Hoy soy un indigente errante, un caminante gris
que recorre las calles de la ciudad
en busca de la felicidad perdida.
Hoy me encuentro rondando la calle de tu portón
y árbol de ciruelas, del poste guardián y de la vecina
que se asoma tratando de reconocer al visitante.
A mi intención de encontrar tus pasos
le estorba el polvo acumulado en las banquetas.

Si por alguna rara circunstancia del destino y de la vida
llegas justo ahora, y tus pasos te traen hasta los míos;
tal ves quieras saludarme con un beso en la mejilla,
casi como de costumbre, costumbre gris que recorre el tiempo;
responderé a tu saludo amablemente y con nobleza,
y tus preguntas las responderé sin coherencia ni sentido.

Cuando nos deseamos lo mejor de la vida fue por seguir el guion,
porque así suelen hacerlo los que se despiden en vida,
los que toman caminos diferentes para esparcir sus sueños al aire.
En esta calle, tu calle, muchas veces se vieron nuestros ojos,
Esta será la última vez que me veras rondando tu calle,
aquí no soy mas que un alma errante, indigente,
un superviviente en busca del origen del naufragio.

Esta calle no es mi calle, es tu calle
y no he venido a buscarte sino a encontrarme.