Lorainne. Cerca de la belladona.
Publicado en Oct 21, 2013
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Estaba harta, cansada, enojada, con esa vida, no encontraba un solo motivo para seguir allí, desde que mis padres me habían recluido en aquel colegio solo me la pasaba esperando el día en que pudiera salir o escapar de ahí, lo había intentado tres veces ya,  tenía que derrumbar esa enorme muralla que lo rodeaba, pero ¿cómo? a veces el hecho de pensar en salir me parecía absurdo, inútil, imposible.
Mis ''amigas'' tenían sus tontas reuniones llenas de maquillaje y platicas de chicos que ninguna podía tener cerca, era un colegio de chicas, éramos 6 en aquella alcoba, todas eran una princesas mientras yo entre ellas me sentía un bicho raro, por más que intentaba ver el lado bueno de estar en ese lugar y justamente con esas mujercitas, no podía, me volvían loca, sus risas, sus canciones, sus maneras de secretearse mientras yo me hacia la dormida para no tener que hablar con ellas.
 Caitlin era la única que me parecía agradable, igual a mí, era una chica muy seria, usaba anteojos, era muy delgada y frágil, al menos eso me parecía a mí, era muy inteligente y por lo que se veía le gustaba mucho estar ahí con esas monjas que nos enseñaban a rezar y mas tonterías, probablemente era religiosa ya que cada mañana y cada noche la veía arrodillada, yo creo en Dios, sin embargo es a mi manera, ella, de una tez muy blanca y ojos azules, con el cabello oscuro, parecía una muñequita de porcelana.
 Otra de ellas era Alessia la artista del grupo, todo el tiempo cantaba y cantaba, era lindo su canto, pero me tenían harta sus mismas canciones, bueno y no la culpaba en aquel lugar era difícil escuchar otra melodía que la de monjas, ni siquiera podíamos salir a los jardines sin sentirnos vigiladas, como las demás tenía el cabello rubio y los ojos verdes, la imagen de chica americana y perfecta, Phoenix y Phyllis, eran gemelas, una era muy activa mientras que la otra disfrutaba mucho de dormir, podría decir que en ellas se diferenciarían el bien y el mal, pero las dos eran iguales en el sentido de que siempre estaban juntas, inseparables completamente, a pesar de sus estúpidas peleas por labiales y arreglos del cabello; y nos queda Venus, por su nombre se supone que debería ser la más hermosa de todas, pero no era así, ella era presumida, aun mas que Alessia podría decir, pero no tenía algo en sí que presumir, no me parecía agradable en lo más mínimo.
A diferencia de ellas, yo no era una princesa, no lo era porque no me sentía así, ¿cómo podría decir que era una princesa si ni mis padres me querían cerca de ellos? les estorbaba, eso era más que claro, era diferente, demasiado diferente, mi cabello negro, antes rubio, que había teñido para no parecer una muñeca, mis ojos grises, que todos los días tenían dos líneas negras también, supongo que eso era lo diferente, me gustaba la oscuridad, si por las noches había una luz, por más pequeña que fuera, no podía dormir, y mis compañeras eran demasiado molestas, siempre con la luz encendida, hablando y hablando y... hablando.
Todo me hacia diferente, ellas estaban tan felices dentro de ese lugar y yo solo parecía estar gritando tan fuerte, me sentía perdida en un lugar donde ni siquiera podía disfrutar de un día nublado o ver las montañas, o un lago, no había  nada interesante, ni algo con que pudiera distraerme de esas estúpidas clases donde me sentía excluida por mí, las monjas se esforzaban en verdad por enseñarme pero eso no me importaba, a nadie le importaba tampoco, nadie se interesaba en cómo me sentía con todo aquello.
Los días seguían pasando, con su extraña melancolía, y yo seguía igual o peor por no poder salir de allí, un día estaba en la biblioteca, pensando en una nueva manera para escapar, necesitaba una cuerda muy larga, la muralla tenía más de cinco metros, los guardias de afuera custodiaban como dragones el colegio, debía ser muy inteligente, pensaba en una noche, escabullirme por los pasillos mientras todas dormían, salir al jardín perderme entre la belladona que había crecido demasiado, en ese lugar no había mucha luz, era perfecto para este plan, ahora sí, estaba segura, completamente segura de que no podía fallar, me había hecho amiga del viejo conserje y sabia donde guardaba los picos para escalar, solo necesitaba robarle uno mientras estaba descansando, estaba todo preparado, ahora si, por fin saldría.
