Diez meses ( 13 y 14 )
Publicado en Dec 31, 2013
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13
Hoy estaba de suerte, sólo pasaban treinta minutos de las tres de la tarde cuando traspasaba la puerta del trabajo y salía a la calle. Después de varios episodios desagradables en el autobús, Alicia caminaba siempre que el cansancio se lo permitía. Algo que sucedía cada vez con más frecuencia. Sus piernas se habituaban a las caminatas y raramente le reprochaban el esfuerzo añadido que les exigía. Esa tarde caminaba despacio, no tenía prisa y necesitaba pensar.
Abrirse a otra persona suponía un riesgo. Quedar expuesto ante alguien que no apreciaba la confianza que se había depositado en él producía una sensación de desaliento de la que era difícil desprenderse, pero tenía que hacerlo. No podía quedarse en el silencio donde nadie pudiera ayudarla. Precisaba de una mirada objetiva con la que orientarse en la vorágine de emociones donde permanecía enredada.
Esa mirada era la de Pedro. La promesa de una conversación interesante la había llevado, durante el último mes, a visitar asiduamente la librería. Aún así, su conocimiento sobre Pedro era muy limitado. Lo que tiempo atrás le hubiera parecido un obstáculo insalvable para sincerarse con otra persona, lo veía hoy como una ventaja. Si se equivocaba con Pedro, la decepción sería infinitamente menor tratándose de alguien a quien apenas conocía; y no por falta de curiosidad.
A pesar de sus esfuerzos, era consciente de que su estado de ánimo tendía a ser sombrío. Algún día preguntaría a Pedro por qué había elegido una compañía así. Por ahora, su mirada directa y hermética le negaba la respuesta. A cambio, le proporcionaba la serenidad donde descansar de la continua agitación en que vivía; renunciar a esa tranquilidad era un lujo que no pensaba cuestionar.
Adoptando la velocidad que marcaba la figura luminosa que apareció en el semáforo, cruzó dos carreteras para acceder al paseo central del bulevar. Caminó bajo los árboles, pisó sus hojas y disfrutó del breve respiro que le daba la ciudad.
14
– ¿Crees en la intuición?
Pedro miró, por encima de las gafas, hacia la ventana. Alicia observaba la calle de espaldas a él.
–Si, creo que existe un conocimiento innato en nosotros.
Alicia se volvió. Pedro había dejado encima de la mesa los documentos que estaba revisando.
–Quizá una intuición no sea la mejor explicación para lo que me sucedió hace unos meses en el trabajo.
– ¿Por qué no te sientas?
–Vi mi futuro a través de la imagen agotada de una compañera. Fue un instante, pero tuve miedo – dijo Alicia sin moverse.
– ¿Te gusta tu trabajo?
–Es lo que siempre he hecho.
–Eso no es lo que te he preguntado– Pedro continuó hablando cuando comprendió que no obtendría ninguna respuesta–Lo que tú llamas intuición es el verdadero conocimiento. Nace libre en tu interior, sin condicionamientos.
–No sé qué hacer con él.
– ¿Seguro que no lo sabes? –No creo que te dijera nada que tú no supieras ya – insistió Pedro.
Alicia no recordaba cuánto tiempo llevaba justificando el malestar que sentía no sólo en el trabajo, sino con su vida en general.
–Es cierto – reconoció.
–Si no la escuchas, puede enmudecer. Si eso ocurre, ¿quién te avisará de tus errores?
¿Eso era lo que hacía la voz, advertirla cuando se equivocaba? Si era así, tuvo el convencimiento de que no la escucharía mientras estuviese allí.
– ¿Puedo hacerte una pregunta?
–Prueba a ver – dijo Pedro.
–Es personal – dijo Alicia regresando a la mesa.
– ¿Qué quieres saber?
Alicia quería saberlo todo de él.
–Me gustaría saber algo más de ti.
Pedro se quitó las gafas. La mirada expectante de Alicia puso una ligera sonrisa en su boca.
–Hubo una época de mi vida en que me sentía desencantado y sin ningún interés por lo que hacía. Trabajaba como directivo en una importante agencia de publicidad…
– ¿Eras un ejecutivo?
–Me temo que si – dijo Pedro al percibir cierta decepción en ella.
–Perdona, continúa – dijo Alicia incapaz de imaginarse a Pedro desempeñando otro trabajo que no fuera el de librero.
–Bueno, no hay mucho que contar. Un día me pregunté si quería pasar toda mi vida tratando de convencer a la gente de que comprara cosas que no necesitaba y como puedes ver, la respuesta fue no.
– ¿Por qué una librería?
–La librería llegó más tarde. Durante un año no hice nada, y fue el tiempo mejor empleado de mi vida. Parece una contradicción, ¿no?
Alicia estaba segura de que cuando terminara de hablar no lo parecería.
–No hice nada de lo que normalmente entendemos por productivo. Había días en que no veía ni hablaba con nadie, pasaba horas en silencio, leí muchísimo, recuperando lo que una vez fue mi mayor afición. Era moderadamente feliz. Porque como ya debes saber – dijo Pedro poniendo mayor énfasis en su calida voz – la felicidad completa no existe.
Alicia no pensaba cuestionar aquella afirmación.
–Por más que mis necesidades materiales eran reducidas, no podía prolongar aquella situación indefinidamente – continuó Pedro –, antes o después tendría que buscar otro empleo y me daba cuenta de que no podría incorporarme a la acelerada vida que transcurría al otro lado de la ventana sin perder la paz que disfrutaba, a no ser… que los libros y el silencio, que tan bien me hacían sentir, formaran parte de mi nueva ocupación.
Pedro hizo un gesto elocuente con las manos con el que dio por finalizada su historia
– ¿Sabes lo que si es una contradicción? – dijo Alicia inclinándose sobre la mesa – ,que ahora vendes algo necesario y no haces nada para convencer a la gente de  que lo es.
–Ahora confío en la capacidad de la gente para descubrir por si misma, al igual que hice yo, qué consideran necesario. Espero y confío. Espero que entren, no importa el motivo: conseguir respuestas, compañía para hacer más amena una espera, poner un toque de aventura en sus vidas, pasar el rato, refugiarse del frío o el calor. Y confío en que vuelvan, muchos lo hacen –dijo Pedro – poniéndose nuevamente las gafas.
 
 
 
 
 
  
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Descripción

Diez meses

Palabras Clave: Diez meses

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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