Suenan caracolas, mostacillas, plumas, suenan sobre las rocas. Las rocas se tienden en el mar, y el mar se complementa con el viento.
La columna de rocas me recuerda a mi alma, pero, el viento, el cerro, no carecen de nada. Miro el cielo y veo que nada importa al pasar.
¡Tengo miedo!
Botellas pintadas en las marcas del recuerdo y la sangre corre por mis venas, fuerte, y se detiene el corazón.
Canto el silbido y sólo pesco un algodón, el viento corre sin temor sobre un tambor.
El viento no es solo un canto si un momento de temor, el mar se a brava y a brava mi alma.
Temo estar cerca del suelo y caer sobre mis manos es mi peor temor.