La noche siguiente, antes de llevar una limonada al conserje, escondí la cuerda y una mochila entre la belladona, era media noche, entré al lugar donde descansaba a diario, dejé la limonada y le sonreí, él creyó que era la sonrisa de siempre, pero para mí era como un grito a la libertad que en unos momentos sentiría por fin, comenzaba mi exilio de la vida real, recluyéndome a una vida sin raíces ni finales, él se quedó descansando, mientras yo entraba al cuarto de herramientas, encontré los picos y salí corriendo de felicidad.
Entre la belladona estaba frio, como si nunca llegase la luz de sol, era tan perfecto ese momento, amarré bien el pico y la cuerda, me retiré un poco de la pared y con todas mis fuerzas lancé la cuerda, la miré  mientras iba en el aire, a esa hora todos dormían, nadie se acercaba al lugar de la belladona, porque pensaban que era venenosa, así que estaba completamente sola, o al menos eso creía, el pico llego a la cima, estiré muy fuerte para asegurarme de que no se aflojara para no caer, tomé mi mochila y comencé a subir, era más sencillo de lo que me había imaginado, en mi cara una gran sonrisa se dibujaba, una voz me heló la espalda al creer que una de las monjas estaba viéndome:
-¿Qué haces?
Voltee y ahí, tan tímida, estaba Caitlin:
-me voy- contesté, mientras seguía subiendo, llegué arriba, mi mente me decía que era libre, me paré sobre la muralla y escuché un grito desesperado:
-¡Lorainne!
Sabía que ella había gritado, pero no quería escucharla, la miré por última vez mientras ella corría hacia la belladona, su cara parecía extraña, no sabía si me pedía a gritos con sus ojos que la llevara conmigo o solamente me pedía que regresara, me apresuré, jalé la cuerda lo más rápido que pude, salté al árbol que había afuera y bajé despacio, no había nadie donde estaba  ahora, solamente el cielo y el horizonte acompañándome, de mi mochila saqué ropa de hombre, la cual había robado al conserje, al menos así nadie me descubriría, corrí muy fuerte, corrí tan ligera que pude disfrutar el viento rozando mi cara, llegué al lugar donde me había dejado el autobús, estaba segura de que pronto podría subir a uno y perderme, recorriendo los más bellos lugares de muchas ciudades, estaba tan feliz, sentía que el viento podría levantarme y llevarme lejos de ahí.
A lo lejos observé algo, la luz de una lámpara, en otro momento pudo haberme hecho sentir sofocada, pero era muy cálido ya que la noche comenzaba a ponerse fría, no me molestaba para nada, una mujer se acercó a donde había una pequeña banca, se sentó, me acerqué, pues pensaba que  el autobús se detendría allí, saludé, pero la mujer no me contestó, ni siquiera hizo un intento por mirarme, no me importó, mi felicidad no iba a ser aturdida por una persona amargada. Por fin el autobús llegó, era el 130 ruta Montreal, lo anoté en mi diario, mis manos parecían congelarse; la mujer subió primero, coloqué la tarjeta que había escondido hacia mucho, pensando en el día que escapara, el aparato sonó, todos en el autobús me vieron, me sentía observada, pero no hice caso, me senté al fondo del autobús, las cortinas eran muy pesadas, pero pude descorrerlas, todos me miraron nuevamente, ¿Por qué les parecía tan raro?¿A caso jamás habían visto a una chica de 17 años descorrer las cortinas? esa gente era extraña, el autobús arrancó y me aventuré en espera de lo que viniera.
Las estrellas se veían tan hermosas por esa ventana, me emocionaba tanto verlas, soñando aun el cuento de mi abuela que decía que cada una de ellas era un ángel cuidándonos, aunque yo sabía que solo eran un montón de polvo cósmico quemándose a cientos de miles de kilómetros de mi, pero no me importaba, eran hermosas y me bastaba con saber que era tan libre como ellas.
