era o por su cara que no era muy agraciada  … Cuando mi madre me llevaba a visitar aquella casa regresaba cargada de conconetes y masitas de coco  que hacía la madre del mudo  
Doña Chencha tenía una fabrica de conconetes. Estos los  vendían por las tardes en una mesa que colocaban  en la puerta de la casa .Allí ella se sentaba por ratos y con una latica en la que echaba el dinero. De esa manera y dependiendo de  un par de muchachos , que salían con una bandeja por toda Villa Consuelo a vender los conconetes  se sostenía económicamente  por así decirlo pues lamentablemente en el país no existía ni existirá Servicios Sociales para los pobres .      
Yo no quería ir al mortuorio pero pensé en los conconetes y el chocolate que no faltaría esa noche.  Me puse mi falda negra y mi suéter blanco y mi madre que parecía otra difunta de tan flaca que estaba se vistió de negro.  Al llegar a la esquina de la casa ya escuchábamos  a doña Chencha   dando gritos. Cada vez que veía entrar a alguien rompía en sollozos y lamentaciones y  no atinaba a terminar de arreglar al muerto.  Al difunto, todavía se encontraba en la cama y le bañaban con agua florida . Parecía un muñeco de trapo desmongado , ya lo tiraban de un lado, ya lo tiraban  para otro y la cabeza monga como esas muñecas que me daban miedo. Allí estaba dona Rita la vecina tratando de limpiar la sala de la casa que parecía que hacía años no le pasaban una escoba. Las telas de araña hacienda fiestas  por todas partes y los rincones llenos de basurita.   Alquilaron sillas  para los deudos y una batea de hielo que  también trajeron para ponerla debajo del ataúd del difunto.
Yo estaba en una esquina medio asustada pues apenas tenía nueve años pero ya sabía bastante  de difuntos y entierros porque mi madre como ya he dicho era fanática de los muertos. Responsable decía ella, en la amistad y en la enfermedad y cuando alguien moría ella cumplía con su presencia, con las flores  el té de jengibre y las galleticas con queso para los que amanecían.
Habían  traído la caja para el muerto de madera sin mucho lujos porque eran pobres  y allí acotejaron el difunto con sábanas blancas y un traje negro que compraron de medio uso en un pulguero  con olor a naftalina que se regó por toda la casa.   Manuel Julio en vida nunca supo lo que era un flu y siempre estaba en chancletas porque tenía los pies deformes  No tenía zapatos de manera que le taparon las piernas y lo pusieron todo lo hermoso que el nunca había sido. Si llegara a despertar al verse se asustaría confundiéndose con otra persona y  a lo mejor saldría hablando.
Doña Chencha no hacía más que llorar y caer en ataques por la perdida de su pobre hijo. El difunto tenía sesenta años, así que estaba pago para lo que él hacía según decían algunos deudos. El mudo se sentaba horas eternas en una mecedora en la puerta de la casa y conocía a titirimundachi  que pasara por allí y lo saludaban muy efusivamente con una fraternidad que hoy no existe en ninguna parte.
Cuando el barrio se enteró de su muerte, hacían filas para pasar frente al ataúd. Si es por lagrimas el hijo de Chencha sería millonario, porque allí se lloró más que la catarata del Niagara desbordándose y el río amazonas se quedo corto de tantas personas llorando que  se congregaron para darle su último adiós al finado.
Don Cipriano el marido de Chencha tenía  un jumo de cuadritos porque no dejaba descansar la botella y en el bolsillo del saco tenía una chata de Bermúdez que no la dejaba terminar.  Iba a la habitación  a llenarla para el disimulo y luego se tiraba en una hamaca que estaba en el patio.
 
