Ellos....(Parte 2)
Publicado en Sep 01, 2009
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Victoria durmiò mal esa noche, pues ya se veìa observando la antigua casa la cual serìa su entorno laboral, su trabajo... por fin serìa una secreteria-historiadora, ellla encontraba la historia apasionante, pero sobre todo la que tenìa que ver con otros paìses, y rusia era uno de los mas interantes.
A la mañana siguiente Victoria y Edmund partieron en un autobùs a eso de las 6:00 de la mañana para llegar a las 5:00 de la tarde a Ekatinburgo, Victoria hiba videndo el paisaje por la ventana mientras contestaba las preguntas de Edmund y al mismo tiempo, hacìa unas cuantas, hasta ese momento sòlo tenìa unas cosas confirmadas: El Sr., Putinqui tenìa mucho dinero, pues el gobierno ruso mantenìa el ahora museo, su esposa estaba de viaje por Jamaica con sus dos hijos, su jornada de trabajo serìa la nocturna pero siempre iba a encontrarce un guardia para custodiarla, tendrìa acceso ilimitado a toda la casa, pero con el tema de los libros tendrìa que arreglàrselas con Putinqui .
El viaje parecìa hacerse mucho mas largo conforme pasaban los pueblos fuera de Moscù, bellas edificaciones se alzaban alrededor de la carretera, Victoria nunca habìa visto algo tal hermoso, era como estar en un sueño, o tal vez no un sueño.. un recuerdo, un recuerdo lejano que luchaba por abrirse paso entre sus pensamientos.
Cuando por fin divisò montañas al norte la emociòn se le acumulò en su garganta y le impidiò hablar, su sueño estaba tan cerca, ya lo podìa tocar. Edmund la ayudò con sus maletas, que eran pocas ya que su ropa no era muy adecuada para el clima, un coche negro y elegante ya los estaba esperando a pocos pasos de la salida y un hombre se apoyaba en el, victoria supuso que era Putinqui: alto y rechoncho, rubio, con ojos azules y el rostro un poco rosàceo. En cuanto la vio, extendiò sus brazos y sonrio.
-Bienvenida Srta. Harrison- su voz era fuerte y su inglès estaba muy marcado por un acento ruso.
-Muchas gracias Sr. Putinqui.
-Oh, por favor llàmame Albert.
Victoria sonriò ante el ràpido orecimiento de hablarce de tu.
-Entonces soy Victoria.
Albert riò y ayudò a Edmund a subir las maletas de Victoria al coche, entonces fue que pareciò acordarce de el.
-¿Que tal estuviste, hijo?
Edmund riò.
-Muy bien, creo.
Ambos miraron a la chica esperando que confirmara el hecho.
-Oh, exelente dirìa yo, muy amable en todo y respetuoso.
Los hombres soltaron una sonora carcajada y subieron al auto, el viaje a la casa fue corto, pero cargado de exitaciòn por parte de Victoria, entonces la vio... Todo estaba diferente a lo que ella pensaba, ya habìa mas casa y un edificio alto al final de la calle, pero lo ùnico que ella veìa era esa casa, la casa en la que la familia de Nicolàs habìa sido asesinada, el lugar en donde habìan matado a unos inocentes niños, en donde los Romanov habìan existido por ùltima vez.
Las emociones se apoderaron de la mujer, tristeza, confuciòn, amargura.... dolor, un dolor muy grande por todo lo que habìa pasado tras esas paredes, era como si ella la lo hubiera vivido, como si antes habìa estado ahi... Sacudiò la cabeza con frustaciòn, era completamente ridìculo, en su vida habìa pisado èse lugar y ahora estaba sintiendose como si de veras fuese algo mas que su gran sueño.
El portòn seguìa siendo de madera gruesa y dura, la casa era completamente blanca, salvo por el tejado de madera negro, las ventanas tenìan marcos de madera pintados de blanco tambièn y las puertas eran negras. Al bajar del auto sintiò un escalofrìo violento, era tan solemne que las làgrimas le brotaron de los ojos sin que pudiera contenerlas, se las secò con rapidez antes de que nadie pudiera notarlo, Albert apareciò de la nada le tendiò su regordete brazo, a Victoria ya le caìa bien, lo tomò y atravesaron el portòn, el jardìn estaba un poco seco, tal como deberìa estar.