El primer lugar al que llegamos era una pequeña ciudad, estaba todo tan tranquilo ahí, había una enorme estatua de una persona, de inmediato me llamó la atención, tenía un color tan puro, hasta pensé que podría tocarla y estaría helada, después recorrimos largos pastizales con muchísimas flores rojas, azules y amarillas, que apenas se distinguían, eran tan hermosas, a esto me refería cuando me quejaba de no ver algo hermoso en aquel lugar, el cielo se veía tan bello, con unas cuantas nubes que le acompañaban, hubo un lugar en el que me hubiera gustado recostarme, en uno de eso pastizales había un árbol en el centro, parecía estar muriendo, como yo lo había estado hace tan poco tiempo, en soledad, triste y sin vida, sin una sola hojas que le acompañara, si pudiera habría bajado del autobús a hacerle compañía, lo único que hice fue soñar con el día en que volviera a ver ese árbol lleno de vida, con sus hojas y flores al viento disfrutando de vivir.
Después había un bosque, todos los arboles eran enormes, a diferencia de aquel pobre solitario, todos tenían un amigo; había un puente, cuando estuvimos en la cima, miré las copas de los arboles tornándose rojas y amarillas, en medio de la niebla, todo era tan perfecto, aquel puente podría decirse que nos llevaba hacia las estrellas, pero no era así, nos llevó a un parque, donde imaginé familias jugando, y a una nueva parada, donde un joven se sentó junto a mí y colocó su mochila sobre mis piernas, parecía que fuéramos amigos, pues poco a poco comenzó a quedarse dormido y se recostó en mi hombro, al principio me incomodaba, pero lentamente me acostumbre a su presencia ahí. Miré el reloj de ese joven, eran casi las cinco, el sol comenzaba a cansarse de dormir y pronto saldría, la luz opaca de la luna surcaba las nubes, y yo estaba tan fascinada de estar tan lejos de aquel lugar, por un momento mis compañeras llegaron a mi mente, no me arrepentía de haber salido por fin, de cualquier manera ni siquiera se darían cuenta, era tan seria y tan tímida que jamás notaban si estaba presente o no, solo Caitlin lo sabía y quizá solo ella me extrañaría, y yo la recordaba también pero ella estaba mejor sin mí, aunque hubiéramos sido amigas no la traería conmigo, esta aventura solo era mía.
A las seis paró el autobús en una ciudad enorme, veía edificios por todas partes, las luces en verdad eran hermosas, me gustaba observar como las lámparas de las calles bañaban de luz aquellos oscuros rincones, sobretodo donde había pequeños restos de vidrio, era como un sueño, brillaban a lo lejos como si fueran estrellas perdidas, ­mis ojos se querían llenar de lagrimas al recordar que estaba sola, en algún lugar del país y con un desconocido durmiendo profundamente en mi hombro, pero no lloraría, no ahora que era tan feliz, el chofer anunció que podíamos bajar al almacén que estaba cerca, nos daría quince minutos para comprar algo de comida e ir al baño, el chico junto a mi despertó en seguida y bajo de prisa, coloqué su mochila en su lugar y bajé también, corrí al baño, había dos personas ahí, espere a que salieran y entré, cuando salí casi todos estaban subiendo al autobús, entré al almacén y tomé unas papas y una soda, las coloqué en la registradora pero la chica se pintaba las uñas y no me hacía caso, estaba desesperada, el autobús estaba a punto de partir y a ella no le importaba, saqué algunas monedas que tenia y salí corriendo, subí al autobús y el chofer cerró la puerta, miré mi asiento y ese chico ahora estaba sentado en el, al menos tenía su mochila en sus piernas para que yo subiera, desde ahí pude ver como la chica del almacén solo miraba las monedas, esperaba que fuera suficiente para pagar, pero ella tenía la culpa por no atenderme, el chico miraba por la ventana, mientras yo quería asomarme aunque fuera un poco, pero me pareció que le incomodaba así que mejor comencé a comer, hacia mucho que no comía papas fritas, casi un año, eran deliciosas, tal como lo recordaba, las últimas vacaciones en casa de mis padres habían tenido una fiesta y había muchas papas, comí hasta hartarme de ellas, pero en el colegio no había y ya las extrañaba, terminé de comer, poco a poco comenzaba a salir el sol, se veía hermoso el cielo y el horizonte, rojos, como si una acuarela hubiera pasado torpemente pintando un lienzo hermoso:
-es fantástico- dije, creyendo que aquel chico me contestaría, pero me di cuenta de que se había quedado dormido, ¿Quién podía dormir si tenía todo ese paisaje ante sus ojos? Era un tonto, no sabía valorar la naturaleza, si  él hubiera pasado tanto tiempo en un colegio donde te sentías observado día y noche, en verdad sabría lo hermoso que era todo aquello.
