Para mi amiga de TEXTALE: Nora Luz Álvarez Gómez
 
 Le ofreció el ramo de rosas mientras ella se hundía en las aguas del caudaloso río. No son rojas como te gustan, gritó, pero ella no iba a escucharlo. Nunca quiso escucharme cuando le explicaba por qué los ríos, quebradas y arroyuelos con los cuales hablaba en madrugadas como esta, me pedían ramos de rosas blancas. Te burlabas, dientes de hielo y colmillos de hielo, labios de rosas rojas y risa de río caudaloso.
 
¿Hasta cuándo soportarla? Usted no es sirena, se lo repetí advirtiéndole que ni siquiera sabía nadar. Una sola vez dijo, me gustan los ramos de flores blancas. Cualquier flor y no soy  río. Ni siquiera hilillo de agua. Soy sirena de taberna, tango y salsa. Sirena del ron, del aguardiente y la cerveza. Soy torrente de alcantarilla, me lo repetiste vomitando en el sanitario mientras te ponía por última vez, a todo volumen, Réquiem por un sueño. ¿Entendés? Torrente de alcantarilla, repetiste y casi no lo comprendo pero al final entendí. Rosas para ella, claveles para el gato, orquídeas para las fotos que ella conservaba de su madre. ¿Y esos anturios negros? No le dije nada y anoche traje a nuestro hijo para que viera las sirenas. Trae los anturios, recomendé. ¿Mamá no viene con nosotros? Mañana por la mañana, respondí mientras lo apresuraba, vamos que nos espera una sirena amiga de tu mamá. ¿Desde cuándo hablas con los ríos, papá? Fue lo último que me preguntó.