No fue difícil arrancar las sábanas donde durmió hasta pasadas las seis de la mañana, sin embargo me incliné hasta dejarme abatir por el cansancio.
Liberé mi mente de todo pensamiento, sin entender las razones, caí lentamente en la cuenta de que ya no estaba y me fue inentendibe toda asimilación de que hacía unas horas había abrazado su cuerpo, rodeándolo con mis brazos su cintura.
 Los meses en el calendario, iban siendo tachados unos tras otros sin intervalos concientes, todo era un pequeño laberinto.
Vi cómo se acercó lentamente hasta mis labios y el silencio fue infinitamente dulce y suave... me anestesió.
Eso que no pude decirle,  todo lo que me consumía internamente era el tiempo que debía esperar para volver a verle, incluso me consumía lo traumático de ciertas cosas que vendrían posteriormente.
Su taza había quedado llena y la mía vacía. Su té diurno se enfrió en la ausencia. Acompañé sus pasos hasta que vi como ascendía para quedarme a solas entre aquel tumulto de seres extraños.
Sin darme cuenta, las horas pasaron y tras largos momentos inconcientes  tendida sobre esa cama solitaria y oscura, fui dándome cuenta, entrada la noche, que no me besaría como la noche anterior, que su cuerpo no lo vería desnudo, que mis manos no acariciarían su piel ni haríamos el amor a escondidas en ese rincón del cuarto.
Corrimos hasta alcanzar aquellos lugares; el sol que ahora ingresa es sin dudas una luz artificial.
La mirada brillante, su sonrisa llena  de detalles y gestos delicados. Hoy... ¿quién me llevará hasta su pecho y me dirá que todo estará bien?.
Medios globales y abstractos, ya no son los que necesitamos en la vida, quiero sentir su alma otra vez.
Me explicó que pronto volvería, miré el calendario y las lagrimas fluyeron...