Sentía curiosidad por saber más acerca de él, pero estaba dormido, vi su mochila, estaba abierta, había una pequeña caja, la tomé con mucho cuidado para que no despertara, la abrí y comenzó a sonar una linda melodía, era una caja musical, de esas que tienen una bailarina y se mueve cada que la abres, el chico se movió, guardé de inmediato en mi mochila la caja y fingí estar durmiendo, la regresaría a su lugar tan pronto el volviera a dormirse, mantuve cerrados los ojos casi quince minutos esperando que él respirara más profundamente. Por fin se quedó dormido nuevamente, abrí los ojos, la ventana estaba sudando por el clima frio de afuera y la calefacción, saqué la pequeña caja, había un papel en ella, decía: ‘‘Lena’’ seguro era su novia, sonreí, a mi me hubiera gustado tener una de estas cajas, y más si mis padres me la regalaran, pero ahora ni siquiera podía pedírselas, estaba lejos de casa rumbo a Montreal, y ellos estaban en Atlanta, creyéndome dormida en el colegio de Rhode Island, al menos esto me hacia feliz, levanté la mirada y desde allí pude distinguir un gran camión que se dirigía directo al autobús, me levanté:
-¡deténgase! ¡Se estrellará!- grité con todas mis fuerzas.
El chofer hizo algunas maniobras, el autobús quedó atravesado en la carretera y veía ante mí a aquel gran camión tratando de frenar, lentamente sentí que caía, tenia sueño, pero no dejaba de caer.
Abrí los ojos, grité, miré a todos lados, ¡estaba viva!
-cálmate, llamaré a la enfermera- su voz me parecía tan hueca, pero estaba segura de que era Caitlin,  ¿Qué hacia ella ahí? ¿Cómo me había encontrado?
La enfermera llegó, entonces estaba en un hospital:
-¿Dónde están todos?
-tus padres llegaran pronto Lorainne.
-¿mis padres? ¿Quién llamó a mis padres?
-tuvimos que llamarlos, el golpe que recibiste en la cabeza fue muy fuerte, los doctores pensaban que quedarías en estado vegetal.- dijo la enfermera.
-¿solo me golpeé la cabeza? creí que moriría en ese accidente.
-no intentes escapar de nuevo- dijo Caitlin –me asuste muchísimo, creí que morirías.
-¿de qué estás hablando? ¿Dónde están todos los pasajeros?
Caitlin y la enfermera se miraron confundidas:
-¿de qué pasajeros estás hablando?
-del autobús donde iba cuando escape ¿de qué más?
-Lorainne, creo que eso fue un sueño, te caíste, ¿lo recuerdas?
-¿qué? No me caí, salí de ahí, subí a un autobús, lo escribí en mi diario.
-no es así, la cuerda se rompió y caíste de espaldas, la belladona amortiguo tu caída, pero aun así estabas inconsciente.
-¡eso no es verdad! Yo estaba en ese autobús, era el numero 130, la ruta era hacia… hacia Montreal, un camión se estrello con él, ¡es cierto! ¡Lo juro!
-¡Lorainne! ¿Estás bien?- mamá llego abrazándome.
-¡mi pequeña!- dijo papá -sentimos llegar tan tarde, estábamos en Montreal y al avisarnos en seguida manejamos hasta aquí, pero un camión se estrello con un autobús y el tráfico era muy lento.
Una vez más Caitlin y la enfermera se miraron, pero esta vez con terror:
-eso no es posible- dijo Caitlin, tomó su rosario y comenzó a rezar.
-¿Qué pasa?- dijo mamá.
-ella acaba de decir que tuvo un accidente en ese autobús, que ella iba en ese autobús ¿Cómo es posible eso? –Dijo la enfermera- ella no se ha movido de aquí ¿vas a decirme que tú espíritu fue el que hiso todo eso?
-¿qué? Claro que no, yo estuve ahí, ¿Dónde está mi mochila? Ahí está la caja musical… puedo probarlo….
Me levante de la cama, la enfermera me detuvo, sentía un vacio dentro de mí, ¿Cómo podían decir todo aquello? Por supuesto que había salido, nadie me quitaría esos recuerdos, era verdad, mis padres lo habían dicho, era real todo… pero, mientras trataba de recordar lo que había pasado, también recordé lo grosera que había sido esa mujer al no contestarme, quizá no me contestó porque no estaba allí realmente, y también todos lo que se quedaban viendo mientras movía las cortinas, quizá tan solo vieron las cortinas solas, y esa chica del almacén se había asustado por las monedas que aparecían de la nada, ¿Qué pasaba? Estaba tan confundida, lo peor era que estaba segura de no encontrar aquella pequeña caja musical, ahora ¿cómo podía probarlo? comencé a llorar, ¿Qué había pasado en realidad?