Se empezaron a formar grupitos de los vecinos y familiares tan pronto se aplaco la gritería. Pero  no pasaba mucho rato cuando dos mujeronas voluptuosas moviendo las caderonas con cadencia con el fondilla más grande que la Catedral , que paraban el transito al cruzar la calle. Se trataba de  unas mulatas con pañuelos en la cabeza y vestidas de blanco como santeras se sentaron frente al difunto  y todo el mundo se preguntaba quienes eran, porque en verdad allí nadie  las conocía. Como parte del show las dos mujeres caían de vez en cuando en una gritería que se escuchaba en la esquina. La otra se despatillaba y caía con un ataque  ___ ¡hay, hay no puedo!  ¡llévame contigo Manuel Julio mi hermano!  ¡hay gran poder de Dios llévalo al cielo!__ y caía de nuevo en otro ataque de llanto. Esas mujeres lloraban por paga y aparecían en todos los velorios del barrio. De manera que  negociaban el llorao. Ellas tenían varias tarifas  y montaban el espectáculo por una cantidad negociada con los familiares para hacer más trágico  y emocionante el velorio.
Ya comenzaba a caer la tarde y no cabía mas gente dentro de la casa y el perfume de los nardos y las azucenas se juntaba con el olor a tabaco,  el agridulce de la gente que llegaba sudada y la falta de desodorante, la ropa sucia de muchos que por falta de agua no se bañaban hacia no sé cuantos días. El caso es que  hasta en la acera había sillas donde yo por supuesto estuve sentada la mayor parte del tiempo por aquello de darle menos nariz a los perfumes antes mencionados. 
 Eran las ocho de la noche cuando llego Chochueca el Zacatecas como le decían y preguntó con su voz en tono ronca  una voz de ultratumba. __Saludo…  me pueden decir  ¿quien es la dueña de la casa y como se llamaba el muerto? Alguien le señalo con un dedo la madre del difunto. Se acercó a  Chencha  a darle el pésame y ofrecer su servicio en el cementerio con las flores y  se dedicó a ayudar como acostumbraba en cada una de las casas que había un muerto. Chochueca al final, cuando se llevaban al muerto iba por la parte atrás de las casas a pedir la ropa del difunto y algún dinerito si había.
Llegaron los cueros, las putas y los travestís de la  calle Duarte, perfumadas y maquilladas  para su entrada en el combate de algún cabaret vecino o aledaño al barrio. Cuando pasaban por la casa supieron que Manuel Julio había muerto  y así con todas sus  lentejuelas  media pierna afuera , su perfume barato y un escote hasta las nalgas, hicieron presencia frente al féretro del difunto, echaron dos lágrimas y salieron dejando el olor a puta de noche y dos o tres lentejuelas que cayeron de sus trajes.
Los nardos y las azucenas empezaron a oler  con un olor sofocante y yo a estornudar. El café y las galletitas se pusieron en la mesa de comedor con los pedacitos de queso para los  presentes, el té y el chocolate se fueron mas rápido que ligero.
Poco a poco según  iba pasando la noche la gente formaba su grupo y se hacía un jolgorio como el de un mercado. Los hombres jugando domino y las mujeres murmurando unas de otras.  Los parientes se turnaban cerca del muerto. Ya empezaron a espantar las moscas que se le acercaban al  difunto.
Llego la rezadora una mujer voluptuosa con unas tetas que casi se iba de frente  y un pañuelo amarrado en la cabeza. Pidió el retrato del muerto, el agua bendita, la ruda y  alguna pieza del  mudo para ponerla en la mesa y así poder  iniciar los rezos que consistían en rezar  el rosario y la letanía para llevar al muerto al cielo.
    Llegó Barajita una mujer que  decían se había vuelto loca, que andaba por las calles de la ciudad de Santo Domingo deambulante con un montón de bultos  y carteras como siempre pintados los labios de rojo y un sombrero con una flor en un lado. Sus brazos cubiertos de baratijas ,no le cabía una pulsera más y en  los cinco dedos de cada mano un anillo. En su cuello infinitos collares que le llegaban hasta el ruedo de la falda y las uñas pintadas de rojo. Ellos eran muy amigos, Barajita y el difunto. Por eso, ella se sentó a llorarlo como una hermana  y amaneció frente al muerto despidiéndolo con dignidad.
Allí llego también el Maco Pempen un hombre deforme una figura de antaño que deambulaba pidiendo por las calles de la ciudad y parecía un verdadero  sapo con las cara llena de pelotas y con los ojos brotados y la boca llena de dientes deformes. Sus manos deformes y sus pies abiertos como un sapo , andaba siempre descalzo o con unas chancletas de pulpero. Por eso el nombre . Las lágrimas le corrían llorando al difunto a quien parece apreciaba mucho
Los músicos buscones , esos que tocan en las calles cuando ven grupos de gente tomando licor en las aceras. Sin invitarlos se paran y comienzan a tocar sus instrumentos y cantan , después pasan   el sombrero.  Uno de ellos pidió  permiso para cantarle un merengue al muerto y acompañarlo en su último día en el que el universo lo envío al mundo de las tinieblas.
Decía el maestro del grupo,___ con el debido respeto que me concierne dama __y se refería a la madre del difunto la que asintió con la cabeza con un __ si como no y gracias__.
Temprano en la mañana estaban allí todavía congregados  los amanecidos ,en su mayoría vecinos y el muerto. Gente del barrio más que familiares acompañando a la dolida madre y el borracho padre, que dormitaba hipeando en una hamaca en el patio espantándose las moscas sin recordar que en la casa había un velorio.  Ya  empezaba a descomponerse el cadáver el cual  tuvieron que tapar porque se estaba poniendo morado y el hielo se había terminado. Se fueron a la fabrica de hielo de Lengua Azul a esperar que abrieran para comprar un bloque de hielo y lo trajeron en un moto concho. Ya eran las ocho y brindaron chocolate y algunas masitas de coco que habían quedado de la noche anterior. Todos los deudos esperaban para el entierro junto con los vecinos solidarios  que se dieron cita la noche anterior. Todos querían cargar al muerto y entrarlo en la carroza que lo llevaría al cementerio. Las flores comenzaron a ponerlas en el carro fúnebre y de pronto se formo un reperpero porque los vecinos querían llevarse las cintas de recordatorio  del muerto. Se formó un tira y hala de los vecinos con los deudos por coger las cintas recordatorias, porque ellos, los vecinos entendían que les correspondía ese derecho por su lealtad  para con el muerto
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Descripción

