EXTRACTO DE NOVELA: 2DIJO QUE ME QUERÍA"...
Escena de Gabriel y Jimena, hablando en el sofá de casa de Gabriel.-    
   
 
-       Eso no me importa –dijo, y cambió de tema-. Gabriel, dime, me preocupa lo del Camello. ¿Qué vas a hacer? ¡No querrás meterte en problemas, verdad?
-       Jimena, porqué no hablamos de otro tema.
-       Gabriel, me quieres escuchar por un puto momento–me Chilló-.
-       Ey, aquí no grites –le corté rápido y fuerte-.
-       Disculpas, lo siento, está bien. Es que estoy preocupada.
-       ¿Aquí pasa algo? –apareció de repente Mamá Martha-.
-       No Marthita. Sólo hablábamos –dije-.
-       Agladecelía fuela en voz baja, Gabliel, pol tu abuela, estamos de acueldo –Tenía las manos en sus caderas y los ojos a punto de embestir-.
-       Sí Marthita –ella desapareció por el pasillo- Te dije que aquí no grites. Nunca, No acostumbramos –me cortó-.
-       Lo siento, ya lo dije, carajo.
-       Y no andes con palabrotas tampoco –culminé en voz baja-.
-       Perdón, pero no puedo evitar estar nerviosa. Ese Camello te va a matar, si no él su mancha. No hagas tonterías Gabriel. Tú eres tranquilo, no tienes que meterte en problemas –habló en tono bajo-.
-       Tranquilo, pero no tonto. Con ése debe hacerse justicia. Pero hoy no quiero hablar del tema. Por favor. Pronto todo se soluciona.
-       Eso espero. Recuerda que te protejo.
-       Jimena, Jimena, no digas eso. No me veas como un idiota. Sé cuidarme solo. Me doy cuenta de todo. El que sea sereno es sólo mi talante,  pero no por ello cobarde. Es más así se toman mejores decisiones.  
-       Bueno, no quiero que te suceda nada.
-       Gracias, eso ya es otra cosa. ¿Has visto El Padrino? –repentinamente me acordé de una película- 
-       No.
-       Te gustaría. Michael Corleone, uno de los personajes principales decía: “No odies a tus enemigos, afecta tu juicio”. Mucho se aprende de ese mensaje.
-       Lo único que sé, Gabriel, es que necesito protegerte y… -le interrumpí-.
-       Y nuevamente, no tienes por qué hacerlo. Después de todo, curiosidad, porqué lo haces.
-       Porque digas lo que digas tienes carita de bueno –lo dijo con un halo de ternura- para mí sigues siendo mi tontito lindo –cogió un cojín del sofá y sonriendo me lo tiró diciéndome la última frase- y porque sea lo que sea te quiero mucho tontín-.
Aunque fuera un “te quiero” simple, no lo era para mí. Con pequeñas cosas me demostraba la profundidad de su querer y habría que ser un verdadero tonto por entero para no darse cuenta del significado de sus gestos hacia mí. El rictus de sus labios en sonrisa, cuando lo decía, el brillo de sus ojos, la sutil inclinación de su cuello a su izquierda. No sé en qué momento escuchar esa frase de ella se volvió una necesidad. Hasta ahora lo recuerdo. Es muy fea, decían mis amigos. Quién se va a tirar a esa narizona loca, decían. Yo me enamoré de su peculiaridad, de cómo me miraba, del calor desinteresado que me ofrecía y de su sonrisa diciéndome te quiero.  Y no era guapa, no era normal vistiendo, ni fina hablando, según la opinión de Pipi y Chuleta. Me enamoré de ella, tal como era, de su existencia.