 Mi madre trajo la mochila, la tomé, saqué mi diario, ya no estaba escrito: ‘‘Autobús 130, Ruta Montreal’’, saqué todo lo de mi mochila, pero no estaba ni la envoltura de las papas y menos la soda, ellos solo me veían extrañados, todos estábamos confundidos, y la pequeña caja, la cual no había podido regresar a su lugar tampoco, ¿Dónde estaba?
-¡tengo que devolvérsela! ¡Quizá puede estar muriendo ahora!
-¿a quién?
-al chico, el se sentó junto a mí, tomé la caja porque quería saber tan siquiera su nombre y cuando iba a devolverla nos estrellamos, ¡tienen que llevarme a donde este él!
-¡cálmate Lorainne! Por lo que pudimos ver, el impacto no fue muy grave, él debe estar bien.
Respire profundamente, estaba desesperada, había una venda en mi cabeza, me dolía, pero no me importaba lo único que quería era encontrarlo. Si tan solo no hubiera tomado la caja ahora todo estaría bien, si tan solo… no hubiera deseado tanto escapar del colegio, todo estaría bien, era mi culpa, era mi culpa  y no sabía qué hacer.
-Lorainne, llamaré a mi secretaria, quizá ella pueda asegurarse e informarnos de lo que paso.
Abracé a papá, no podía creer que en verdad pasaba eso, mis padres ahí junto a mí, la enfermera trato de tranquilizar a mamá, mientras papá me decía que todo estaría bien. Papá salió de la habitación, mamá se acercó  a abrazarme, Caitlin sacó un espejo, me miré, estaba pálida, mis ojos no tenían esas líneas negras de siempre, al principio me parecía raro verme así, pero me gusté, me habían dicho que me veían mejor así tantas veces y nunca había hecho caso, y mi cabello, ya se asomaba un poco el color natural, desde ese momento decidí no teñirlo más, me aceptaría como era.
Después de un rato entró papá:
-Lorainne, mi secretaria dijo que todos los pasajeros del autobús están en el hospital general.
Mis padres hicieron los trámites necesarios para salir del hospital, subimos al coche y Caitlin fue conmigo atrás, mientras que mis padres hablaban de los sustos que habían pasado:
- ¿aun te duele?- me dijo Caitlin mientras tocaba la venda.
-no mucho.
-¿en verdad, no recuerdas nada?
-no, al menos no de la caída, solo recuerdo lo del autobús.
-eso es increíble, tu alma viajo, pero tu cuerpo estaba con nosotras…
-¿eso es posible?
-sí, dicen que cuando anhelas algo, tu alma deja tu cuerpo para estar con lo que tanto quieres, así pasa con los muertos, su espíritu se queda con quienes más quieren.
-pero, yo no estoy muerta, no estaba muerta…
-estabas inconsciente, de hecho estabas en coma, los médicos creían que morirías, por un momento permaneciste en estado vegetal, quizá fue ese lapso del tiempo en que no estuviste con tu cuerpo.
-no lo sé, vivir eso es algo maravilloso, jamás imaginé que eso fuera posible.
-ahora lo sabes.
Se encogió de hombros y miró por la ventana, estaba muy tranquila, ni siquiera yo podía estar tan tranquila, siempre estaba mordiéndome las uñas o jugando con mis manos, pero ella parecía perderse entre las nubes del cielo:
-¿Por qué me miras?
Me sorprendió su pregunta, creí que estaba concentrada en el cielo:
-es solo que… estas muy tranquila, siempre, siempre estás así.
-disfruto el silencio, disfruto la soledad y también de tu compañía, eres una chica muy agradable.
Me quede asombrada, ¿Por qué alguien diría eso de mi? Yo siempre estaba sola, no me gustaba hablar:
-pero, solo estamos juntas en la alcoba.
-no, no es verdad, estoy en todas tus clases, siempre me siento atrás de ti, incluso tomé la clase de arte para estar contigo, no me siento igual con las demás chicas, en ti puedo ver una persona sincera en quien puedo confiar.
-¿en verdad?