el difunto. cuento contemporaneo ambientado en la Repuliblica Dominicana

Palabras Clave: cuento

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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miguel cabeza

Gracias por la invitación a la Fiesta del muerto. Como te dice Gabriel, un bello relato costumbrista


Saludos
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September 08, 2009
 

doris melo

Gracias Maval . Si tienes razon es un recuerdo de mis años de infancia que tuve la oportunidad en multitud de veces de ser testigo pues como digo mi madre era una asidua visitante para cumplir con los deudos ella se sentia comprometida y soldiadaria y asi me lo enseño . Yo era renuente y aun lo soy pues no me gusta visitar funerarias a menos que sean familiares y amigos mios muy cercanos. En esa epoca en plena ciudad era asi como se hacian estas ceremonias y te estoy hablando de los años 60s que fue cuando sucedio esta anecdota que cuento. Me alegra mucho que te gustara y te invito para que te rias mucho a leer el viajante mentiroso. Saludos
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September 06, 2009
 

MAVAL

DORIS
CUENTAS UNA HISTORIA DE UN ACONTECER TIPICO EN MUCHAS ZONAS LATINAS...
EN MI PAIS SE HACEN ESTAS CEREMONIAS SOBRE TODO EN EL CAMPO...CLARO ME REFIERO A LO QUE TU LLAMAS LA FIESTA DE MUERTOS ...Y ES ASI UNA FIESTA EN RESUMEN...SE CELEBRA LA VIDA EN SUMA, LA VIDA POR AQUEL QUE VIVIO A NUESTRO LADO Y PARA DONDE SE IRA A VIVIR JUNTO A LOS ANCESTROS...AL MENOS ESO ME ENSEÑA LA FAMILIA Y LO COMPRENDO...AUNQUE LA PERDIDA ES IRREPARABLE POR QUIEN SE VA PERO QUEDA LO BUENO DE ESTA EN NUESTRA VIDAS...

TODO TIENE SENTIDO, DE ALGUNA MANERA COMO TU LO DESCRIBES ES COMO EN UN CASO ASI SE REUNEN LA DIVERSIDAD SIN ATROPELLOS, NI DIFERENCIAS DE ESTA PERSONA QUE NO SE COMUNICABA PERO QUE INCLUIA A TODOS...Y ELLOS TAMBIEN LO INCLUYERON ...

SALUDOS.
MAVAL
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September 06, 2009
 

gabriel falconi

doris me gusto mucho este relato costumbrista y cargado de nostalgia.
te mando mis estrellitas
te felicito no te conocia
si quieres te invito a ller mi cuento doble crimen
Responder
September 06, 2009
 

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