Pongo mis ojos en caderas y caminos.
Sé que estoy predestinado a partir continuamente.
A zarpar y zarpar, dejando atrás todo ensueño.
Mi corazón ha sometido a mis pasos.
Me he asilado en muchos pechos y repúblicas.
Pero las rutas inacabables palpitan en mi sangre.
Mis arterias son hermanas del camino
y yo del aire y las cosas movedizas...
Soy una fuga, un constante escape a no sé dónde.
Amo ver novedades y rostros desconocidos.
Amo aderezar amores y partir al alba.
Y compartir mi leña y mi comida con el vagabundo.
Dormir entre las pausas de los árboles inquietos.
Nunca protestar, sino seguir, seguir.
La mañana suscita en mí un vivaz desafío
y me erijo como una queja ante el sol fulminante.
Tomo mis valijas oxidadas y mis desgranados lentes.
Y beso la frente de mi amada de paso.
Mi alma está equidistante de todos y de todas.
Me alejo de los amores con pasos específicos.
He amado tanto que me he vuelto inestable:
Soy un rumor, una ola, una sombra que fluye.
Soy una melodía corta en la espiral del tiempo.
Paso besando bocas en tránsito y despeinando pétalos.
Cada mañana parto hacia una nueva dicha o desdicha.
Junto a los corceles del viento y errantes rabinos.
Me pierdo en la desidia de caminos ululantes
y entre veredas sórdidas, nómadas como yo.