-claro, si tú quieres podemos ser amigas por siempre.
¿Ella quería ser mi amiga? Eso quería decir que había hecho algo bien, la chica mas callada y tímida del mundo quería ser mi amiga, me recordó que un día leí que cuando dos personas son amigos es porque muy dentro de ellos existe un reflejo de la otra persona. Entonces Caitlin era sincera conmigo:
-sí.
Sonreímos, y era verdad, Caitlin y yo éramos muy parecidas, me hubiera gustado conocerle antes, debí haberle hecho caso de bajar.
Llegamos al hospital, mientras mis padres preguntaban por lo accidentados, Caitlin y yo recorrimos un pasillo, al final, como si estuviera esperando, estaba ese chico, con un brazo vendado, me miró, tenía la caja musical, se levantó, por un instante creí que iba directo hacia mí pero no, una chica llego corriendo a abrazarlo, era Lena de seguro:
-ahora ya sabes que está bien.
-así es, ya podemos irnos…
Caitlin y yo regresamos con mis padres, me llevaron de regreso al colegio, ahí la directora nos anuncio que la muralla del colegio se quitaría para expandirlo, ya que habían tomado la decisión de construir más aulas para recibir a chicos también, estábamos alegres porque habría un gran jardín en medio. Ahora no teníamos que estar más tiempo encerradas en ese lugar, hasta parecía que estudiar sería divertido.
Dejé a Caitlin en la alcoba y fui a la biblioteca, tenía que investigar, ¿Qué estaba pasando? ¿Qué me estaba pasando? Encontré un libro, se llamaba ‘‘Almas’’ leí demasiado, tanto hasta encontrar estas palabras: ‘‘cuando nuestro espíritu no se siente cómodo en nuestro cuerpo suele dejarlo, aunque parezca raro, este suele visitar a las personas que necesitan ayuda, estos espíritus se llaman ‘‘pensante’’ y solo hay uno entre mil personas, para quien lo porte es difícil controlarlo, actúa por sí solo y es común que la persona olvide lo que hizo, ya que no lo hace personalmente, es posible también que el espíritu controle los sueños, y que se aferre a cosas amadas ’’ no podía creerlo, desee no haber leído eso, mi espíritu era eso, entonces era más rara que un bicho,  mas adelante decía ‘‘la persona que pueda controlar su espíritu puede ser capaz de volar, de transportarse a diferentes lugares y en el tiempo, para controlarlo se necesita la mayor concentración, estar en tranquilidad y realizar lo que se desea hacer rápidamente.’’
Entonces yo ya había controlado el espíritu, ya que había viajado lejos y lo recordaba todo, me decidí, debería probarlo volando o transportándome a algún lugar, fui decidida hacia la belladona, me senté en el césped y cerré los ojos, quería saber si podía volar, ahora más que nunca quería saberlo, me concentré lo mas que pude.
Pensé en un lugar tranquilo donde había un lago, agua que caía de una cascada y muchos árboles, sentí el viento, como si en verdad rozara mis mejillas y mi cabello flotara, tenía miedo de abrir los ojos y que fuera verdad, pero tampoco quería abrirlos por miedo de haber fracasado, pero tenía que hacerlo o jamás comprobaría si en verdad lo había logrado, cerré mis manos con fuerza, abrí los ojos y estaba en aquel lugar tan hermoso, flotaba sobre el agua, había una capa de vapor saliendo de mi, tomé el agua y entre mis manos parecía que se congelaba, coloque la mano dentro de la cascada, poco a poco el agua parecía hacerse hielo, era algo fantástico pero a la vez triste porque si intentaba tocar algo lo convertiría en hielo se cristalizaría, un pez saltó y me asusté, entonces perdí el equilibrio y comencé a caer, estaba aterrada, cerré mis ojos con fuerza tratando de controlarme mientras no dejaba de caer, si no iba a algún lugar rápido me ahogaría, pensé y pensé, pero no encontraba tranquilidad con tanto miedo, en un instante cambio todo, el perfume que mamá había dejado de usar hacía mucho tiempo me hizo tranquilizarme, pensé en que ella estaría ahí frente a mí, abrí los ojos, aparecí sentada en una alcoba, no sabía dónde estaba, en frente de mi estaba una mujer de cabello negro, se miraba en el espejo, me acerque para ver si la conocía, pero no, era hermosa, de ojos azules y tez blanca, casi transparente, parecía estar muerta, ella se miraba en el espejo como si admirara su belleza, como si quisiera encontrar algo mas en el, comenzó a quitarse el maquillaje, sus largas pestañas desaparecieron al igual que sus labios rojos, aun seguía viéndose, era muy bella aun sin la pintura, pero en sus ojos había algo triste, como si estuviera a punto de llorar, se levantó, me hice a un lado, tomó un perfume y lo arrojó al espejo, miles de vidrios saltaron, yo solo la miraba, intentando saber que le hacía actuar de esa manera, un hombre entró a la alcoba, era mi padre, aunque parecía más joven, la tomó del brazo:
-¿Qué sucede Lorainne?