Antes de atravesar las puertas Victoria suspirò y simplemete dejò que un nudo de la graganta se formara: era inmensa y hermosa, toda de madera aùn perfectamente conservada, los muebles eran pocos pero estaban iguales, viò el despacho de Yurovsky, con la puerta cerrada, un corredor con puertas a los lados y luego estaban las escaleras que conducìan a los dormitorios, otro pasillo en donde se encontraban la cocina y la sala. Apenas pudo ver las escaleras que comunicaban con el sòtano, a aquèl lugar de horror y muerte, afortinadamente Albert se diò la media vuelta y la llevò a una de las habitaciones del primer corredor, era grande y un poco mas alegre, habìa un escritorio en medio y un librero repleto de documentos y obras rusas hacerca de la familia imperial, Victoria se quedò boquiabierta con sòlo verlo.
-Binvenida a tu oficina Victoria.
La chica apenas lo podìa creer, ¿Toda esa montaña del saber sòlo para ella?
-¿Que?- balbuseò
-Si querida, èsta es tu oficina, aquì daràs informes, citas, atenderàs llamadas,.. pero sobre todo me daràs ensallos hacerca de lo que pase dìa con dìa mientras te damos una computadora deberàs hacerlos a mano ¿ Estàs de acuerdo?
-Claro- ¿Còmo podìa decirle que no si pedìa tan poco a cambio de darle de felicidad?.
Albert le dedicò una gran sonrisa , pero luego pareciò sentirse mal.
-Perdòname  pero e de pedirte que te quedes hasta las 11 ya que van a venir unas personas para recorrel el lugar.
-No hay problema Sr. Albert con gusto le ayudo en lo que necesite.
-Oh, no se preocupe. Usted empiesa a trabalar hasta mañana pero quiero que se familiarise con el lugar, pero prefiero enseñàrselo a solas pues asì puedo parlotear sin parar, si quiere mientras puede leer lo que hay aquì.
La chica estaba en las nubes.
-Me parece perfecto de todas maneras tenìa que avisarle a mi madre còmo estoy.
Putinqui asintiò como si no esperara otra cosa.
-Claro, claro, pero mejor hable afuera ya que aquì la señal es muy mala.
-Gracias.
-Bien la dejo para que hable con su madre- saliò de la habitaciòn y sus pasos se fueron amortiguando.
Victoria sacò su celular y fue al jardìn, la noche era hermosa y hasta ahora no se habìa dado cunat que habìa como 10 oficiales alrededor de la propiedad y varios autos de lujo afuera.
Hablò ràpidamente con su madre pues tenìa mucha prisa de volver a su estudio y leer sin parar, estaba cerca de un cobetizo de herramientas azul y viejo, nada fuera de lo comùn, pero de repente un ligero sonido la hizo sobresaltarce, como si alguien se hubiera resbalado y caìdo, cuando se disponìa a ver que era lo que pasaba, un gemido la paralizò en su lugar, sabìa que habìa leyendas de fantasmas pero era imposible que....entonces u  maldito gato saliò corriendo, causando que Victoria gritara con todas sus fuerzas.
Inmediatamente llegaron dos oficiales a socorrerla, casi se le cae la cara de vergüenza al explicar lo sucedido, sin embargo los uniformados rieron y le dijeron que todo estaba bien y que no se preocupara.Entonces recordò la montaña de libros que tenìa que leer y casi corriò a la casa, pero (còmo no) fue interrumpida a la mitad de un grandioso libro hacerca de la casa, por Albert ya que las personas ya se habìan marchado, eran las once menos cinco.
-¿Me acompaña Victoria?.
En cuanto Victoria sintiò con la cabeza supo que algo malo hiba a pasar... y no se equivocaba.
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Foto del autor Sandra Miranda
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Descripción

Palabras Clave: Romanov Victoria Edmund

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio


Derechos de Autor: Sandra Miranda


Comentarios (1)add comment
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JUAN CARLOS

Hola Sandra. Sigo leyendo y hasta aqui me he sorprendido co tu relato, aquella mujer que epieza su uevo trabajo donde seguro se encontrara con muchas sorpresas ..Un relato realmente buenisimoo y quelogras atrapar con cada detalle que hace a uno imaginarse cada escena y personaje.. Lo desarrollas de manera excelenete..Felictacioness amiga mia..

Cariños y besoss..
Juan Carlos..
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September 05, 2009
 

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busy