La niña fuerte no es tan fuerte cuando se enamora, desnuda todo su corazón y se entrega al ocaso, en silencio vociferá los versos que nunca dedicó y las lágrimas se llevan las sonrisa que el viento le regaló. Y así en silencio, se queda hasta dormir.
En medio de la habitación con ojos cerrados idealiza al hombre de sus sueños, sus labios rojos y ojos penetrantes, lo besa una y otra vez hasta opacar sus ojos, pero al abrir sabe que es una ilusión y su felicidad se ve atormentada por el frío de la noche.
La niña de cachetes rosados cuando se enamora sufre y ama, pero en silencio, en silencio en mitad de su habitación escribe con lágrimas en sus dedos, preguntándose una y otra vez porqué su corazón se debilita cuando ama, qué es de su fortaleza y calcules, dónde se ha ido la niña fría e insensible que un día juró no amar.
Toda su noche es una espera constante de un simple mensaje, una señal, una carta entre lágrimas y lágrimas oculta su dolor y se lamenta por los insomnios, crueles tristezas que la luna fría y desoladora le regala.
¿Qué es de la niña obstinada que decidió no volver a amar? Aquí está nuevamente entregando su corazón y nuevamente recibiendo dolor.
Llora y oculta cuanto le duele, no quiere mirar hacia dentro, ¿tan oscuro está? Teme encontrar lo que no quiere;  oscuridad y tristeza, y la noche con su cielo gris traza un insomnio más en su luna, como el cielo en cenizas así esta su corazón, trillado sin deseos de bombear y él que provoco toda esta tempestad no se percata de su existencia.
 
Pero… escribe, como si así desaparecieran todos sus pesares, como si su dolor se los llevara la tinta que igual que su corazón se descongela y sale sin pre-limitaciones.
 
Escribe y lo ama, pero él aún no lo sabe.