Esa mujer tenía mi nombre:
-¡ya no puedo más! ¡Estoy harta de todo! ¡Ayúdame Eliot!
-¿Cómo puedo ayudarte?
-¡estoy cansada de tener este sentimiento todo el tiempo! Creí que la niña traería miles de alegrías y yo sigo igual o peor.
-pero tienes una enfermedad, y mientras sigas rehusándote a ir con un psicólogo no podrás detenerla.
-con un psicólogo Eliot, solo me llenaran de medicamentos y así menos podré.
-pero aun no sabes lo que dirá el médico.
-y no quiero saberlo, no quiero, me rehúso a ir, ¡déjame sola! ¡Vete!
-no te dejare sola, lo prometimos…
-vete por favor, quiero estar sola.
-tranquilízate Lorainne, hazlo por ella…
Papá se fue, ¿Quién era esa mujer? Ella solo se sentó frente al espejo nuevamente, pero ahora no podía verse mas, pensó unos instantes, después comenzó a escribir.
Eliot:
Estoy cansada de todo, ya no me quedan fuerzas para seguir luchando, la pequeña Lorainne estará mejor sin mí, una persona como yo no merece amar, cuídala por favor, yo se que serás un buen padre y encontrarás a alguien que la ame tanto como yo.
Los amaré, incluso más allá de la muerte.
Lorainne.
Mire un calendario, de 16 años atrás, entonces, yo era su hija, esta mujer era mi madre y estaba frente a mí, la observé, no había ni un solo rasgo de ella en mí, pero ¿y mi madre? la que ha sido mi madre todo el tiempo, aunque tratara de teñirse el cabello de negro no se parecería en lo absoluto, además su nombre no es Lorainne, no entendía nada, ella seguía mirando a la nada, como si hubiera recordado algo, se levantó y buscó en su armario, encontró una pistola, la miró sonriendo, como si esa fuera la solución, no podía permitirlo, la colocó en su cabeza, corrí hacia ella cerrando los ojos, escuché el disparo, mientras mi cuerpo caía lentamente, escuchaba el eco del disparo, escuché pasos acercándose, escuché la voz de mi padre gritándole a Nina, mi madre, mi madre de siempre, los dos lloraban, y yo no dejaba de caer, sentí algo que trataba de despertarme, sentí las manos de alguien sobre mis hombros y mis lagrimas ahogándome:
-¡Lorainne!- era la voz de Caitlin, abrí los ojos y estaba en el jardín, junto a la belladona y ella trataba de despertarme:
-no habrás intentado escapar otra vez ¿verdad?
-no.- me levante con su ayuda – debo llamar a mis padres.
-¿Qué paso?
-me transporté, otra vez…
Le conté lo que había sucedido mientras corríamos al lugar del teléfono, llamé varias veces pero nadie respondió, faltaban dos días para el descanso de clase, seguro en ese tiempo podrían decirme la verdad, verdad que era evidente, Nina no era mi madre, pero, ¿Qué había pasado? tenían que responderme.
Por fin llegó el descanso de otoño, Caitlin se despidió de mí, no sin antes invitarme a pasar unos días en su casa del lago, que tan solo estaba a dos kilómetros de casa, estaba un poco triste en dejarme sola con todo aquello, me dio el teléfono de su casa también por si necesitaba algo, mis padres llegaron por mí, intentaron abrazarme,  me sentí rara, notaron mi cara y subieron las cosas a la camioneta.
El camino a casa fue silencioso, no sabía de qué manera podía preguntarle eso a mi padre, trate de tranquilizarme, si me concentraba quizá encontraría la manera, respiré profundamente, hasta que me quedé dormida. Cuando llegamos a casa, como extrañaba mi cuarto, hacia mucho que mis padres no me permitían salir del colegio, pero esta vez como me había caído estaban preocupados, subí a mi cuarto, deje las maletas, me senté frente al espejo, me di cuenta de que ese era el mismo espejo donde había estado mi madre, tenia los mismo bordes que había visto antes, y yo ahí viéndome, hasta me parecía verla a través de mis ojos, mi cabello se parecía al de ella, pero el mío estaba teñido, con razón mi padre se oponía tanto a que lo tiñera justamente de ese color.
Tocaron la puerta, pensé en un momento fingir que estaba durmiendo, pero debía ser valiente, tenía que saber la verdad:
-adelante- dije, levantándome para recostarme en la cama.
-pequeña ¿estás bien?
-no lo sé…
-pero, ¿por qué dices eso? ¿Paso algo?
-hay algo que necesito preguntarte…
-dímelo.
-¿en serio quieres que te lo diga?
.sí, cualquier cosa que sea te ayudaré…
-¿Cómo era mamá?
Me miro, asustado, con un temor que jamás había visto, en seguida me arrepentí de haberlo dicho, pero era necesario:
-¿de qué hablas? Tu mamá está abajo…
-papá no me mientas, lo sé todo, sé lo que pasó el día que ella se suicidó…
-¿Quién te ha dicho todo eso?
-yo estuve ahí…
-Lorainne tú eras muy pequeña, ¿Cómo podrías recordarlo?
-lo vi, pude estar ahí, volví en el tiempo…
Le expliqué lo que había pasado:
-¿Por qué lo hizo papá?- comencé a llorar - ¿a caso lo hizo por mi? ¿Era mala para ella?
-¿qué? No Lorainne, jamás vuelvas a decir eso, no lo hizo por ti, ¡no quiero que repitas eso nunca más! ella tenía problemas, era una persona que a diferencia tuya era muy débil, hipersensible y con una depresión mortal solía estar bien y mal, eran sus dos estados emocionales, no había más, ella creyó que tu llegada la haría cambiar, pero no, solo aumento su sentimiento de impotencia, comenzó a sentir que jamás cambiaria, que nunca podría recuperarse para estar feliz contigo, y después sucedió todo, yo no quise que te enteraras porque sabía que sufrirías, pero ahora lo sabes, y en verdad me duele más a mí, porque sé que eres muy fuerte, y sufrí mucho al tener que llevarte a ese colegio pero fue porque tenía miedo a que cualquier cosa pudiera hacerte saber esto, sabes, ella me dejó una nota…
-lo sé, yo vi cuando la escribió.
Papá me abrazó, estaba llorando, cuando se pudo tranquilizar llamó a mamá:
-Nina, ven por favor.
Mamá llegó corriendo:
-¿Qué pasa?
.-ahora lo sabe, acabo de decirle.
Mamá me miró, se soltó llorando, se agachó, no pudo hablar, me levanté, la abracé y le dije que jamás dejaría de amarla, que ella me había aceptado y que papá había encontrado a la mujer correcta.
Nos abrazamos, prometimos jamás separarnos, ese día sonreí mucho, después de todo no había sido tan malo hablar con ellos, incluso ese día llamé a Caitlin, le conté lo que había sucedido, se alegro por mí, ella como lo había prometido, se convirtió en mi mejor amiga, los días del colegio se volvieron divertidos sabiendo que alguien estaría siempre para mí.
Fui a visitarla en el descanso, tuvimos una pijamada, platicamos todo el día y la noche de nuestras vidas, cantamos, bailamos y sonreímos mucho, entendí por primera vez porque se divertían tanto las chicas en la alcoba del colegio con el maquillaje, nos dimos cuenta de que nos gustan muchas cosas parecidas, Caitlin es como la parte que me faltaba, es como si por fin la encontrara.
Siempre compartí mis aventuras con la belladona, he regresado ya mil veces en el tiempo para ver a mi madre, aunque esa historia siempre termina igual, no me canso de repetir esas imágenes como si fuera una película, ahora me estoy preparando para ir a un viaje largo, quiero ver una estrella de cerca, tocar la luna, sentir las nubes, pero ahora debo disfrutar más cosas, sobre todo la libertad que tengo, y que nada ni nadie podrá quitarme.
Libia Esther Quintanilla Wences.
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Foto del autor LIBIA ESTHER QUINTANILLA WENCES
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Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fantasa


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Derechos de Autor: Libia Esther Quintanilla wences

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